Capitulo 2

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Se encontraba en la oficina, disperso en sus pensamientos ya aguardando por la hora de salida, lo que menos le interesaba era llegar a casa.

Llevaban dos años de matrimonio y la magia, no le duró ni la mitad de eso, no le sorprendía; aunque no sabía ni porque le pidió ser su esposa desde un inicio. Era una buena mujer, de eso no había duda y quizás haría feliz a cualquier hombre; pero por alguna extraña razón, no llenaba el hueco de la felicidad que el tanto deseaba.

Esos eran todos los pensamientos que abrumaban a David todos los días sin excepción.

David era un hombre de negocios, era el vicepresidente de la empresa mercantil donde trabajaba, su vida era "buena" contaba con una posición económica algo elevada, por lo que podía cumplirse ciertos caprichos cuando se le antojaba, contaba con una casa y un automóvil del año, junto con una bonita esposa que lo acompañaba casi a cualquier lado.

A pesar de tener todo eso, lo último no le hacía feliz en lo absoluto, su esposa era la más apropiada según el parecer de todos los demás y ahí era cuando lo comprendía, se había casado con Misol solamente para satisfacer las expectativas de los demás, ignorando las suyas.

Sus expectativas Misol no las cubría en lo absoluto, era tan común, que era tan predecible y llena de monotonía, ella no podía seguirle el paso porque era muy difícil salir de la monotonía.

Deseaba algo más, a alguien que pudiera seguirle a cualquier lado y cualquier locura; pero la promesa que había hecho no la podía romper, no podía dejarla cuando sabía que no era culpa de ella, que el era el idiota por no haber sido honesto desde un principio.

Ya no sabía cómo librarse de ella, que otra mentira inventarse para estar en la casa el menor tiempo posible, para estar solo y alejado de ella.

***

Miriam se encontraba con sus pasiones desbordadas en compañía de Sofía, ambas tan despreocupadas por lo demás.

Mientras Nancy ansiaba su salida, todo el día se le había ido el trabajo que tanto la estresaba y está vez no tenía ganas de volver a la casa a vivir la misma mentira de todos los días, así que cuando llegó su hora de salida tomo sus cosas y fue con Gabriel.

-Sabes que, tienes razón necesito divertirme, vamos a bailar.- dijo Nancy.

Gabriel la miró sorprendido, pero también alegre por ella.

-Vamos, pero antes arréglate como si fueras a un bar y no a ser una ejecutiva.-dijo en forma de burla.

Era cierto, pero ella no traía más ropa; así que como buen amigo Gabriel fue con algunas chicas amigas de Nancy y ellas con toda la disposición se prestaron a arreglarla. Caminaron unas calles hasta que llegaron al departamento de Amanda, una chica que apreciaba mucho a Nancy.

Amanda comenzó su magia, le prestó un vestido de color negro que se ajustaba a su figura, le puso un poco de maquillaje y le coloco un labial rojo intenso que le quedaba precioso, le indico que se pusiera los tacones y le recogió muy sutilmente el cabello, resaltando así sus clavículas y el escote del vestido. Cuando Amanda término, Gabriel y Nancy se marcharon directo a un bar que Gabriel había visitado anteriormente.

-No creo que sea buena idea, mejor debería irme.-dijo Nancy antes de entrar.

-No, viniste para divertirte, no voy a hacer que ligues con nadie ni que te lances con la primer persona que veas, solo vamos a bailar un rato, a tomar unos tragos y luego te llevaré a tu casa ¿Estás de acuerdo?- pregunto ofreciéndole su mano para que la tomara.

Nancy lo miro unos segundos, estaba indecisa y algo asustada pues hacía mucho tiempo que no salía, pero confiaba plenamente en Gabriel, así que acepto y tomó su mano para entrar.

La noche era muy tranquila y prometedora, unas cuantas chicas se acercaron con Gabriel y algunas más en un plan amigable con Nancy, lo que sirvió para que no se sintiera tan presionada y se soltará un poco. El ambiente se puso más intenso, Nancy ya no sabía cuantos tragos llevaba encima y Gabriel la dejaba libre, ambos cantaron a todo pulmón, bailaban de las formas más extrañas y se divertían como nunca.

En un rincón del bar, se encontraba David observando desde la oscuridad a aquella chica que baila de una forma tan despreocupada y de cierta manera sensual, ella se acercó a la barra a pedir otro trago y el  inconscientemente se acercó provocativo hasta donde estaba ella.

-Un vodka por favor.-pidió Nancy.

-Que sean dos y el cargo va a mi tarjeta.- corrigió David.

Nancy lo miro sorprendida y a la vez seductora, el alcohol ya había hecho efecto en su cuerpo y la adrenalina seguía en su mayor esplendor.

-Que caballero, no será algún truco.- comento Nancy alzando una ceja.

-Nada de eso, aquí no hay trucos, de todas formas tendrás que pagarme.-respondio el acercándose de manera peligrosa a ella.

-Ya veo y ¿Cuál es el precio por el trago?- cuestionó la pelinegra.

-Solamente déjame acompañarte a bailar y tu decides si disfrutas de mi compañía.-respondio.

-Bueno me parece un buen precio por un trago.-contesto ella con una sonrisa.

Ambos fueron al centro del lugar, Nancy seguía bailando y Gabriel se había perdido en algún lugar.

David se acomodaba al movimiento de caderas de aquella chica, no era costumbre suya el acercarse a otra mujer que no era su esposa; pero la pelinegra tenía algo especial en ella.

Bailaron, bebieron y se desenvolvieron hasta perder la consciencia. De pronto, ambos se encontraron en un cuarto de hotel intercambiando caricias, con la ropa tirada y las sábanas siendo desacomodadas por ambos. Nada importaba, ni sus parejas y ellos mucho menos, solamente importaba la emoción del momento.

En casa se encontraba Míriam, Sofía se había marchado ya varias horas atrás, antes de la supuesta hora de llegada de Nancy. Miriam marco incontables veces a su celular; pero ella no respondía, se había cansado de esperar, eran las tres de la mañana y Nancy no daba señales de vida, no había duda esa noche Nancy no durmió en casa.

Entre Las Piernas EquivocadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora