— Asqueroso... —murmuré mirando las taquillas en las que "puto suicida" se podía leer en color rojo. — ¿Por qué la gente es tan mala? —me pregunté a mí mismo girandome sobre mí mismo. Abrí mi taquilla y dejé los libros que no me llevaría a casa.
— Eh, Darell, ¿Quieres ir a tomar algo? —pregunté a mi compañera, quien se encontraba a mi lado, en la taquilla más baja haciendo lo mismo que yo.
— Bueno —se encogió de hombros. — ¿Hoy trabajas?
— Sí, pero eso no quiere decir que no pueda tomar algo contigo antes en el trabajo.
Me acerqué detrás y pude ver que sostenía una nota. "Monstruo con pene" se podía leer en ella.
Le arrebaté la nota de las manos y fruncí el ceño.
— ¿Quién te ha dejado esto?
Se levantó y negó con la cabeza.
— No... No te preocupes, Manu. Da igual, es una tontería... Lleva dejándolas toda la semana...
— Pero Darell, mira lo que le han hecho a esos chicos.
— No ataca, solo deja notas...
Miré a mi amiga y suspiré.
— Está bien —tiré la nota a la papelera y caminé por el pasillo saliendo del instituto. Darell se quedó mirando a las animadoras unos instantes.
— ¿Te gustaría ser una de ellas? —le pregunté sin mirarlo directamente, sacando las llaves de mi coche del bolsillo trasero de mi mochila.
Ella me miró y negó con la cabeza. — No puedo... No lo entenderían.
Abrí el coche y asomé mi cabeza por encima del techo para mirarlo.
— Que a veces te sientas chica, chico, ambos o ninguno no quiere decir que no puedas ser animadora.
— Me llamarían rara, Manu...
— Tú no eres la rara, lo es este instituto al permitir a estas alturas del siglo 21 este comportamiento medieval.
Me metí en el coche y me puse el cinturón.
— ¿A ti no te han dejado notas?
— No, ¿Por qué iban a hacerlo?
— Porque eres bisexual...
— Supongo que me tienen miedo. Prejuicios, Darell, prejuicios. Pero me encantaría que me mandasen notas, así tendría una excusa para enfrentarme a ellos.
Arranqué y me miré por el espejo.
Quizá por ser brasileño, por los tatuajes o por haber estado en el correccional el año pasado. No permitiré que vuelvan a dejar una nota en la taquilla de Darell.
[...]
Me metí un segundo en el vestuario y me puse el polo de la cafetería, dejando a Darell en la mesa. Nos serví un par de chocolates y saludé a mi hermana que se encontraba en la barra con un beso en la mejilla.
— ¿Qué tal el instituto?
— La misma mierda de siempre, Cláudia... —le guiñé el ojo.
En la cola se encontraba aquella chica de pelo blanco. ¿Chelsea? Creo que se llamaba así. Una vez dejé los chocolates en la mesa me acerqué a la barra y le hice una seña cuando me miró.
— Gracias por colarme.
Sonreí y cogí un vaso para apuntar su nombre.
— ¿Qué va a ser?
— Un café bien cargado por favor...
— No le digas eso a un brasileño, que quizá no puedes dormir en un par de días —bromeé sirviendo el café.
— Manu, ¿Verdad? Gracias, pero creo que el insomnio lo tengo sin necesidad de café.
Sacó la cartera pero negué con la cabeza tendiendole el café.
— Invita la casa.
Salí de la barra y señalé la mesa.
— Estoy con Darell, ¿Quieres sentarte con nosotros?
Darell saludó algo tímido, con la mano.
— He venido con Gracie, venimos del entrenamiento.
La señaló y ella se acercó también.
— No pasa nada, puede sentarse con nosotros ella también.
Mi amiga se encogió de hombros y asintió cuando la miré para buscar su confirmación.
[...]
Preparé un zumo tropical para Gracie y volví con ellos, cogiendo mi vaso y bebiendo un poco de chocolate, el cual ya no estaba tan caliente.
— Lo siento, no quiero ser irrespetuosa ni nada pero... No entiendo exactamente lo de tus chapas, Darell —comentó Gracie.
— Es... Es sencillo. Cada chapa tiene un pronombre. A veces siento chica, a veces chico, a veces los dos o ninguno... Las chapas es para hacerlo todo más fácil supongo...
— Hoy te sientes mujer, entonces —se unió la de cabello blanco.
— Exacto.
— Te dije que era gender fluid, Gracie.
Puse la mano en el hombro de Darell, quien sonrió ampliamente al sentirse de alguna manera aceptado. Le dí un pequeño apretón.
— ¿Y tú Manu? ¿La cafetería es de tu familia?
— Sí, de mi hermana. Trabajo aquí para echarle una mano, el sueño de mi abuela siempre fue tener una cafetería o restaurante para compartir la cultura brasileña de alguna manera, entonces reunimos el dinero y pudimos crear Jardim.
Miré a mi alrededor.
Aquello parecía un jardín de verdad puesto que estaba lleno de plantas y las sillas parecían las que se usaban para tomar el té en los jardines antiguos. Las paredes estaban llenas de flores con sus nombres. Era un lugar cálido y pintoresco.
— ¿Y el escenario?
Reí, y Darell hizo lo mismo.
— Bueno, eso era para cumplir mi sueño frustrado de ser cantante, pero se usa para hacer karaoke los sábados. Es divertido, deberíais venir alguna vez.
— ¡Claro! Vendremos, ¿No, Chels?
— A Ben también le gustaría venir, supongo.
— Además podréis probar los maravillosos mojitos de mi madre —comenté.
Darell volvió a reír.
— Cualquiera sube al escenario después de sentir cómo sube esa aparentemente inofensiva arma letal.
Alcé una ceja.
— No están tan cargados, eres tú que no sabes beber...
[...]
Darell, Gracie y Chelsea se fueron después de un rato y yo me puse tras la barra con mi hermana. Cerramos sobre las diez de la noche y subimos juntos a casa, que apenas estaba a 10 minutos andando de la cafetería.
— ¿Qué se escucha? —pregunté haciendo referencia a las canciones que parecían proceder de la misma calle debido al volúmen al que se reproducen.
— Oh, mamá ha descubierto cómo poner en marcha la vieja radio de papá, y a la abuela le encantan sus canciones viejas... Nunca la había visto tan contenta.
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Nothing To Prove. -LGTB-
Teen FictionNunca es tarde para intentar ser feliz. "La historia de superación y de amistad que siempre quisiste leer cuando estabas en el instituto. Un apasionante viaje de descubrimiento y aceptación de unos jóvenes que van más allá de la sociedad y tienen el...