Capítulo 7.

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—Si me dieras el paso, podrías saber cuál es tu castigo —lo oí decir detrás de la puerta.

—¿Todavía hay más castigo? —le contesté.

—No es tan malo, después de todo. ¿Te gustan los niños? —me preguntó.

Niños. Esas pequeñas basuras que sólo son buenas para golpearte y tratarte como muñeco de box.

—No —le contesté irritada. 

—Él pensó que te vendría bien convivir con niños. En vez de las sesiones con tu psiquiatra, estarás una semana con ellos.

—Bien, como sea —dije dando por terminada la conversación.

Fui a acostarme un rato, a pensar en todo lo que había pasado anteriormente. 

Mi vida ahora sí que estaba deshecha. Mi vida se había echado a perder. Todos mis planes de viajar, de hacer una nueva vida, se habían ido. 

Este momento puede ser uno de los más desgarradores que he tenido en la vida. Saben qué es lo peor de decirte con otras palabras que tu vida estaba hecha mierda? sí, que la ibas a vivir a lado que alguien a quien ni siquiera conocías. ¿Qué me podría esperar a lado de un nuevo mentor? No estaba lista para volver a sufrir. No ahora.

Los toques en la puerta hicieron salirme de todos mis pensamientos, y fui a abrir.

Derek estaba detrás de la puerta, con una mirada de culpa y entendimiento. Dejé la puerta abierta y me fui a sentar al pequeño sillón, dejándole un espacio. Cerró la puerta y se sentó a mi lado.

—Mi vida está en el hoyo —le dije. 

—¿Qué sucedió haya adentro? 

—Lo peor que pudo haberme pasado —hice una pausa, después de haber recapitulado todo lo sucedido, y proseguí —. Me han dicho que tengo que hacer mi vida con el nuevo mentor.

—No es tan malo. Está cuero—me contestó bromeando y yo lo golpee en el brazo. 

—¿Qué es exactamente lo que esperas de la vida? —Me contestó serio.

—Vivirla. Así de simple —le contesté viendo un punto fijo —. ¿Cómo reaccionarías tú, si te dijeran de un día para otro que tendrás que hacer tu vida a lado de una mujer que ni siquiera conoces, y te dicen que no hay nada que hacer? Estarías pelando contra el gobierno de los Estados Unidos. Y tus expectativas sobre la vida, se van a la basura. Todo lo que creaste en tu mente en un pasado, se va a la basura.

—No estarás con él toda la vida. Hasta que tú estés bien. 

—¿Es que no entiendes? yo nunca voy a estar bien. Yo soy así. Nadie me puede cambiar.

—Entonces cámbialos tú a ellos. No hagas que arruinen tu vida. Si quieres salir de aquí, juégales sucio. Como siempre lo has hecho. Hazles creer que estás bien. Haz caso a todo. Lucha por ti. No por nadie más. Por ti, y sólo por ti.

Sus palabras hicieron un clic en mi cabeza. Tenía razón.

—¿Por qué mi tía insiste en mandarme aquí? —le contesté esperando una respuesta, sabiendo que no la había. 

—Tal vez quiere que descubras algo por tu cuenta.

Puso una mano en mi rodilla, y en un instante se fue, dejándome con una enorme duda.

¿Que descubra algo por mi cuenta? ¿qué? 

Me levanté bruscamente para alcanzarlo, pero me asomé al pasillo y ya no estaba. 

Me quedé pensando por un momento, y me volví a meter al departamento. 

*

Me desperté, por enésima vez, gracias a los ruidos de la puerta.

—¿Por qué la gente se empeña en despertarme tocando a la puerta? —dije lo suficientemente alto para que me oyera quien fuera que estuviera fuera.

—Hola —contestó una voz que a estas alturas era difícil de no reconocer. Era Evan.

Mis defensas cayeron al suelo, haciéndome volver a la realidad. Estaba a punto de irme a vivir con alguien que no conocía. Esa era la triste y asquerosa realidad. Me levanté a duras penas y fui a abrirle la puerta.

—Buenos días —me dijo sonriente. Lo voltee a ver indiferente y dejé la puerta abierta, insinuándole que pasara —. ¿Te acabas de despertar? —dijo observando mi departamento.

No me tomé la molestia de contestarle, a lo que él entendió y tomó asiento en el sillón.

Tomé el cambio de ropa menos sucio que tenía, y me dirigí al cuarto de baño. 

Guardé la ropa sucia junto con lo que restaba en la mochila. Me puse mi chaqueta, y tomando una coca cola del mini-refrigerador (al parecer Derek la había dejado ahí) salí del lugar, esperando a que me siguiera. Pero no lo hizo.

—¿Piensas salir? —le dije frustrada. Él se tomo su tiempo, y después de haber avanzado como tortuga, cerré el lugar.

Pensé en pasar a despedirme de Derek, pero lo vería mañana. Así que opté por no ir con él. Sin darme cuenta ya estábamos en el auto de Evan para ir a la ciudad. 

En ningún instante despegué la vista de la ventana. No podía dejar de pensar en qué seguiría después de todo esto. Estaba consciente de que mi vida iba a dar un giro de 360° al llegar a cualquier  lugar al que fuéramos. Por una parte me sentí mejor al salir de ese lugar. Pero por otra, me sentí peor.

El silencio era algo que agradecía, pese a estar oyendo las gotas de lluvia que juraba que romperían el vidrio, lo agradecía en verdad. 

Después de un silencio infinito Evan se dirigía al estacionamiento de un hospital. No alcancé a ver el nombre, pero lo que sabía es que era urgente por la expresión de su rostro que cambió drásticamente.

—No sabía que tenías a alguien aquí —le dije después de unos segundos de haberlo pensado.

—Yo no —dijo volteando al espejo para estacionarse —. Tú sí. 

Breathless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora