Invierno.

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Desde que era pequeño, Miguel había vivido con frío.

Cada que asomaba su cabeza por la ventana podía ver todo el paisaje de su pueblo recubierto con fina escarcha blanca y helada.

Sus padres, abuela y tíos siempre le contaban de lo hermoso que era cuando existía más de una estación. Cuando había algo más que el tonto clima invernal.

Y, es que a pesar de nunca haber sentido el calor y solo vivir con la ausencia de éste se sentía extrañamente atraído a el verano.

De hecho amaba cada vez que  Mamá Elena le contaba a él y a sus primos las historias de cuando era joven y podía jugar y nadar en el río.

O, incluso poder tocar en la plaza del pueblo para que miles de personas lo escucharan y que no cogiera un tremendo resfriado después.

Algo que él nunca podría hacer porque el tonto invierno mantenía congelada casi cualquier sitio, eso incluía el kiosko de la plaza del pueblo.

El quería conocer el calor, el verdadero calor que su abuela le decía te hacía sacar agua por todo tu cuerpo y que a veces resultaba molesto. Pero quería sentirlo.

Y es que antes había frío, pero al menos no hacía tanto frío… Al menos por seis meses, pues el mundo ahora tenía dos estaciones: Otoño e Invierno, pero, aunque ya era tiempo de cambiar la estación, el invierno seguía ahí y no parecía querer marcharse, de hecho se hace cada vez peor y más insoportable.

Lo odia. De hecho, si pudiera mandaría al invierno a “Chingar a su madre”. Aunque…

Tal vez si podría hacerlo.

Después de que la primavera y el verano desaparecieran de forma tan ¿extraña? Una leyenda se había repartido en todo el mundo. Una leyenda sin pies ni cabeza que decía algo así:

Después de crear al mundo, los dioses se dieron cuenta debían llevar un ciclo, de lo contrario todos los árboles morían al no dejar de producir frutos y no poder cambiar sus hojas, algunos animales se notaban desorientados y en general ¡Era un caos total!

Los dioses hicieron una reunión con todos sus hijos (los humanos) en busca de una ayuda sobre como poder solucionar el problema.

Le preguntaron a un representante de cada familia del planeta, pero ninguno daba con una buena solución a su problema, y para cuando creían que nunca encontrarían una, un hombre extraño de apellido Hamada dio una respuesta.

Crear cuatro estaciones, cada una con características diferentes creando un ciclo sin fin.

En primavera los árboles y las flores se engalanan, el clima empieza a acalorarse y el aire es fresco.

En verano el clima es mucho más cálido y al mismo tiempo húmedo por las lluvias. Los días serian mucho mas largos que las noches.

En Otoño las hojas empiezan a caer de los árboles y la temperatura se vuelve templada.

Y, en invierno los árboles se encuentran desnudos, la temperatura es fría y algunas veces las cosas son cubiertas con blanca, fina y fría escarcha.

Como recompensa por la solución a su problema los dioses premiaron a la familia Hamada otorgándole a cada miembro de la misma una estación.

Y, al parecer los padres habían muerto, por eso las primeras dos estaciones desaparecieron. Años más tarde su hijo mayor había fallecido de igual forma y el único miembro de aquella familia que quedaba era el invierno. Se decía que los Hamada vivían en San Fransokyo y se escondían en una fortaleza en medio del bosque.

HiGuel Week #TeamMexChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora