Capítulo 1

45 2 0
                                    

Eran las seis en punto de la mañana, salió de la ducha y se colocó la ropa interior que había dejado sobre el buró, tomo una de sus tantas faldas negras y una camisa de color vino, abrochó cada uno de sus botones, se quitó las sandalias y se colocó los tacones negros de aguja que se encontraban bajo la cama, soltó su larga cabellera negra, se pintó de un rosa muy natural los labios y  tomó su bolso.

Fue por su perfume acostumbrado y se rocío con el, miró a la cama y la divisó en paz, acostada, vio su espalda y los diminutos tirantes de su camiseta, dió una caricia suave sobre su hombro, aspiro su aroma y le depósito un suave beso en la nuca para después marcharse.

Así eran todos los días de Nancy desde hacía tres años, cada día era la misma rutina. Soltó un suspiro cuando salió de la casa, insegura de lo que pasaría ese día y resignada a su costumbre de vivir.

Esperó unos minutos y por fin lo vio llegar, eran mejores amigos desde que eran adolescentes y fue un milagro reencontrarse a estas alturas.

-Ya te habías tardado.- dijo Nancy.

-Tu siempre has sido una impaciente, no hace daño esperara unos minutos.-contesto de forma irónica su mejor amigo Gabriel, mientras le extendía su café favorito.

-Claro que soy paciente, pero no me gusta llegar tarde al trabajo.- contestó Nacy en su defensa.

-Por favor, eres la jefa del departamento, no pasa nada si llegas al medio día.

-Ya lo sé, pero así tengo más tiempo para hacer sufrir a la gente.- dijo con una sonrisa maliciosa la pelinegra.

Caminaron como era costumbre, la oficina no quedaba muy lejos y así era más entretenido el camino.

-Vamos a bailar esta noche.-propuso Gabriel.

Nancy lo miro y al instante puso un semblante algo desanimado.

-Sabes que no puedo, debo llegar temprano a casa con Miriam.- respondió.

-Siempre es lo mismo, nunca tienes tiempo para ti, mientras Miriam se revuelca con alguien más y se lo pasa de maravilla todos los días, tú te contienes por ella y dejas de lado tú felicidad.- respondió enojado.

-Eso es cosa que a ti no te importa, trato de salvar mi matrimonio, no quiero perderla por alguien más el error es mío sino ella no buscaría el amor en alguien más.- respondió tristemente Nancy.

-El día en que te quites la venda de los ojos y dejes de culparte, es cuando podrás comprender que nada de esto es tú culpa, ella es quien no se da cuenta de la persona que tiene y jamás lo hará mientras tú sigas actuando como si nada pasará y tratando de salvar algo que ya se destruyó hace mucho tiempo.

Nancy estaba cansada de escuchar el mismo discurso de siempre de Gabriel y los mismos reproches, no sabía si el tenía la razón o al menos no quería que la tuviera.

Hacía cinco años que ella se había casado con la mujer que creía era la correcta, con quién le encantaba despertar cada mañana, pero desde hace dos años cuando regresaba de casa una fragancia nueva apareció, las sábanas no se sentían igual, los secretos empezaron a aparecer y el interés se fué. Nancy quería recuperarla y aunque nunca hizo ningún reclamo a Miriam por las sospechas que tenía, la convenció de ir hasta a terapia de pareja para arreglar su relación.

Estaba cansada de todo, el solo pensar en el asunto le revolvía el estómago y le daba un dolor de cabeza terrible.

Gabriel sabía de las infidelidades que le jugaban a su amiga, nunca fue detective privado ni mucho menos; pero se había encontrado en el momento y lugar equivocado, y como buen amigo su deber era decir la verdad sin intervenir en la relación.

La vio destrozada; pero jamás quiso tener una pelea por ello, Nancy se negaba a decir una sola palabra de lo que veía y vivía, creía que solamente era algo temporal; pero con los años se volvió costumbre y Nancy se acostumbro a ser despreciada y desplazada de su propia relación.

Ambos llegaron a la oficina, se despidieron y dedicaron el día a arreglar papeleo y realizar llamadas para que las ventas subieran.

Mientras tanto en casa Miriam se encontraba cocinando, lista para recibir una visita en la casa que compartía con Nancy.

Los tres toques en la puerta fueron suficientes para saber de quién se trataba, se limpio las manos y corrió rápidamente a abrir la puerta.

-Hola amor ¿Me extrañaste?- pregunto una mujer de cabello castaño obscuro y tez clara.

Se trataba de Sofía, la amante de Míriam.

Ambas se habían conocido en una tienda donde Miriam trabaja, Sofía era una clienta muy frecuente y con el pasar de los días ambas intercambiaron algo más que palabras.

Miriam estaba fascinada con Sofía; solo había un pequeño problema, Sofía tenía esposo y no estaba dispuesta a dejarlo, mientras que Miriam se sentía tan despreocupada pensando que Nacy no estaba ni enterada del asunto, es mas, cada día parecía mucho más enamorada de ella y eso le aseguraba que no tenía porque perderla, la amaba, o al menos eso decía ella, pero Sofía era algo totalmente diferente y mientras Miriam siguiera teniendo a Nancy con ella entonces podía hacer lo que más le complaciera y así lo hacía, ella no tenía límites.

Entre Las Piernas EquivocadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora