Un Sabio Mercader (Capítulo II)

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CAPÍTULO II

Le hacían todo lo que él quería: palacios, estatuas, calderos grandes como cisternas, firmes marmitas. ¡Familiares de David, sed agradecidos! Pero pocos de mis siervos son muy agradecidos. (Corán 34:13).

UN SABIO MERCADER

La mañana siguiente ha llegado, un día sin igual para Yasser, muchos recuerdos sobre su hogar mantuvo soñando y se sentía más fuerte que nunca. «Hoy será un mejor día», suspira el muchacho. Rápidamente se pone de pie, coge las pocas cosas que llevaba y se pone en marcha hacia la gran ciudad de Jerusalén.

Ya muchos meses atrás había buscado en la misma ciudad, pero nadie le había dado respuesta sobre el paradero de Salomón. Yasser había recorrido las doce tribus de Israel, días enteros caminando sin descanso alguno, no le importaba cuán largo sería el camino, su único objetivo era cumplir el último deseo de su padre y no pararía hasta conseguirlo.

Pero ahora era diferente y Yasser no podía fracasar en su búsqueda, indicios de que se encontraba en Jerusalén un mercader que conocía el paradero de todo aquel personaje famoso que habitaba en el mundo, se rumoraba.

Persona tras persona Yasser recorría Jerusalén preguntando el paradero de dicho mercader, algunas personas no sabían darle respuesta, tal vez, porque su apariencia de vagabundo daba temor.

—Dígame en que puedo servirle —un vendedor pregunta a Yasser.

—Ando Buscando a nuestro querido rey —responde viendo las hermosas artesanías, que tenía en venta.

—Lo único que puedo ofrecerle, son estas artesanías estimado joven, pero sobre el paradero de nuestro rey nada sé.

—Muchos indicios me han traído de vuelta a esta ciudad y sé que aquí hay un mercader que ha recorrido el mundo entero, tal vez, él pueda brindarme ayuda.

—Pues seguro estoy de que hablas de Jaziel, es el mercader más próspero de todo Israel, su campamento se encuentra a las afueras de Jerusalén, por el este, donde nace el Sol.

—Muchas gracias gentil mercader, varias personas no me pudieron dar respuesta.

—No os preocupéis, espero que él pueda dar respuesta a aquello que andas buscando, mucha suerte y que la estrella de David te acompañe.

De prisa marcha Yasser al campamento donde se decía que iba a encontrar a Jaziel. La ilusión de encontrar al mercader que quedaría respuesta sobre el paradero de Salomón ponía al muchacho con mucho entusiasmo.

En un corto tiempo Yasser llega a ese campamento. A su arribo, un hombrecito de pequeño tamaño sale a su encuentro; sus túnicas tenían colores extraños, sus ojos negros oscuros como la noche, eran una buena combinación con aquel cabello poco arreglado; pero su cara era extraña, sus arrugas delataban que tenía más edad de la que su tamaño aparentaba.

—¿Qué le trae por aquí extraño joven? —pregunta el hombrecito.

—Busco a Jaziel, el mercader —responde sorprendido al ver el tamaño de aquel pequeñín.

—Este es el campamento de un mercader rico, aquí sólo podemos ofrecerle artesanías de otros reinos, mujeres extranjeras y las mejores bebidas traídas desde muy lejos; no creo que usted esté interesado en alguna de nuestras mercancías y si es que vino a pedir trabajo, déjeme expresarle que estamos saturados con nuestro personal.

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