Capítulo 1: El final del letargo

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Abre los ojos, Link, despierta...

¡...!

Sintió como si le jalaran hacia atrás, como si estuviese cayendo al vació. Toda la oscuridad se convirtió en una serie de imágenes donde se veía así mismo en distintas formas, tamaños, personalidades. Desde un pequeño bebé, hasta su edad más reciente.

– ¡Zelda! – Gritó entre todo aquello que lo rodeaba.

Todo estaba claro en su mente. De un de repente, sintió como volvió el aliento y se levantó conmocionado. Como si hubiera estado soñando un largo tiempo. Se sentía entumecido, frio, y débil.

 Se sentía entumecido, frio, y débil

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– ¡...! – El joven tocó su pecho asustado. Miro alrededor sin saber bien que pensar de todo lo que había visto. Recordaba como si fuese ayer todo lo que había sucedido ese maldito día. La princesa llorando, los campeones encerrados en las bestias divinas, el castillo explotando en oscuridad roja y negra. Todo... ¡todo!

Trato de levantarse, pero se sentía sumamente débil. Aquellos recuerdos habían impactado al muchacho. Volvió a recostarse impaciente. Sabía quién era él, sabía que había pasado... pero no sabía dónde estaba ni que tenía que hacer ahora.

De repente, sintió que donde estaba tenía un líquido extraño, y por si fuera poco, aquel líquido estaba drenándose, pero en su cuerpo. Comenzó a tener fuerza nuevamente después de eso. Abruptamente se levantó y examinó la sala.

No fue hasta que viró cierto artefacto que la sangre le quedó helada.

– ¡N-no puede ser...! – Se acercó vertiginosamente hasta el pedestal que sostenía ese artefacto que había visto muchas veces en manos de cierta persona.

El pedestal extendió aquella tableta de piedra, que la persona con quien pasaba la mayor parte de su tiempo, tenía siempre en su poder. Sintió un escalofrió recorrerle el cuerpo. Cuando tomó la tableta, una puerta se abrió y dejó paso a otra sala. Encontró un cofre de donde saco un pantalón, un par de botas y una camisa, todo tan viejo y pequeño que apenas le quedaba. Pero mejor eso a estar desnudo.

¿Dónde deje mi túnica...? – Se cuestionó así mismo, pensando también en porqué estaba casi desnudo.

Se acercó hasta otro pedestal, cerca de otra puerta. No dudo ni dos segundos en posar esa tableta de piedra, que brillaba con tonos azules y naranjas, hasta ese pedestal. Se ajustó a este y luego el joven volvió a poseerla.

En cuanto la tomó entre sus manos, la puerta frente a él comenzó a abrirse, y a mostrar unos cuantos rayos de sol que le cegaban por permanecer tanto tiempo ante tan poca luz.

Se llevó un brazo cerca del rostro para evitar que la luz solar le dejara desorientado. Y luego comenzó a moverse hacia la salida. Se percató de que los escalones faltaban en ese sitio, por ello trepó hasta subir y continuar.

Aliento SalvajeWhere stories live. Discover now