Reímos y disfrutamos viendo a nuestra abuela cantar canciones de nuestro Brasil. Si de algo me enorgullecía era de poder vivir representando a un sitio del que verdaderamente me sentía identificado... Quizá el país no fuese el mejor, pero su cultura era tan rica que nadie nos podía desbancar. Nosso Brasil é mágico.
Subí a mi cuarto y cerré la puerta dejando que la fiesta continuase, pero no tardó mucho en parar y el silencio volvió a la casa. Abrí la ventana y me senté en su borde, mirando al cielo.
Cogí los auriculares y decidí transportarme a otro lugar a través de música extranjera. Quizá no entendía las letras francesas de Fréro Delavega, pero sentía que me encontraba realmente en alguna azotea de París si cerraba los ojos. Siempre quise ser así, transportar a la gente a donde quiero con mi música, pero nunca me atreví a hacerlo.
Por eso nunca subí al escenario de nuestra cafetería.
Cogí la guitarra y punteé algunas notas. Noté como alguien abría mi puerta y pude ver a mi hermana acercarse. Dejó un beso en mi mejilla y se sentó frente a mí.
— Vamos, toca Manu —me empujó y pensé.
Empecé a puntear rápidamente.
— Meu choro não é nada além de carnaval, é lágrima de samba na ponta dos pés —susurré, mi hermana sonrió y asintió con la cabeza.
— A multidão avança como vendaval, me joga na avenida que não sei qualé —continuó ella, y ambos seguimos cantando.
Seguimos hasta que terminamos a viva voz.
Mi abuela se había levantado y se encontraba en la puerta.
Até o fim eu vou cantar, eu quero cantar
Eu quero é cantar, eu vou cantar até o fim, la la la lara la lara laia
Eu vou cantar, eu vou cantar
Me deixem cantar até o fim
— Eu amo vocês dois. Os quiero muchísimo... Me hacéis sentir en casa, y ni siquiera lo intentais.
— Nuestra casa será cualquier sitio donde estemos todos y tengamos algo de música de por medio —pronunció mi hermana. Me abracé a ella y reí junto a mi abuela.
[...]
— No tengo más cigarros.
La chica tenía el cabello castaño más o menos hasta los hombros, con un corte muy recto, aunque en aquella ocasión se había hecho una coleta. Llevaba un mono de carpintero negro lleno de manchas de pintura, una camiseta blanca, ancha y unas zapatillas de color amarillo.
Con el bote de pintura ella hizo un puchero con sus labios, y Darell apareció por las escaleras trayendo consigo una bolsa de palomitas.
— ¿Tú tienes tabaco, D?
— Sabes que no fumo... —se encogió de hombros.
Aquel día llevaba una pulsera de color azul, lo que indicaba que en aquel momento se sentía más afín al espectro de género masculino que al femenino.
Nos encontrábamos en un edificio abandonado en medio de la ciudad. Nos gustaba aquel lugar porque llevábamos semanas llenándolo de murales ideados por Jadyn.
En el que estábamos trabajando ahora, había infinidad de colores y en medio el dibujo de los labios de dos chicas, y encima un mensaje que decía "eres libre de elegir".
— Eres una jodida artista, Jadyn.
Ella tiró el bote a la basura y se limpió las manos.
— No estoy de acuerdo, somos unos jodidos artistas, en plural.
Me senté junto a Darell y cogí algunas palomitas, sacando de mi mochila 6 latas de cerveza que coloqué en medio.
Cogí una y la abrí lanzándole otra a Jadyn, que se reunió con nosotros.
— El otro día conocí a la chica de la que me hablaste, Chelsea, la de pelo blanco.
— Daenerys Targaryen... —bromeó Darell.
— Sí... Bueno, solo fueron un par de notas en la sala de castigo. ¿No podemos hacer nada para recurrir esa sanción injusta?
— No... De momento no —murmuré suspirando. Bebí un trago de mi cerveza. — Tendríamos que cambiar el chip a medio instituto y madre mía... Qué pereza. Si ni siquiera saben votar.
— Es cierto, ganó ese gilipollas de Andrew las elecciones... Y eso que todos los marginados votamos a Chelsea, y somos una importante parte del instituto.
— Esto tiene que cambiar. Deberíamos unirnos para cambiar las cosas.
Darell soltó una risa silenciosa.
— Es imposible juntar ovejas de tantos colores y esperar que todas te hagan caso.
Jadyn empezó a mover el pié.
— Eso es porque no tenemos una voz cantante... No aún —al segundo empezó a sonreír y yo fruncí el ceño.
— ¿En qué estás pensando, Jadyn?
— Bien, tengo un plan.
[...]
Esta vez volví yo solo al bar pero en la puerta me encontré a mi hermana Cláudia hablando con un policía.
— ¿Ocurre algo? —pregunté al acercarme.
El policía me miró de arriba a abajo.
— ¿Manu Ferreira?
Asentí lentamente con la cabeza.
— Acompáñenos a comisaría. Tenemos que hacerle unas preguntas.
Me paralicé por un instante. Qué acababa de ocurrir... Yo no había hecho absolutamente nada delictivo.
CdA: El próximo capítulo lo narra Jadyn.
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Nothing To Prove. -LGTB-
Teen FictionNunca es tarde para intentar ser feliz. "La historia de superación y de amistad que siempre quisiste leer cuando estabas en el instituto. Un apasionante viaje de descubrimiento y aceptación de unos jóvenes que van más allá de la sociedad y tienen el...