Capítulo 4.

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Me paré en seco por unos segundos, pero cuando quise voltear a verlo ya no estaba. Me giré desconcertada y seguí mi camino.

Pasé entre cada pasillo existente lleno de puertas, hasta que di con la oficina. Entré sin tocar, y vi frente a mí a ese viejo asqueroso que se hacía pasar como el supervisor del área. Cerré la puerta detrás de mí y me fui a tirar a uno de los asientos disponibles y aventé mi mochila en la silla restante. Recargué mi codo en el escritorio y puse mi cabeza en mi mano y comenté después de varios segundos de silencio:

-No has cambiado nada, Pete -dije en confianza.

-Bienvenida de nuevo, señorita Hane -contestó ignorando mi comentario anterior.

-Sí, sí, como sea -dije aburrida -. Puedes comenzar por decirme en dónde voy a dormir para que me pueda ir -se me quedó viendo con cara seria, y proseguí-. Si no es mucha molestia, claro -contesté fingiendo cordialidad.

Me siguió viendo con el mismo gesto y después de unos segundos sacó un folder de su cajón y lo lanzó cerca de mí. A la gente le gusta lanzarme las cosas, al parecer.

-Ahí viene toda la información que deseas saber. Puedes retirarte.

Voltee a verlo de forma burlona, y en cuestión de segundos salí del lugar. "Viejo amargado", pensé.

Revisé el papel que estaba dentro del folder. Encontré unas llaves, y después de tomarlas me cercioré de saber los datos correctos para después tirarlo a la basura.

Al parecer mi habitación estaba del otro lado del edificio en la planta alta. Pasé por casi todo el lugar, hasta que llegué a las escaleras. Encontré después de 20 minutos de haber estado perdida mi habitación, y entré. La habitación no era más que una basura con muebles. A mi izquierda había un librero con pocos libros y junto a el se encontraba un mueble con una televisión. A la derecha pegada a la pared se encontraba una cama. A su izquierda se encontraba una mesa de noche y a la derecha una nevera. Frente a la cama se encontraba una puerta de lo que supongo es el baño y enseguida del baño se hallaba un closet.

Suspiré cansada y aventé la mochila a la cama para después checar la nevera. Vacía. Parpadee frustrada y cerré la nevera de un golpe. Saqué las botellas de agua que llevaba en la mochila y las metí en la nevera, para después volver a la cama y tirarme a descansar.

No sé cuándo van a comenzar mis sesiones con el psicólogo, pero sé que serán pronto. Y eso me cansaba más. Me levanté y me dirigí al baño para lavarme la cara, y mirarme después de mucho tiempo a los ojos. Derek tenía razón. Inconscientemente mi mirada y mis ojos se habían vuelto más penetrantes y tímidos. Me miré con desprecio y volví a la cama.

*

Me desperté gracias a unos golpes en la puerta. Gruñí por lo bajo y me levanté a secas para ir a abrirla. Derek estaba detrás de la puerta, con una sonrisa reluciente. Eso no me ponía feliz en lo absoluto, si era lo que quería lograr.

-¿Qué? -pude pronunciar desganada.

-Qué cara -contestó agraciado-. Es hora del almuerzo.

-Y...

-Báñate, te espero abajo.

Dio media vuelta y se fue por donde vino.

Pensé varias veces en si bajar o no, pero el hambre me ganó. Me bañé y me puse el otro cambio de ropa que llevaba (o mas bien el único que me quedaba) y bajé.

La gente se me quedaba viendo como si fuera una psicótica extraña. Y en sí, puede que parezca loca por mi cara de pocos amigos -o las prendas que llevaba puestas. Estaba consciente de ello. Pero enserio que no era necesario voltearme a ver, porque ni para que me vean merezco la pena. Y yo tampoco tengo el tiempo de andar lidiando con caras largas que sólo tienen ganas de joder. Entré al comedor y comencé a ponerme nerviosa al ver a toda la gente presente. Traté de calmarme un poco cuando sentí que alguien me tocaba el brazo.

-Creí que no vendrías -me dijo Derek mientras comenzábamos a caminar hacia la barra de comida. Tomé una charola y me serví un cartón de jugo y un pedazo de pizza. Si de algo estaba segura es de que la pizza no puede faltar en mi comida diaria. Es más como una obsesión que un sólo alimento.

Lo bueno de mi historia, es que nunca sufrí con problemas alimenticios. Y ese no es el fuerte de esta institución. Ellos tratan a los locos, como yo y como Derek. Nos fuimos a sentar a la mesa más alejada de todos a mi petición, y comenzamos a comer.

-¿Qué sucedió? -dijo mientras terminaba su comida a la par que yo.

-¿De? -contesté.

-¿Qué sucedió con Scott? -me contestó en un tono obvio. Al oír su nombre me estremecí y decidí mejor darle un trago a mi bebida en vez de contestar. Me cercioré de que no hubiera nadie que pudiera oir, pero todos estaban entretenidos en sus pláticas.

-Se volvió loco -dije después de unos segundos de silencio-. Cuatro días antes de que me llamaras, él había intentado matarme -le dije volteándolo a ver a los ojos, recibiendo de su parte una mirada de sincero dolor y apoyo-. Tuve que huir. Fue cuando me metí a ese hotel de mala muerte. Es todo.

Derek decidió callarse antes de decir nada. No es que sepa leer mentes, pero en su pensamiento número uno estaría: "te lo dije". Pero sé que él entiende. Lo sé, porque optó callar. Pero eso no le quita el pensar que yo me equivoqué. Y yo también estoy consciente de ello.

Terminaba de comerme la pizza cuando oí una voz que me amargó el día, la semana, el mes y todo el año.

-Qué onda, raritos -comentó detrás de mí la chica más chiflada que me pude haber topado en la vida. Se llama Scarlet. Me gustaría mejor decir "se llamaba", pero no todo en la vida se puede.

Me paré en seco y dejé de masticar. "Por qué justo ahora?" pensé.

-Dije -se aclaró la garganta-, qué onda, rarit-

-Ya te oímos -la interrumpí.

Se sentó enseguida de mí y suspiró divertida.

-No me gusta que me hablen en ese tono -dijo volteándome a ver, pero yo no le devolví la mirada-. Y tampoco que me ignoren.

-Qué mal, porque lo estoy haciendo justo ahora -contesté sin siquiera voltearla a ver. Estaba empezando a enojarme, y eso no me haría bien-. Así que, si no quieres que te ignoren, ve con alguien que te quiera -oh, espera... -me interrumpí a mí misma-, nadie te quiere -dije volteándola a ver con una sonrisa irónica. Su mirada se tornó de divertida a cabreada. Tomó el pedazo de pizza que me quedaba, lo aplastó con su mano y lo tiró al suelo. Moví mi quijada de una forma burlona y voltee a ver a Derek con mi típica mirada de "¿puedo patearle el trasero?" pero él me devolvió una mirada en negación. Al carajo con eso.

-No me gustan los problemas -contesté en un tono tranquilo, al borde de la exasperación.

-A mí sí.

Y tiró mi jugo al suelo. Esa fue la gota que derramó el vaso. Antes de hacer nada pude oír a Derek decirme que no lo hiciera. Muy tarde. Ya la había tirado al suelo. Salté sobre el asiento y me tiré sobre ella a seguir golpeándola. Nadie me hacía enojar, y mucho menos, tiraba mi comida al suelo. Pude oír cómo los abucheos y los gritos comenzaban a hacerse más altos y más fuertes a mi alrededor.

Sentí cómo alguien me alejaba de Scarlet haciendo que me levantara y me tomaba por los brazos, deteniéndome. Una de las putitas de Scarlet llegó a la escena y la separó de mi agarre. Mi respiración estaba agitada y mi corazón latía a más no poder.

-NADIE, se mete conmigo -y recalqué el nadie con tanta rabia, que los ojos de Scarlet se abrieron más de lo asustada que estaba-. ¡Suéltame para terminar de matarla! -grité a quien fuera que me estuviera deteniendo.

-No lo creo, porque tú vienes conmigo -Dijo una voz masculina desconocida detrás de mí. Me tomó del otro brazo haciendo que lo volteara a ver.

En el pequeño vistazo que le pude dar, vi que el tipo era bastante guapo, a mi parecer. Tenía el cabello castaño, la nariz de perfecto tamaño, unos ojos verde azulados preciosos que captaron mi mirada al instante, y una sonrisa burlona que me hizo olvidarme de todo.

-¿Y tú quién eres para decirme qué hacer? -le contesté después de haberlo inspeccionado de arriba a abajo.

-Yo, querida bestia, soy tu nuevo mentor.

Breathless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora