~Draco~
Durante el regreso a San Mungo desmaye a Hermione, era más fácil dejarla así que oír sus pedimentos para que me quedara a su lado. Si seguía así era seguro que me convencería y eso me llevaría a cometer más de una locura.
Al dejarla sobre la cama, pude oír el murmullo de los cuidadores y sanadores empezando su jornada, alguien podría entrar en cualquier momento, aún así me quedé todo el tiempo posible.
Siendo realistas, Granger era una mujer de hermosura común. Su cabello castaño y rizado era extraño y por eso me cautivaba. ¿Como era posible que esas ondas rebeldes decorarán su pequeña cabeza? Su piel blanca y seca por la falta de sol al estar internada era acompañada por grandes ojeras debajo de cada ojo que la hacían ver demacrada, agregándole sus labios resecos y partidos que me supieron a gloria cuando por fin pude sentirlos con mi lengua.
No podía dejar de mirarla, buscando sus rasgos más hermosos con marcada obsesión. Su delgada nariz semi respingada, ese tenue color de vida que tenía en los pomulos, sus enormes pestañas y su rostro salpicado de pecas decoloradas que había besado hacía dos noches creyendo que jamás podría despegarme de ella. La bata de San Mungo no la favorecía, pero cuando le apareci el vestido dorado la primera noche, me dejó ver sus pálidas piernas, su pecho que se movía con emoción ante lo nuevo. Esa mujer de complexión exquisita me embrutecía, era común comparándola con la belleza estándar, pero a quien diablos le importaba lo demás cuando ella era perfecta para mis brazos, embrujante para mis sentidos.
Joder, estaba perdido por ella, la sangre sucia, la mujer más hermosa y perfecta del maldito universo.
—Te voy a extrañar, Granger. —confesé. Me acerque a ella y con la inquietud en mi pecho solo me atreví a darle un beso en la frente, aspirando el olor a vainilla de su cabello por última vez en un largo tiempo.
Debía alejarme antes de que no pudiera controlarme. Le había confesado mis sentimientos en un ataque de sinceridad y ella lo tomó con demasiada calma, como si no supiera que estaba mal de mi cabeza y que ese beso significaba mucho más que una muestra de afecto, su sabor ahora era una droga que necesitaría más y más hasta que no pudiera separarme de ella. Hasta que no fuera completamente mía.
Era tan capaz de encerrarla en el sótano de mi mansión con tal de saberla mía, y eso solo era una parte de mi locura. Por eso decidí no volver en un tiempo. Le prometí ir al mirador pero eso debía esperar, ahora tenía que concentrarme en mantenerme cuerdo y conseguir todo el dinero que me fuera posible, porque en cuanto mi padre se enterará de mis sentimientos por la hija de muggles era seguro que me desheredaría, me desconocería.
Entré en la oficina de mi padre después de lo mucho que me costó dejarla. Él soltaba un gran bostezo mientras bebía café en busca de despertar.
—¿¡Donde demonios te metiste Draco!? —gritó furibundo, azotando su puño tan fuerte que derramó la bebida en su impoluto escritorio.
—¿Importa? —respondí encogiéndome de hombros y sentándome frente a él con indiferencia.
—¡Sabes que no debes salir sin supervisión, pero al parecer te las arreglas para hacerlo y de paso pones en riesgo nuestra reputación!
—¿Supervisión? ¿Crees que un simple elfo domestico podra detenerme de matar a alguien? —había adquirido el hábito de burlarme de él cada que me era posible y sabia que la sola mención de un asesinato lo ponía mal.
—Tienes razón. —respondió regresando a la calma. —es muy probable que mates a alguien y termines suicidándote después, y así acabes con mis preocupaciones muchacho inútil. — sonrió satisfecho.
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Medicate
FanfictionLong-fic Hermione Granger lleva recluida 6 meses en San Mungo, el asesinato de sus padres la ha dejado en un limbo mental del que nadie parece poder sacarla; hasta aquella mañana en la que Draco Malfoy apareció en su habitación con intenciones desco...