.Prólogo.

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Cuatro perspectivas diferentes que harían una diferencia si se atrevieran a hablar pero parece que el gato les comió la lengua cuando se trata de hablar para confesar, solo deberían de admitirlo de una vez aunque es el orgullo, el miedo, la arrogancia y el hecho de ser un sabelotodo lo que no permite terminar este martirio y por fin terminar esta tortura que los ha consumido.

Todo empezó desde que se enteraron de una experiencia de la vida que a toda costa tienen que evitar en los mundos que les ha tocado existir, en el colmo de la otra esquina, la existencia de aquello que se construyó de ladrillo a ladrillo y para su mala suerte se les ha demolido en cuanto ha sido su turno de corresponder a tal etapa de la vida.

Se han enamorado.

Indefensos en su propio mundo no se han detenido de reprocharse su fatal error en calcular sus movimientos por caer en las redes del amor o mejor dicho, en las manías de un travieso cupido homosexual, no podía ser mejor.

.....¡¡Pero es que son unos pendejos!! ¡¿Quién les ha dicho que anduvieran metiendo leña al fuego?! Cuando te toca el cupido más marica de todos para flechar a tu pueblo maldito en desdichas vergonzosas debes saber que no debes darles incentivos, con decir que ese pequeño gordo alado ve amor hasta en un elefante y un gato, ya sabes lo que te va a tocar si le das caña a esa mierda que debes respetar, pero, claro... son unos idiotas que gustan de jugar con fuego sin importar si se van a quemar.

Cuatro chicos sufren de su estupidez de jugarle la verga al dios del amor. Sobre todo un chico muy orgulloso para aceptar la obra del destino que le juega cruelmente en trampas de la vida para hacerlo perder...Debe aprender por las buenas o por las malas que el hilo del destino no pude ser destrozado ni por las tijeras de aquel déspota que se cree el dios del universo, es solo un niño tonto después de todo, uno que ha caído en las garras de lo más despreciable que se juró nunca dejarse capturar como había jurado jamás pisar las tierras de San Francisco.

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Eric T. Cartman.

Cometió de un error enorme. La luna llena es el único testigo que se burla cada que lo ve pasar por algo que no ha de negar, también haría, sino fuera él de quien se tratara la cruel burla... Tenía frio y el camisón de mariachis no servía para dar el calor que necesitaba en las frías calles de South Park, el culo se le congelaba aquella maldita noche... Si tan solo pudiera rebobinar y corregir el error de ese bochornoso recuerdo sería tan feliz, como sacarse el boleto premiado de la lotería o tener un millón de dólares en la bolsa...

Asomándose por la puerta del armario con picardía, tal como McCormick con una nueva revista porno en sus manos; las cosas fueron tan claras como el agua pero tan tercas como el tapón del lavabo en dejarlas ir por el desagüe cuando interpuso la vergüenza y orgullo en ella, esto no podía estar pasándome, no a él.

Es imposible mantener sus manos cubriendo de esta verdad por siempre, el agua clara se ha llenado de porquería ante la gran mierda que debe contener desde ese día que nunca dejó salir, no lo puede permitir, porque esto si es una mierda... Estar enamorado es el comienzo de una indigestión, y tener que pensar que no tuvo la oportunidad de elegirlo sino de caer vulnerable lo deja ser el blanco perfecto de la ironía...

¡¿Dónde coño ha quedado su heterosexualidad?! Oh, cierto... En un cubículo del baño de mujeres de Casa Bonita, junto a la primera borrachera del rollizo con un pelirrojo aprovechado que ya hace un tiempo, lo hacía dudar de sí mismo...

El agua desborda de su tina y ya no iba a hacer nada para evitarlo, ¿El judío quería un orgasmo para navidad? Ya veremos quién se lo da. Porque Eric T. Cartman es cualquier cosa, pero no una zorra barata.

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Y al otro lado del espejo en la versión malvada de cada uno de los personajes favoritos de este burdo mundo, alguien intenta ahogarse en su bañera. Un mismo castaño de huesos anchos tan diferente y tan igual, sufre de la misma desgracia que este, pero ciertamente, a él no puede importarle menos y tampoco es que sea un vidente para saber de ese hecho... lo único que sabe ahora mismo, es que desea que sus pulmones dejen de arder en su cobarde elección de morir.

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E. Theodore Cartman.

De sus secretos nunca revelo nada importante ni el más tonto, a pesar de sentir una plena confianza hacia aquellos chicos que le dieron una mano en la temible oscuridad de su soledad, secretos que lo hacían feliz por más insignificantes que fueran, así como de los más tristes que lo hacían preguntarse ¿Qué es lo que hacía en este mundo?... Pero ya no más, a su diario hizo cenizas con intenciones de revelar toda lo que consumía de su corazón. Las invitaciones las había enviado con toda dedicación.

.... cometió un error...

El fuego producía un calor sofocante a sus mejillas aunque estuviera lejos de las llamas que consumían los peluches de infancia junto a todo adorno colocado en el sótano; apreciaba los recuerdos de noches mágicas y llantos inolvidables ser devorados a voluntad de quien estaba reclamando algo que no podía escuchar, no podía hacerlo, una herida en su pecho crecía hasta a llegar al rostro inundado en lágrimas que solo estallaron al ver un último peluche que las brasas no habían tocado.

Se esforzó por rescatar ese recuerdo, pero él no lo dejo y esta vez sí escucho con claridad, hilos separándose en brutalidad dejando la cabeza de una rana sonriente caer a sus pies... Lo recuerda... con el mismo dolor que solo servía para dañarlo más en cada sollozo bajo las sábanas de su adorada cama.

— Por eso no nos toman enserio, porque sigues siendo un niño— la mirada esmeralda inyecto su mortífero veneno con destino a torturar sin dar muerte piadosa.

El odio de Kyle, aun lo recorría. Y no hizo nada para detener del efecto que lo marchitaba

¿Kyle quiere que desaparezca antes de navidad? Su deseo hará realidad. 

Un orgasmo para Kyle BroflovskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora