HAGRID

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Quitó con cuidado las gafas torcidas del rostro de James, y con un tembloroso pero gentil toque le cerró los párpados. Le dolía la expresión de horror con la que había dado su último suspiro, ahora, con la mirada sellada, era más fácil imaginar que dormiría por la eternidad. Volvió a acomodar los anteojos en su sitio. 

—Adiós Cornamenta.

Con las mangas de la cazadora se secó las lágrimas, y se llenó los pulmones de aire para espabilar. Tenía que buscar a Lily y a Harry. Se incorporó y echó andar escaleras arriba. A medida que subía los peldaños, se hacían cada vez más audibles unos extraños lamentos guturales provenientes de la planta superior.

Levantó la varita en postura defensiva. Distinguió un puñado de astillas sueltas y escombros en los peldaños de la escalinata pues crujían cada vez que las pisaba. Había ocurrido un estallido, o eso le parecía, miraba como el marco y la puerta de la habitación del bebé estaban destrozados, y los extraños lamentos eran ahora claros y sonoros.  Sirius sintió una angustia punzante escociendo desde su interior, la respiración era irregular y las muñecas le temblaban. No quería seguir caminando, después de ver a James no sabría si podría con más.

Al asomarse reconoció de inmediato la mata de pelo greñuda, así como la prominente espalda del semigigante que ocupaba una gran parte de la habitación. Estaba de rodillas en el piso, llorando con la cabeza baja. Black aflojó el puño con el que sostenía la varita. Era Hagrid. Inhaló una bocanada de aire.

—Hagrid —susurró. El gigante no se sobresaltó, seguramente había advertido sus pasos desde la escalera.

—Bathilda escuchó una explosión—Sollozó el de barba, estaba encorvado y tenía algo en los brazos. —Dumbledore me envió, llegué tan rápido como pude...pero...era demasiado tarde... James y Lily...

Hagrid no terminó de hablar, pero no era necesario que lo hiciera. Los cabellos rojo oscuro de Lily Potter resbalaban en su espalda y se derramaban por el piso. Sirius tragó saliva a medida que daba pasos titubeantes para examinarla.

—Lily —masculló con tristeza cuando se inclinó, posando una rodilla en el piso, para acomodarle un par de mechones que le atravesaban el rostro—, también a ella.

Sirius se sintió obligado a sellar la mirada verde de Lily con un cuidadoso y gentil tacto a palma abierta, así como lo había hecho con James. Desde esa posición se llevó las manos a la frente para presionar sus sienes. Debía aliviar ese dolor que le carbonizaba la cabeza. No se atrevía a mirar a la cuna. No estaba preparado para ver al bebé Potter muerto. Habría sido demasiado, Voldemort los había matado, a todos. Era el peor golpe  que había recibido en toda su vida, uno del que (estaba seguro) jamás se llegaría a recuperar.

—Esto no debía pasar, ellos estaban protegidos, Dumbledore lo había asegurado—Lamentó en voz alta Sirius. Negaba el rostro, deseaba que fuese una pesadilla, un encantamiento confundidor, una realidad falsa plantada en su cabeza... pero era real. Muy, muy real.

Sirius Black, Escape de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora