Aquella noche Daniel no pudo dormir bien, no pudo dejar de pensar en todo lo que había sucedido en el día, el viaje tan divertido con Dayana y la preocupación que le causaba no haber visto a Helena, ni siquiera rastros de ella.
Se levantó y se encerró en el baño, se tomó un analgésico y se sumergió un momento en la bañera para aligerar la cabeza que tan pesada sentía.
A la mañana siguiente despertó tardísimo con un dolor de cabeza más pesado que el de la noche, y unas ganas de ir al baño terribles por todo lo que había comido la noche anterior mientras vigilaba. Todo desorientado y tambaleando salió de la habitación, hizo sus necesidades en el baño, y ya con un hambre bestial decidió ir a la cocina para llevarse la amarga sorpresa de que no había nada de comida, el refrigerador vacío y un silencio sepulcral en el departamento.
¿Y Dayana?
Estuvo a punto de abrir la puerta de su habitación, pero justo antes de tomarse aquel atrevimiento recordó tocar. Para no agarrarla descuidada. Golpeó un buen rato pero el silencio mortal seguía intacto, el miedo comenzó a apoderarse de su cabeza cuando se le cruzó por la mente la idea de que podría hallarse inconsciente allí en su cama por alguna razón hasta el momento desconocida.
Ante la nula respuesta tomó la determinación de abrirla, ella podría necesitar su ayuda. De un tirón la abrió y atónito observó la cama vacía y desordenada. Exclamó su nombre desesperado buscando respuesta alguna, pero obviamente el departamento estaba vacío ¿Acaso se la llevaron a la USC? Su celular no está por ninguna parte ¿Y si por su propia voluntad fue a meterse al edificio de apartamentos donde se halla Helena?
De inmediato fue a su habitación, tomó su celular y la llamó repetidas veces sin respuesta. Hasta que justo mientras estaba colocándose sus calzados para ir a buscarla al fin sonó su celular.
—¡Dayana! —respondió de inmediato.
—No me grites ¿Qué pasó? ¿Por qué tantas llamadas?
—¿Donde estás? ¿Estás bien?
—¿Por qué no lo estaría? Vine al shopping de compras y a ver algunas cosas.
—¡¿Qué?! ¡Dios mío! ¿No pudiste avisar? —exclamó.
—Estuve tocando tu puerta un buen rato a las 7 cuando desperté, pero estabas muy dormido al parecer. Así que simplemente salí y pensaba escribirte un par de mensajes de aviso pero llegando aquí lo olvidé—confesó con una risita tonta.
—Pensé que algo te pasó, o que estabas en peligro... Mierda, qué susto me pegaste ¿Cuando vuelves?
—En un momento más, ya terminé de pasear. Y además seguro querrás venir conmigo a pasear en la tarde ¿O piensas encerrarte allí todo el día? ¡Estamos en la capital! ¡Hay que divertirnos un poco!
—Está... bien. Pero hazme el favor de pasar por la panadería antes de volver porque muero de hambre —finalizó Daniel suspirando de alivio.
El susto pasó, en menos de media hora Dayana llegó. Daniel pudo desayunar, se vistió y salieron a conocer la gran Capital.
Una ciudad tan grande y llena de gente, el tráfico interminable, los edificios tan modernos. Definitivamente era algo que Daniel nunca había visto en su vida, era su primera vez en una ciudad de verdad, como las que se veían en las películas, anteriormente solo había viajado a ciudades aún más pequeñas que la suya.
Obviamente la Capital no contaba con rascacielos tan altos ni tantos edificios, como ciudades de Estados Unidos o Europa, pero para su mente de interior ver tantos edificios juntos era algo imponente. El paisaje típico de una ciudad tercermundista medianamente avanzada.
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Helena
ParanormalLa historia de varios jóvenes totalmente extraños entre sí convergen alrededor de un misterioso libro. Un libro que estuvo guardado por más de 1500 años y que una pareja tuvo el honor de heredarlo. La pareja Wassmut solo quería servir a Dios, encon...