Capítulo 22

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¿Era acaso este el número del mismo Jeremías que había dejado la advertencia en internet? ¿El mismo Jeremías que escapó de la ceremonia de bautizo de la Universidad de San Cosme? ¿Es acaso éste número de verdad?

Preguntas similares inundaban la cabeza de Daniel, encerrado en su habitación, sintiendo el aire cada vez más pesado. El número se veía extraño, era tan distinto a todos los que estaba acostumbrado a ver, no parecía real. Revisando en Google descubrió que el prefijo telefónico +212 pertenecía al país de Marruecos. Era todo demasiado extraño, dejó caer sus brazos a los costados de la silla en la cual estaba sentado, elevó el rostro al techo con los ojos cerrados y suspiró rendido.

Decidió llamar al día siguiente, en horas de la tarde, luego de haber cargado una suma considerable de saldo para efectuar esta llamada internacional. 

De pie, inquieto, dando pasos en círculos en el patio a la sombra de un frondoso árbol de mango marcó, y sonaba.

El misterioso personaje al otro lado del Atlántico atendió apurado sin revisar el remitente, se hallaba trabajando puliendo una tabla de madera con una cepilladora eléctrica. 

Se sacudió el aserrín de su ropa desgastada y retiró el cigarrillo encendido de sus labios antes de hablar.

—Marhabaan —contestó el hombre casi gritando, pues el sonido de las máquinas, sierras y taladros inundaban el ambiente.

Daniel solo escuchó un balbuceo inentendible, supuso que sería árabe o algún idioma propio de Marruecos.

—¿Disculpe? ¿Habla español? 

Un escalofrío recorrió la piel del hombre, quien inmediatamente dejó todo lo que estaba haciendo y salió a la calle para atenderlo con más calma.

—Si.

—¿Es usted Jeremías?

—No... Se ha equivocado—respondió con un acento bastante extraño, muy similar al de España pero se sentía enrarecido.

—¿En serio? Lo siento... ¿Pero seguro que no lo es? —insistió.

—No tengo idea de quien habla, mi nombre es Elías. 

—Lo siento.

Justo antes de que Daniel corte la llamada el marroquí volvió a contestar.

—¿Me dice cómo consiguió mi número? Por favor. 

—Una... Señora me lo dio... Dijo que usted podría ayudarme en algo.

—¿Quién fue? —interrogó nuevamente. 

—La señora Alpízar —respondió con esperanzas de que esto ayude en algo, y siguió confesando—. Su hija, Helena... Fue a la Universidad de San Cosme y temo que le pueda suceder algo malo.

El hombre suspiró aliviado.

—Vale... Sí, soy Jeremías—confesó al fin—. Disculpa por la mentira anterior, es que debo mantenerme en el anonimato por varias razones.

Daniel festejó en silencio, fue inevitable que una sonrisa de oreja a oreja se dibujara en su rostro. Él lo sabía.

—Los leí, en internet... La advertencia es tuya ¿Verdad?

—Pues qué suerte que pudiste leerla, siempre me las borran sea donde sea que la ponga. No sé cómo lo hacen... Ahora, para que la señora Alpízar te haya dado mi número, debe tener un problema muy grave, y ahora estoy trabajando ¿Podemos hablar más tarde?

Daniel afirmó y quedaron para hablar a las 18:00 horas. La llamada finalizó y él festejó su primera victoria. Conocer a Jeremías podría ser el primer paso hacia su meta, rescatar a Helena. 

HelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora