La Historia De Jaziel (Capítulo IV)

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CAPÍTULO IV

Todos los que están aquí se darán cuenta de que es Dios quien da la victoria en las batallas. Dios nos dará la victoria sobre ustedes, ¡y así sabrán que para triunfar, Dios no necesita de espadas ni de flechas!

Cuando el filisteo se acercó para atacarlo, David también corrió hacia él y, sacando una piedra de su bolsa, disparó su honda y le pegó al filisteo en plena cara. La piedra se le clavó en la frente, y el filisteo cayó de cara al suelo.

Enseguida corrió David y se paró sobre Goliat, le quitó su espada y, de un solo golpe, le cortó la cabeza. Así fue como, sin tener una espada, David venció al filisteo. Lo mató con sólo una honda y una piedra. (Samuel 17: 47-51)


LA HISTORIA DE JAZIEL

 

Mis padres trabajaban en las minas de Israel, las que ahora son llamadas “Las minas del Rey Salomón”, ellos sufrieron mucho en aquel lugar, no querían que yo tenga su mismo destino y lucharon para cumplir ese propósito.

Ya cansados de tanto sufrimiento, un día intentamos escapar cómo muchos. En el intento mi padre murió al enfrentarse con los guardias, sacrificando su vida para que yo y mi madre tengamos un destino mejor.

—¡Huye querido hijo! —Fueron las últimas palabras que puedo recordar de mi padre—¡Escapa y cuida a tu madre!

Cumplimos con su deseo escapamos a un pequeño pueblo, pero pocos años después mi madre murió, debido a una enfermedad pulmonar que adquirió en las minas.

Esos sucesos marcaron mi vida y ya nada fue igual. Desde que tenía doce años me crie prácticamente solo, trabajando en labores donde era tratado como un esclavo y algunas veces llegué a mendigar por un poco de comida y agua. Mi vida era infeliz porque ya no tenía a mis padres y vivía en una  miseria inimaginable.

Cansado de ser pobre un día me prometí a mí mismo llegar a tener muchas riquezas y vengar la muerte de mis progenitores.

Pasaron los años, busqué equivocadamente efectuar mi venganza, me convertí en un bandido; matar, robar, maltratar y hasta violar, se convirtieron en algo común en mi vida.

Como dulce para las abejas, cada vez llegaban a mí personas que compartían mis mismos pensamientos. Pasó muy poco tiempo llegué a tener una enorme banda, asaltábamos pueblos, caravanas y a todo aquel que se nos cruzara por nuestro camino.

Apenas tenía 19 años y mi experiencia era vasta, tanto así que personas de más edad me tenían respeto y miedo.

 Con los años y las experiencias vividas tomé cariño con muchos de ellos, tanto como a una familia, una familia que nunca pude tener. Muchos componentes eran ex soldados que habían escapado de la guerra o habían quedado mal heridos.

Recuerdo a Guibor, él fue mi mejor amigo y mi mano derecha por mucho tiempo.

—¡Tu eres mi fuerza! —siempre me repetía.

—¡Y tú la mía! —alguna vez traté de corresponder.

Todo marchaba bien, hasta que un día pasó algo que nos desunió y cambio mi vida para siempre.

En un asalto a una caravana comercial, tuvimos un enfrentamiento con las tropas del rey David. Todos aquellos que consideraba como mi familia, murieron, hasta mi mejor amigo cayó a mi lado al defender mi cuerpo.

Fui capturado con vida, mi cabeza debía ser presentada al rey de Israel, era un ladrón muy buscado y me querían vivo.

 Al llegar a Judá me presentaron con el Rey David, fue entonces cuando conocí a aquel personaje tan curioso al cual consideraba un tirano.

En Busca Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora