Capítulo 10.

52 3 0
                                    

Good Old Fashioned Lover Boys de Queen hizo que me despertara.

Me recargué confundida con mi antebrazo al ver que Evan simulaba estar cantando con un micrófono alias control en la mano.

No pude evitar reír, a lo que él se asustó y se cayó de espaldas con el sillón.

—Mierda, Louisiana. Creí que aún seguías dormida.

—De mis favoritas sin duda.

Se levantó frotándose la sien, y para hacer que le doliera más la cabeza, pensé en decirle algo. Me fijé en el reloj de la pared. Tenía un diseño de Winnie Pooh.

—¿Es enserio? —le dije irónica.

—¿Y ahora de qué te vas a reír?

—Tienes un reloj —siguió sin entender—. De Winnie Pooh.

Dirigió su mirada al reloj y comenzó a reírse nervioso.

—¿A quién no le gusta Winnie Pooh? estaba en oferta.

—¿No te da vergüenza ser tan infantil?

—¿No te da vergüenza ser tan molesta? —dijo cruzándose de brazos con el ceño fruncido—. Es sólo un reloj. No hay nada de qué burlarse. Creo.

¿Quién se creía para criticarme? Yo no lo estaba criticando. Sólo le dejaba en claro que era un infantil. Y eso no tenía nada de malo.

—Oh, ya entiendo. A la señorita no le gusta que le digan sus verdades, pero le encanta estar criticando a cada persona que ve —dijo haciendo gestos con las manos.

—Vaya, pasamos del chico lindo y tranquilo al rebelde idiota. Aunque, siempre has sido idiota —dije levantándome, dándole la espalda.

—Pasamos de bestia a ogro —pude oír cerca de mí.

Me di la vuelta para encararlo, pero su presencia me calló. Estaba claramente indignado. Su rostro estaba muy cerca de mí. A centímetros más bien. Pude ver con claridad su rostro: ojos color verdosos/azules tan, pero tan impactantes, acercándose a asesino serial por la mirada que irradiaba. Su cabello estaba alborotado, de un color castaño caca.

Y, claramente, estaba enojado. Pero era lo que menos me importaba ahora.

—No todos los monstruos son malos, ¿sabes? No tienes que pretender que eres mala para sentirte bien contigo misma. Puedes llegar a ser cálida si alguien te trata bien. Yo sólo quiero que no me veas como tu enemigo, Louisiana.

No pude articular palabra, y en vez de eso me alejé de él y fui a buscar mi ropa para darme una ducha. Apestaba a rata podrida, seguramente.

—¿A dónde vas? —dijo poniéndose rápidamente una camisa de cuadros, ya que estaba sólo con una camisa blanca musculosa.

—Lejos de ti, si es posible —le contesté entrando al baño.

Me bañé y me lavé los dientes con un cepillo que había comprado a la pasada. Me puse la misma camisa que me había prestado y los anteriores pantalones (sucios, por cierto). Y por su fuera poco, ya no tenía calzones. Ví que tenía unos cuantos bóxers aventados en un mueble de ahí mismo, los olí (sólo para cerciorarme de que no estaban sucios) y me los puse. Los he usado toda mi vida, y ya estaba bastante acostumbrada a ellos, que no me era raro.

Salí y ahí estaba <de nuevo> él con una caja de un disco en una mano y la otra extendida hacia mí.

—No pretendía hacerte enojar, bestia. Lo lamento. ¿Amigos de nuevo?

—Sabes que menos te voy a perdonar si me dices bestia, ¿verdad?

—No creo que me odies después de regalarte esto —dijo enseñándome el disco. Era el disco de todas las series de Sherlock Holme—. ¿Amigos? —insistió aún con la mano extendida.

Breathless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora