Promesa de meñique (2)

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Salgo del edificio tratando de aligerar el nudo de mi garganta, cuando me doy cuenta estoy a medio camino del trabajo de Lexa, ya no estoy llorando en absoluto. Una cosa que he notado de los medicamentos, los llantos son pocos, e incluso cuando vienen, no duran mucho tiempo. Me siento como que debería ser algo bueno, pero una parte de mi siente que es extraño, incluso que está mal. Me siento tan culpable, herida y estúpida... y entonces me siento confundida porque por un segundo quería devolverle el beso a Bellamy, pero no estoy segura de por qué, sin duda no fue por algo sexual o romántico, pero aun así me sentía como si le debieras mucho a él. También tengo la extraña sensación de que va a ser una de las últimas veces que lo voy a ver. Lexa estaba en lo cierto en el sentido de que se trataba de un cierre, pero no fue satisfactorio en absoluto, él todavía me odia y yo ingenuamente esperaba su perdón, tal vez incluso su aprobación...

Ya ni siquiera tengo que esforzarme por recuperar la compostura, en su lugar me encuentro caminando hacia la habitación 47. Durante las últimas dos semanas Lexa ha estado trabajando horas extras diciendo que tiene un montón de papeleo para ponerse al día, y apretando en más nombramientos que de costumbre para hacer para el próximo viaje a Tennessee.

Te he quedado para hacer la cena y sacar a caminar a Heda casi todas las noches, y he disfrutado de hacer ambas cosas, Lexa me dio un discurso poco convincente acerca de cómo caminar ayuda a la depresión debido a las endorfinas o algo así. La verdad es que, por desgracia, Lexa y yo no hemos pasado mucho tiempo juntas la semana pasada, y realmente tengo que verla, por eso voy de camino a la habitación 47, asegurándome de mandarle un mensaje haciéndole que estoy llegando.

Al llegar son casi las siete de la tarde y Lexa sigue trabajando. Jasper no está en su escritorio y las luces están casi todas apagadas. Sonrío con satisfacción recordando la última vez que estuviste aquí cuando era después de hora y estaba oscuro.

-Hey Lex- digo cuando abro la puerta y la cierro detrás de mi

Incluso solo al verla ya es un rayo de luz en mi día.

Ella está sentada detrás de su escritorio, viste una camiseta rosa claro adorable bajo una chaqueta de vaquera verde botella. Coincide con sus ojos. Tiene el pelo recogido en un moño flojo con algunos mechones de pelo castaño sueltos colgando alrededor de su cara, tiene el pelo más suave que jamás he visto, es preciosa.

-Mmm...- tararea algo incoherentemente en respuesta, sin levantar la vista para darme la bienvenida. Ella está detrás de una pila de documentos y se ve totalmente inmersa en su trabajo

Sonrío cuando me siento en el sofá, un nuevo sofá rojo sangre, mis mejillas casi se ponen rojas cuando pienso en ese sofá y lo que pasó en él. Luego, me estremezco porque me siento avergonzada. Me froto la frente, ya que me duele un poco la cabeza, un paracetamol ayudaría, pero me olvide de guardarlos esta mañana. Sacudo la cabeza y trato de olvidar el molesto dolor persistente.

-Hola- digo de nuevo con una sonrisa apenas moderada -Usted debes de dejar de trabajar, venir y darme un beso- no tengo ni idea de dónde salió eso, pero estoy tan malditamente feliz de verla ahora mismo

Ella deja de hacer lo que estaba haciendo, levanta la vista de su escritorio. Sus cansados ojos se iluminan y me sonríe. Estoy aprendiendo más y más sobre ella, también estoy notando pequeños detalles. Ella tiene muchas sonrisas, pero la que tiene en su cara ahora mismo es, por mucho, mi sonrisa favorita. Es aquella en la que sus ojos brillan un poco y una esquina de su boca se curva lentamente, como casi una sonrisa, nunca se sabe lo que está pensando cuando me da esa sonrisa.

Ella suspira audiblemente y se levanta, abandonando sus papeles colocados desordenadamente sobre su escritorio. Se acerca y rápidamente se desploma al lado de mi. Desliza su mano por mi brazo, frotando el algodón de mi suéter sobre la piel de una manera que me resulta sumamente relajante, posa la mano sobre la mía, dándome un pequeño apretón. Levanta sus piernas y las coloca en la mesita mirándome con una sonrisa amable.

- 47 - ClexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora