10. La sombra amiga.

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Seguían sin dar crédito de lo que estaban viendo. El brazo izquierdo de Víctor yacía sobre el suelo, con sangre abundante. Horrorizadas comenzaron  a escuchar gritos de dolor desde la parte de arriba. Con alguna esperanza, Mireia dijo:
-Sombra gris, si estás oyendo esto me sería de gran ayuda que nos trajeras las llaves que abren las cerraduras de laa cadenas, es cuestión de vida o muerte.
En ese momento no se escuchó nada, no sabían lo que podría pasar después. A bote pronto, dos o tres minutos más tarde, aparecieron las llaves como caídas del cielo, a cinco centímetros de ellas.
Cogieron las llaves y desencadenaron sus tobillos de las insufribles cadenas. Tenían los tobillos rojos e irritados, era normal, llevaban a saber cuántos días ahí dentro. Se pusieron de pie silenciosamente listas para subir arriba y escapar. Estaban saliendo por la puerta cuando se cerró de un estallido. ¿Qué estaba pasando?
No podían abrirla, definitivamente, estaban encerradas. Otra vez.

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