Segunda Tierra

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"Yo sueño, con ir a lugares nuevos, y ver algo que nadie haya visto, quiero, vivir sin límites, y dedicar mi vida a un alto propósito. Quiero hacer de mi vida una aventura, que muestre a otros que nada es imposible. También me gustaría ser más atrevida, para hacer todas las cosas que no he hecho todavía, porque he tenido miedo. Yo quiero, tener la fuerza para enfrentarme a lo que sea, y nunca rendirme, ser alguien que inspire a otros a luchar, y mientras hago todo eso, quiero aprender a amar, y saber lo que es la amistad; quiero que un día, alguien haga de mí una meta, ser su todo, su mundo entero. Yo quiero, no volver a temer, por nada."

Nunca olvidare sus palabras, nunca olvidare las palabras de ninguno de ellos, porque ellos son las personas que amaron mi vida, y quienes me enseñaron a vivir, por eso tratare de conservarlos en mi vida, aunque solo pueda conservar recuerdos.

No sabría decir donde empezó todo, hay mucho que contar, pero sé dónde empezó todo para mí, empezó al conocerlos, porque al conocerlos empezó mi vida.

Ella era una niña de mi clase, y si me hubieran dicho que mi gran aventura empezaría con ella, quizá no lo habría creído. Era bastante seria, aunque trataba de disimularlo, creí que era como cualquier otra chica de mi edad, hasta que supe que había muerto su madre. Nunca falto a clase por ello, ni la vi llorar una sola vez, pero a partir de eso la vi varios días pasar su tiempo a solas. Al principio estaba reacia a hablarle, porque no teníamos ni un solo amigo en común, no compartíamos el autobús, ni me la había topado fuera de la escuela, pero, yo aún resentía la muerte de mi abuelo ese mismo año, y sintiéndome todavía sola, pensé que podríamos hacernos compañía por un poco. Luego de hablarle por primera vez, y pasar un tiempo juntas, supe que ella había perdido a su padre un año antes, y entendí que era eso por lo que estaba seria desde el principio, aun antes de perder a su madre; pensé en lo difícil que debe haber sido ver a su madre enfermar al poco tiempo de morir su padre, y como debió luchar para mantenerse firme y no quebrarse. Me impresiono su fuerza, y su entereza, sin darme cuenta comencé a admirarla, y en mi admiración aprendí a quererla, empecé a buscarla entre clases para no dejarla estar sola, porque sabía lo difícil que era superar ese dolor, y cuando me di cuenta ya estaba dentro de mí corazón. Al principio ella correspondía mi trato siendo amable, con el tiempo mi rutina de buscarla entre clases se volvió también su rutina; la primera vez que la encontré fuera del salón esperando por mí, mi corazón dio un salto, y caminar en silencio junto a ella hasta un lugar tranquilo, fue uno de los momentos más hermosos de mi vida.

Un día, sentadas en aquel lugar alto de siempre, desde donde podíamos ver el patio frontal con todos los demás jugando, estando en silencio, ella dio un inesperado bostezo, y le hace gracia, noto una ligera sonrisa en la comisura de sus labios, y ella me mira de reojo, entonces nos sonreímos una a la otra. Palmeo mi pierna invitándola a recostarse, y cuando lo hace yo acaricio su cabello como el de un cachorro. El momento me da una calma que antes no había sentido, una alegría me invade, y el sentimiento me hace cubrir mi boca con mi puño. Siento mi rostro enrojecerse, y mis ojos inundándose, cada intento para tomar aire por la boca hace el sentimiento más fuerte, y mientras lloro en silencio y trato de resistirme absurdamente, siento un toque frio en mi pierna por una lagrima, y la descubro llorando también; nos vemos por un segundo y soltamos unas pequeñas risas, se alza frente a mí y me abraza fuerte, y yo a ella, y sé ahí, que no la dejare ir, y que nunca me apartare de ella. Dos años después, ella era mi mejor amiga, y yo la suya, aquel dolor nos había unido, y poder comprendernos, había fortalecido un lazo que aún no se había formado.

Luego de ese momento, esos dos años estuvieron llenos de alegría, dejamos la soledad y nos divertirnos mucho, e hicimos nuevos amigos. Empezamos a pasar más tiempo juntas hasta volvernos inseparables, luego yo cumplí quince y ella estaba por cumplirlos, no volvimos a llorar, pero descubrí en sus sonrisas, cuanto amábamos reír.

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