Capítulo 5

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Las horas habían pasado tan rápido, Nancy se la había pasado riendo y llorando en silencio.

Era la una de la madrugada y ambos seguían despiertos, Gabriel se levantó y apagó el televisor, encendió el estéreo y colocó cada una de sus canciones favoritas de ambos.

Le extendió la mano a Nancy y está le miró con pereza.

-Sabes que no soy muy buena bailando.-comento ella.

-Sabes que yo menos, pero solo estamos los dos, así que levanta tu trasero del sillón y aprovecha el milagro de que bailaré contigo.- dijo Gabriel de forma arrogante.

Nancy esbozo una sonrisa y se levantó, la melodía comenzó a sonar y Gabriel hacía que ella moviera su cuerpo ligeramente, giraban, se abrazaban y se reían de manera muy discreta.

La música era tan tranquila, que el único sentimiento que le producía era el de la paz.

Mientras tanto en casa, Miriam se encontraba con una botella de tequila en la mano, de la cual ya llevaba casi la mitad, se quedó mirando un rato la puerta y entonces totalmente fuera de juicio, tomó las llaves de su auto y se dirigió a la puerta.

Entró en el vehículo como pudo, lo encendió y piso el acelerador hasta el fondo, ingreso la dirección de un departamento al que solo había ido contadas veces, pues no le agradaba la compañía de la persona que ahí habitaba, pero en esta ocasión era necesario ir.

Nancy y Gabriel seguian bailando ridículamente en la sala y entonces una melodía conocida llegó hasta sus oídos, estuvo a punto de detenerse y sentarse de nuevo en el sofá; en su lugar, abrazó a Gabriel y siguió bailando de manera lenta con el, Gabriel la abrazó y acarició su cabello de manera tranquilizadora, conocía bien la melodía, fue la misma que sonó el día de su graduación, aquel que pensaban en que no se iban a volver a ver, pero no solo era eso, la letra llegaba de una manera tan acertada en estos momentos que sabía le dolía a su mejor amiga.

El coro llegaba de manera desgarradora y pequeños sollozos se escapaban de la boca de Nancy, era como si sintiera cada una de las emociones que expresaba la canción y entonces casi al final, por fin se desvaneció, se dejó caer al piso y se cubrió el rostro, el llanto se hizo cada vez más intenso y Gabriel la abrazó con todas las fuerzas que tenía, ella encajaba los dedos en los brazos de su mejor amigo, el dolor emocional era tan fuerte que podía jurar y hasta el cuerpo le dolía.

La canción estaba llegando a su final y entonces unos fuertes golpes se escucharon en la puerta principal, Gabriel y Nancy se sorprendieron, por la hora en que llamaban a la puerta y porque dicha persona no había sido anunciada antes de tocar en el domicilio.

-Quedate aquí.-pidio Gabriel a la pelinegra.

Ella solo se limitó a asentir y esperar a que el abriera la puerta.

Los golpes que llamaban no cesaban, así que Gabriel se acercó de manera silenciosa y observó por la pequeña abertura de la puerta, se sorprendió al ver de quién se trataba, así que en un movimiento rápido abrió la puerta y salió a atender el asunto.

-¿Que mierda haces aquí?-pregunto Gabriel ardiendo en cólera.

-Se... Que ella está ahí dentro... Déjame pa...pasar.- dijo la castaña casi arrastrando las palabras.

-Estas ebria, lárgate antes de que armes un escándalo y despiertes a todos.-advirtio el hombre.

-No me voy a ir... Hasta que ella hablé conmigo.

-Ella no va a hablar contigo y menos en ese estado.-sentencio Gabriel.

Miriam se adelantó y lo empujó, abrió la puerta y se encontró con Nancy dejándola totalmente atónita.

Gabriel entró rápidamente al domicilio y entonces vio la expresión de sorpresa y confusión de su amiga.

-Miriam ¿Que carajos haces aquí?-cuestiono la pelinegra.

-Vi...vine por ti... Para que vayamos a casa y volvamos a...a ser felices otra vez.-respondio Miriam.

-Pero mírate, estás cayendote de ebria.-respondió Nancy.

-Lárgate Miriam, es lo mejor, tú no tienes nada que hacer aquí.-respondió Gabriel.

-Tu... Tú eres un maldito hipócrita queriéndote acostar con mi mujer desde hace tanto tiempo, pero no lo vas a lograr, tú siempre vas a ser la segunda opción.-escupió Miriam de forma amarga.

Gabriel se sintió de cierta manera mal, tenía razón, pero la cuestión no era solo meterse entre sus sábanas. El siempre la ha querido más que una amiga, pero ella siempre fue muy clara y lo único que les quedaba era una tonta promesa que hicieron hace muchos años.

-Lárgate Miriam, no necesito que insultes a mi amigo en su propia casa.

-Ya veo, ¿Al fin logro meterse en tus pantalones?-dijo de forma dolida la castaña.

-No y aún si así lo hiciera, no te incumbe.-respondió Nancy.

Miriam la miró y le dedicó una mirada de odio, trato de salir triunfante de la habitación, pero el alcohol se lo impedía. Nancy harta, le arrebató de las manos las llaves del auto, la ayudó a salir y le dedicó una mirada a Gabriel como signo de disculpa, subió a Miriam al auto y se dirigió con ella al lugar que alguna vez llamó "hogar".

Miriam se estaba quedando dormida en el asiento del copiloto, hasta que finalmente llegaron y Nancy la ayudó a bajar, la llevo hasta la habitación y la dejo en la cama, Nancy busco una de sus comodas pijamas que tanto extrañaba y observó a la chica recostada, se dirigió a la salida del cuarto y antes de marcharse la voz de la castaña la detuvo.

-¿No dormirás conmigo?-pregunto Miriam.

-No, no por ahora.-respondió Nancy de forma triste.

Observó cómo la castaña bajaba la mirada y le daba la espalda, Nancy bajo hasta la sala y se acomodó en el sofá, se quedó un rato viendo al techo y esperando a que el sueño por fin la alcanzara; sabía que esa sería de las noches más largas de todas.

Entre Las Piernas EquivocadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora