El Nuevo Yasser (Capítulo III)

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CAPÍTULO III

Y se le apareció Dios a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé. Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día. Ahora pues, Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oir juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. (Reyes 3:5-13)


EL NUEVO YASSER

Otro día en Jerusalén ha pasado, una noche sin igual para Yasser, era la primera vez que dormía en un aposento tan cómodo y con el estómago lleno. Jaziel había ordenado que se lo atendiese con una buena tienda y que se lo tratase como a un digno invitado.

Aquel mercader era el primero en despertar, tal vez la edad o la costumbre, hacían que este hombre despierte con el lucero de la mañana. Un extraño sueño había tenido y sabía que si aquel joven había llegado a su campamento no era por una simple casualidad.

—¡Buenos días joven vagabundo! ¿Cómo pasaste la noche? —pregunta el mercader ingresando a la tienda donde Yasser había descansado.

—Muy bien, muchas gracias y déjeme expresarle lo agradecido que estoy.

—No te preocupes, es un placer poder ser de ayuda. Disculpa por interrumpir tu sueño pero es que anoche tuve un sueño extraño: no soy bueno para interpretar los sueños, pero te soñé volando, así como un pájaro y eso es un buen presagio, seguro estoy que no eres un joven normal; me gustaría que permanezcas en mi campamento hasta que lleguen mis exploradores, tal vez ellos sepan algo sobre el paradero de nuestro rey.

—No sé cómo podré pagar todo lo que has hecho por mí —expresa Yasser con mucha emoción.

 —Pues cumple ese sueño que tienes, con eso me habrás pagado todo. Ahora ven come algo en mi tienda y después vamos a dar un paseo para que conozcas mi campamento.

Deprisa se levanta el muchacho. Todo el mundo ya empezaba a despertar y a salir de sus tiendas. Ahora con la claridad del día se podía apreciar mejor el inmenso campamento y las hermosas cosas que existían en su interior.

—¡Udy! —exclama fuertemente el mercader.

De inmediato se acerca el hombrecito intentando ser rápido y que no se notara que recién había despertado.

—¿En qué puedo servirle querido amo? —pregunta el hombrecito.

—Trae unas túnicas para nuestro invitado, acompáñalo a que se lave y tráelo limpio a mi tienda.

—En seguida querido amo.

Rápidamente el pequeñín va en marcha por su mandado.

—No sé cómo podré pagar todo lo que haces por mí —vuelve a agradecer el muchacho.

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