Espacio.

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Entre lo mucho que quería y las pocas posibilidades que tenía, existía un espacio que me impedía alcanzarlo... Y ese pequeño y a la vez grande espacio, dolía. Para que miento, duele...

Es en ese preciso momento donde te das cuenta de que la palabra espacio no significa más un lugar o un sitio carente de objetos o personas; en cambio, es eso que te pesa, que contiene todo lo que quieres, que te hace sufrir, que te repite una y mil veces: "no puedes porque estoy aquí"...

Y no puedo decir ésta vez que entendia lo que la vida me quería dejar dicho con esto, porque en realidad no lo hacía y no quería hacerlo. Estaba harta de tantas excusas, de que mi yo interior me repitiera: "Ten fe, sigue intentándolo, no te rindas, tu puedes". Creo que ya estaba bien de eso, que merecía ser feliz y que ésta vez, eso incluía dejar de insistir por llenar ese espacio que tanto me aturdia.

¿Inentendible para algunos? Tal vez, pero para aquel que siempre ha tenido ansias de cambiarlo todo o de al menos empezar poquito a poco para lograr lo que quiere; que vengan muchas cosas y que no sean buenas posibilidades, duele mucho y eso te rompe, destruye tus conceptos, tus ideas, tus inventos...

Y allí te quedas tú, esperando a que la vida, esta vez, sí le da la gana, haga todo el resto. Y si quiere, que ponga todo en su lugar. Tú sin embargo, sin importancia alguna después de tanto luchar, no pides nada, no deseas nada, no insistes, no peleas, sólo te quedas ahí, respirando de aquel pesado espacio, dejando que las cosas fluyan y que por primera vez todo sea hecho "como sea".

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