Huele a incienso, hace viento, la botella de miedos está sin empezar, hay ropa tendida en la mesa, las luces de las calles iluminan a la puerta donde se quedó la mitad de mi alma, las flores se aplastan rápidamente.
La culpa no fue de la calle, ni de la hora, ni de junio, la culpa no fue del señor que esperaba en mitad del paso de cebra. La culpa no fue de la forma de la luna, ni de las fachadas tristes.
La culpa fue mía, por permitir que el miedo me atara los pies con bridas de plásticos.
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La luna en tiempos de Primavera
PuisiPerdone lector, hablar entre versos siempre sabe mejor.