Capítulo 9.

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Sentí cómo mi estómago cayó hasta el suelo haciéndome estremecer y cómo las lágrimas amenazaban por salir.

Mi cuerpo cayó al instante. Una señal de mi debilidad. Mis piernas temblaban, o más bien todo mi cuerpo temblaba. 

Tenía un ataque de crisis. 

 —Sácame de aquí —le dije a Evan que estaba justo al lado de mí sentado en el suelo. 

Evan no dudó y me tomó por los brazos lo más pronto posible. Se habían acerado unas enfermeras con agujas y no pude evitar verlas horrorizada. ¿Ven a lo que me refiero? los hospitales de lo único que se encargan es de recordarte lo loca que estás, y si tienes un ataque de pánico lo único que se les ocurre hacer es dormirte hasta que te tranquilices, en vez de arreglar el problema. 

—¡No más agujas! —pude oír decir a Evan entre todo la gente a nuestro al rededor hablando y los enfermeros que estaban ahí. 

Era el centro de atención para unos y la burla para otros. Buena forma de comenzar el primer día de mi miseria.

Evan me sacó rápidamente de ahí y nos metimos rápido al auto ya que estaba lloviendo muy fuerte. No era problema para mí, pero podría agarrar un resfriado y lo que menos quiero en estos momentos es estar enferma. Tomé unas pastillas de la mochila y me las pasé con agua.

—Lo siento —dijo después de unos segundos de silencio—. En verdad lo hago.

—¿Sabes? lo que más me da risa en estos casos es que la gente trata de ponerse en tu lugar siendo que ni siquiera lo sienten. Es sólo para verse cordiales. Pero en mi caso no es necesario hacerlo —me había volteado a ver confundido, y después de unos segundos dijo finalmente: 

—Estoy tratando de apoyarte, Louisiana. No estoy tratando de ser cordial. Cuando yo digo algo, es porque lo digo de corazón. No me conoces.

—Sí, y no quiero hacerlo.

Le di la espalda flexionando las piernas sobre el asiento y detuve mis piernas con los brazos. Recargué la cabeza en el vidrio, y suspiré cansada.

¿Por qué le pasan cosas malas a la gente mala? no lo entendía. También tenemos sentimientos, y por muy escondidos que estén siempre van a salir a la luz en una situación como esta. A pesar de tener el corazón como yo; negro y sin vida.

Fue mi culpa que muriera. Yo la hice pasar por todos esos problemas. Yo soy la única culpable de su muerte por el simple hecho de ser yo y estar cerca de ella. Tal vez lo mejor que pude haber hecho desde un principio es irme. Y no con Scott. Por mi cuenta. Porque si no molestaba a mi tía, no la haría sentir peor de lo que ya estaba conmigo. 

Así que, recopilando todo: fue mi culpa. 

Y ya no podía regresar el tiempo para decirle perdón, porque ya no estaba aquí. 

Estiré las piernas y recargué la cabeza en el asiento.

—No es tu culpa, Louisiana. Era su momento —me dijo después de unos minutos. Esas palabras hicieron que me pusiera a pensar más. ¿Cómo sabía lo que estaba pasando justo ahora por mi mente?—. Ella sabe cuánto la quieres. Ella va a seguir contigo. Inconscientemente, le has cocido unas alas para partir. Ella ya no va a caer. Ella es feliz. 

Sus palabras me hicieron pensar. ¿Alas?   

Dio un largo suspiro y finalmente sacó un cigarrillo. 

—No espero que me contestes bien, porque te entiendo. Sé cómo se siente ver morir a alguien sin poder decirle que la quisiste. Mi madre murió en un accidente de auto. Estaba peleado con ella cinco minutos antes de lo sucedido —me quedé viendo hacia el frente, sin ninguna expresión. Pero internamente lo entendía. Lo decía de verdad—. A veces la vida te da sorpresas desagradables. Pero es una de tantas pruebas más que te dará. No dejes que eso te estanque, Louisiana. Porque si permites que la vida te juegue una mala jugada, la que va a ganar es ella. Y tú perderás. 

Breathless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora