Prefacio

7.3K 847 93
                                    

∆ PREFACIO ∆

Hoseok continuó limpiando el paño del espejo de su habitación con el pañuelo de seda que le había dado su sugnyeo en su primer cumpleaños en el prostíbulo, bueno, Suyeon, como se llamaba la mujer, gustaba de llamarle harén al lugar en un intento de volver refinado un lugar que no lo era en absoluto.

Se detuvo a mirar su rostro en el vidrio, no encontraba lo que muchos describían como belleza en él, sólo lograba ver a un chico con cara ovalada y sonrisa enorme, con ojos pequeños y rasgados, cabello negro y nariz recta. No era diferente a los demás que habían en los pueblos o en las afueras.

Pero Suyeon había visto algo que la había cautivado para comprarlo y Suyeon jamás hacía malas inversiones, nunca pagaría dinero en algo que sabría que no tenía futuro. Y en el fondo agradecía a la mujer por haber tenido esperanzas con él, aunque sólo fuera para instruirlo como un caballero de compañía y luego hacerle como a los demás.

Vender su cuerpo, para llevar dinero al prostíbulo y en cuanto dejara de ser bello lo botaría a donde había estado siempre; en el eobs eum.

Terminó por acomodar las cajas en las que tenía sus maquillajes y sus abanicos, mientras tarareaba una canción que había aprendido en la clase de canto, le gustaba lo que representaba ser un Hoesa Sogae; tenía una preparación en artes, baile, canto, modelaje y oratoria, pero aunque el fin que tenía aprender aquello era oscuro, ¿no estaba bien aprovecharlo?.

Cuando al fin estuvo conforme con el resultado de su limpieza, cambió su ropa y salió directo al comedor. Su reloj marcaba que tenía exactamente un minuto para llegar y evitar el castigo de su maestra. Caminó con rapidez y apenas pudo cruzar la puerta y tomar su lugar junto a Sohee.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que la sugnyeo cruzara el umbral del comedor y supervisara con la mirada para confirmar que todos los Hoesa a su cargo estuvieran allí. Suyeon tenía un aura imposible de ignorar; la mujer no podía pasar de los 40, pero aún se le confundía con una joven en sus veinte, tenía una figura envidiable y un tremendo gusto de la moda comparado con los mejores modelos de los países vecinos .

Aquél día decidió opacar a todos  con un vestido de seda con figuras de árboles de cerezo que se ajustaba a su cuerpo y dejaba sus piernas descubiertas, al estilo de un kimono y su largo cabello negro suelto. Todos los presentes callaron sus conversaciones en cuanto entró.

Lo único que era posible escuchar era el sonido de los tacones resonar en la estancia.

— Buenos días chicos — les saludó, con una sonrisa — antes de comer den gracias.

Suyeon se sentó en su lugar en la cabecera, imponiendo su puesto.
Al sentarse, las cocineras les entregaron sus platillos y comenzaron a comer.

Hoseok tomó el suyo y murmuró una leve plegaria, su hermana le había impuesto esa costumbre cuando vivía en su verdadera casa.

— Hey Hoseok — le saludó Sohee, mostrando sus dientes frontales al sonreírle — ¡que lindo estás hoy!.

Le devolvió la sonrisa a Sohee, la chica era una lindura con todos, ella siempre le hacía halagos sobre su ropa y sonrisa. Sospechaba que era un acto de compasión al saber que pronto tendría que sentarse en el otro lado de la mesa y otro ocuparía su lugar.

Cumplir 18 años en el prostíbulo significa sólo una cosa: la elección, al cumplir esa edad, se daban por terminadas las clases y la sugnyeo tendría que elegir a los chicos que serían sus empleados y a los que serían subastados. 

Pronto cumpliría los 18 y se uniría a una sarta de jóvenes que deseaban ser escogidos como sirvientes sexuales en el harén, en vez de ser vendidos. Vivir junto a la sugnyeo era mucho más aceptable que ser vendido a un desconocido del que no se sabía nada y que podía resultar peor que todos los hombres o mujeres que visitaban el prostíbulo.

Al ser vendidos podían ser tratados como juguetes, ser maltratados e incluso asesinados, pasaban a ser una propiedad del mejor postor, pero estar en el prostíbulo, les garantizaba la seguridad y amor que les brindaba Suyeon. 

— Gracias Sohee — le devolvió, forzando una sonrisa y dando un bocado a su comida.

La chica prosiguió a comer y le dejó pensando, era obvio que a veces, podía ser totalmente detestable, incluso con gente tan buena como Sohee.

Levantó la vista y se encontró con TaeHyung, él ya le estaba viendo. Sintió como el sonrojo se esparció por sus mejillas y una sensación de calor recorría su espalda.

De sólo ver a TaeHyung su corazón comenzaba a latir demasiado, el chico, sentado en la mesa de los chicos que ya habían sido iniciados le miraba sonriendo con franqueza. ¡demonios!, sólo le bastaba dedicarle una mirada o dirigirle unas palabras a Hoseok para que su mundo se parara y no dejará de idear una vida junto al chico de voz ronca y profunda.

Le saludó levantando la mano, en espera de ser correspondido.

— La fecha de la elección de puestos de dará en 2 días así que quiero ver a los chicos de 18 preparados — Suyeon   se levantó antes de salir de la sala y ordenar con la mirada a las sirvientas que recogieran los platos.

Terminó por levantarse y pasar el día en su cuarto, no tendría clases y tenía que prepararse para la elección.
Miró el calendario, aún faltaba un mes para su cumpleaños. Y aún así sería vendido.

En cuanto entró a su habitación se acostó en su cama, necesitaba pensar en su vida, en todo lo que había pasado y vivido, sus primeros días en las afueras, junto a Chaeyoung, su hermana, robando a las demás castas para buscar comida y llevarla a sus padres.

El poco cariño que recibía de sus progenitores, tanto, que lo habían vendido sin piedad en cuanto Suyeon lo divisó en una calle mugrosa de Incheon.

De pronto deseó haber nacido en un lugar distinto, tener​ la oportunidad de decidir lo que quería ser y no tener que ser prostituido por toda su vida. Pero así eran su vida, su maldita y horrible vida.

El toqueteo de la puerta le hizo reaccionar, no pensaba abrir.

Y entonces la hoja se deslizó cuidadosamente hasta adentro de su habitación.

Hobi, te quiero ver esta noche en el jardín, tú sabes a qué hora. Ten cuidado Suyeon revisa ahora más que nunca los cuartos.

TaeHyung ~

Sonrió, imaginando cómo haría para salir, mientras la adrenalina corría ya por sus venas.

El sirviente «Yoonseok» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora