Capítulo 6.

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A medida de que él terminaba de decir todo mi rostro se hacía notar cada vez más confuso y enfurecido. Mi mente estaba llena de emociones y pensamientos que me estaban taladrando (literal) el cráneo. Mi cuerpo comenzó a estremecerse más, y yo estaba hecha pedazos.

—¿Qué está usted diciendo? —dije tratando de ignorar las lágrimas que amenazaban salir de mis ojos, sonando lo más tranquila posible. Hubiera pagado mil dólares para haber oído algo muy, muy distinto a lo que él me acababa de decir.

—Me temo que no es nada que no sea verdad, señorita Hane —me contestó lo más tranquilo del mundo—. Por lo tanto...

—No, ahora usted se calla y me deja hablar a mí —lo interrumpí deslizando la silla brutalmente hacia atrás (que juro que había tirado) al mismo tiempo que le daba un manotazo al escritorio.

Su rostro se puso más tenso, pero optó por callar. Buena elección.

—Déjeme entender lo que dijo —le contesté tratando de sonar lo más tranquila posible, sin moverme de mi posición—. Lo que usted me está diciendo, es que a pesar de haber tenido problemas con mi anterior mentor, mencionado por usted, por cierto, quiere dejarme en disposición de alguien que ni siquiera sé su nombre, para seguir con mi tratamiento —le contesté enfurecida. Trató de hablar, pero lo ignoré y proseguí—. ¿Estoy en lo correcto? —le dije mirándolo a los ojos, a lo que él sólo me devolvió la mirada—. Quiere que viva con él, ateniéndome a que él puede ser o un total asesino o un brutal amante del sexo que viola a toda mujer que pasa enseguida de él —"Mal ejemplo" me reproché—. Estoy por cumplir mis 18 años, y me parece una total estupidez que ustedes quieran seguir arruinándome la vida mandándome a vivir con un completo extraño. Lo siento, pero si mi tía no ha confirmado nada, yo no voy a seguir sus órdenes —contesté apuntándolo. 

—Si, me permite, señorita Hane, aún no he terminado de explicarle bien las cosas —me contestó al borde de la exasperación. 

Volví a levantar la silla para tomar asiento y esperé a que él prosiguiera.

—Estoy en total acuerdo con usted —contestó tratando de ponerse en mi lugar, supongo que para calmar las cosas. No funcionaría—. Pero me disculpo por no haberle terminado de aclarar las cosas.

No dejé de mirarlo nunca a los ojos esperando a que dijera algo que me salvara de este hoyo, pero parece que quería hundirme más.

—Por la misma razón que usted es menor de edad aún, hemos hablado con su tía anteriormente, y ella está totalmente de acuerdo en que esto siga así.

—Pruébelo —contesté firme.

Sacó una hoja enorme de uno de sus cajones, y le dio media vuelta para enseñármela. La tomé y comencé a leer todo, hasta llegar a la parte baja de ésta, haciendo que mi estómago se desplomara, dándome un dolor de estómago punzante. 

La firma de mi tía estaba plasmada ahí, aceptando todo trato que ver con esta institución. No despegué los ojos del contrato, y él siguió hablando.

—El gobierno de Estados Unidos está consciente de esto, si tenía duda. Ellos están en total acuerdo de que, teniendo pruebas de su estado de salud, usted no puede salir de aquí hasta estar en correcta forma. A pesar de ser mayor de edad.

El coraje se estaba haciendo presente, y dudaba que después de que terminara de hablar o uno: comenzaría a horcarlo hasta matarlo, o dos: lo mataría sin pensar cómo.

—Si usted quiere arreglar esto, tiene que presentarse con el gobierno. Pero debe de estar consciente que el gobierno no aflojará lo anterior dicho.

Este era uno de esos momentos en los que no tienes más ganas de vivir, esperando a que literalmente la tierra te tragara. Cerré los ojos, imaginando que esto no estaba pasando, pero cuando los abrí de nuevo la realidad estaba frente a mis ojos. No había nada más que pudiera hacer. Mas que intentarme suicidar. Sería una opción.

—Todo esto se hace por usted, señorita Hane. No queremos que lo vea como una amenaza.

—Es lo que es —le contesté evitando su mirada. Si volvía a ver a ese hombre en mi vida y tuviera una lista de gente por matar, él estaría en primer lugar. 

—Esperemos que el señor Jones haga un buen trabajo, porque no es sólo uno de los mejores pilares que tenemos, es uno de los mejores mentores de todos los psiquiatras de Estados Unidos. Y debería estar agradecida. 

Tenía la frente recargada en mi mano, asimilando todo lo que había oído anteriormente. Vi cómo colocó una hoja que era tradición darlas aquí. Decía "¡Bienvenido a casa! y una carita sonriente impresos. Tomé el papel y lo rompí en pedazos. Le tiré los pedazos a la cara y me retiré del lugar azotando la puerta.

Esto no podía estarme pasando. 

Llegué furiosa a mi habitación y me tiré a la cama. Tomé una almohada y la coloqué en mi rostro, gritando hasta que mi garganta ardió.

Me fijé, y había dejado la puerta abierta. Me levanté corriendo a cerrarla pero el tal "Jones" puso el pie y la volvió a abrir.

—Lo siento mucho... —dijo frotándose la nuca—, pero esto tampoco lo elegí yo —me volteó a ver a los ojos con una pizca de culpa.

Me quedé parada frente a él, examinando su rostro, prefiriendo no contestarle. No estaba de humor. 

—Evan —dijo finalmente extendiéndome la mano. Voltee a ver su mano, y un segundo después le había cerrado la puerta en la cara.

Breathless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora