VIII.

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Earl estaba de vuelta, llamando a su puerta. Harry retiró la almohada sobre su cabeza.

—Estoy bien, Earl, ¡vete! —Gritó.

—Estoy seguro de que lo estás —dijo Earl, con evidente sarcasmo—, pero Louis no lo está.

Louis. Una ola de miseria se elevó en el pecho de Harry. 

—Lo siento —dijo, casi para sí mismo.

—Harold Edward Styles —Gruñó Earl— Déjame entrar en este mismo instante.

Harry tiró la almohada en el suelo y fulminó con la mirada el lugar de donde provenía el sonido de la voz de Earl. Sabía lo testarudo que podía ser el hombre cuando estaba en una misión. El hombre se quedaría allí gritando toda la noche si era necesario. Suspirando, Harry se levantó, pisando fuerte hacia la puerta y la abrió.

—¿Qué? —Ladró.

Earl arqueó una ceja elegantemente. —Tienes compañía por el amor de Dios, puedes al menos ponerte algo de ropa.

—No te pedí que vinieras —espetó Harry, cerrando la puerta y volviéndose de nuevo a la cama—. Si te molesta verme desnudo, no mires.

—Dios mío, no estamos de mal humor —comentó Earl sarcásticamente, tomando asiento en una de las sillas de plástico tambaleante de la pequeña cocina de Harry—. Está bien, quédate ahí desnudo y de mal humor si es necesario, pero —señaló severamente con el dedo a Harry—, maldita sea vas a escucharme.

—Lo que sea —murmuró Harry. Sabía que estaba actuando como un niño, pero no podía parar. Esto le ayudaba a saber que Earl entendía el por qué estaba de tan mal humor, y que no iba dirigido contra él.

—Louis vino a hablar conmigo esta noche —dijo Earl—. Me dijo lo que pasó.

—Bueno, eso es jodidamente genial —se quejó Harry, ruborizándose a su pesar.

Earl se inclinó hacia delante, los codos apoyados en las rodillas, su expresión seria. —Hijo, sé lo difícil que es para ti aceptar lo que él te quiere dar. Pero ¿no crees que ya es hora de probar?

—¿Qué pasa si sucede otra vez? —Preguntó Harry, los ojos fijos en el techo—. No lo podría manejar, Earl. No podría.

Acercándose a la cama de Harry, Earl se sentó en el borde y tomó la mano de Harry en las suyas. —Louis no es Nick. La mayoría de los hombres no son como él, gracias a Dios.

—Lo sé —susurró Harry—. Pero es dificil, ¿sabes?

Difícil no ver la cara de Nick cuando había sostenido a Harry cerca y le había dicho que lo amaría siempre, que se ocuparía de él y no le haría daño. Difícil no ver el desprecio pasar por ese mismo rostro unas pocas semanas más tarde, cuando había dejado a Harry desnudo en una esquina de la calle, confundido, llorando y demasiado débil para caminar. Tan jodidamente difícil era creer en el amor de nuevo después de eso.

—Han pasado tres años, hijo —dijo Earl con suavidad—. Sueltalo. Deja que Louis te de la clase de amor que te mereces. Y déjate dárselo a cambio.

Harry no se molestó en decirle a Earl que no amaba a Louis. Earl siempre podía oler una mentira a una milla de distancia.

Harry entrelazó los dedos con los de Earl. —Fui terrible con él. No me querrá más.

Earl se rió entre dientes. —Estás terriblemente equivocado acerca de eso. Está fuera de sí de preocupación, y sin duda todavía te quiere.

—¿Y ahora qué? —Preguntó Harry al encontrarse con la mirada de Earl—. Nunca he hecho esto antes. No sé qué hacer.

"Eros" -Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora