Me sumergí en un mar de lágrimas, no podía parar, quería aventarme por la ventana de la habitación, ya no tenía sentido seguir, Sebastián había destrozado lo poco que quedaba de mí. Lo que era, había desaparecido junto con él, me arrebató la felicidad, las ganas de vivir, todo; Simplemente ya no me quedaba nada.
Pasadas las horas, quise ir al baño que se encontraba dentro de la habitación, me levanté con cuidado; sentí molestia y un poco de dolor. Di un par de pasos pero caí al suelo, estaba tan débil a pesar de que el doctor había dado los resultados y dicho que habían sido buenos, pero claro está que en los resultados no decía cuánto dolor había en mi corazón, en mi mente y en mi alma. Me quedé en el suelo, reventé en llanto, no podía más. Esteban al llegar y verme tirada en el suelo, se acerco a mí rápidamente...
-¡Qué hacés allí! ¿Qué ha pasado? –Dijo levantándome del suelo-. ¿Estás bien?
Asentí pero no dije ni una sola palabra.
-¿Segura de que te encuentras bien? –Insistió.
Este hombre parecía no entender mi situación, no se daba cuenta de que no quería hablar y menos con él, ignoraba todas las indirectas de mi silencio. Ayudó a subirme a la camilla, luego tomó asiento en un banquillo cerca de ella y continuó en su intento por comenzar una conversación.
-Y... ¿De dónde sos? –Preguntó-. Porque de acá no sos.
Me quedé unos segundos en silencio pero a la final le respondí.
-Soy de Venezuela, pero llevo un tiempo aquí –Pensé que me discriminaría, o me vería extraño por decirle que venía del país que está pasando por la peor situación en estos momentos, pero no, lo tomó bastante normal.
-Oh ya... ¿Tu familia se encuentra acá contigo? –Preguntó-.
Su pregunta me hizo recordar lo triste que me sentía por no tener a mi familia cerca, así que simplemente agaché la mirada mientras veía mis manos, lo que lo hizo suponer que mi respuesta era: no.
-Algo me dice que la respuesta es no –Dijo pareciendo arrepentido por haber preguntado eso-. Amm... y ¿a qué te dedicas?.
-Estudio y trabajo de medio turno como mesera –Respondí sin ganas.
-Muy bien.
Se quedó pensativo, se le habían agotado las ideas para un tema de conversación, ya que yo tampoco le ayudaba mucho. Hasta que de pronto empezó a tararear una canción que se me hacía conocida pero no lograba recordar su letra.
-Conoces esta canción... ›› Sos un ángel para mi...‹‹ -Siguió tarareando-. Es de una banda llamada... Amm, bueno cuando recuerde el nombre te lo diré. –Dijo mostrando una sonrisa algo torcida.
Estaba claro que él intentaba animarme de alguna forma. Conocía esa canción, ya le había escuchado en ese programa argentino de música, pero no le contesté, solo hice el intento de sonreírle pero no me salió muy bien, no me sentía de ánimos para hacerlo.
-No quieres hablar... Está bien –Concluyó, dándose por vencido.
¡Por fin! Entendió que no quería hablar. Vaya, lo que tiene de lindo, lo tiene de menso. Pero al parecer no lo entendió del todo...
-¿Quieres que le diga a alguien que estás aquí? –Preguntó.
-No, no, estoy bien así –Respondí.
Era muy gentil pero este no era el momento, no quería que nadie me viera así, sentía mucha vergüenza, tan solo quería estar acompañada por la soledad y el completo vacio.
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Margaritas en Verano
Teen FictionSINOPSIS Alice Blanco, 18 años, una chica ordinaria con grandes conocimientos, con una belleza tanto física como intelectual; venezolana al fin. Pero por motivos de estudios y además por la fuerte situación que se vivía día a día tuvo que irse a la...