1. Ayuda

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— ¡¡Yeiri!! — gritó un frustrado YoungJae, ingresando a mi habitación sin tocar la puerta ni preguntar si me encontraba ocupada o, siquiera, vestida.

Un poderoso chillido de espanto se precipitó por entre mis labios y di un respingo del susto sobre el banquillo de madera en el que me encontraba sentada pintando. Sacudí mis brazos con desesperación intentado recuperar el equilibrio perdido pero fue inútil y, en cosas de segundos, me encontraba tirada en el piso de mi cuarto, con mi costado izquierdo adolorido y el pincel que usaba en el piso, dejando una significativa mancha color verde que luego tendría que limpiar.

— ¡Maldición! — me quejé en un grave gruñido de fastidio.

YoungJae, como el buen amigo que era, rompió en sonoras y escandalosas carcajadas en la entrada. Sus brazos, rodearon su estómago y su boca se abrió a su máxima capacidad mientras se reía de lo que él mismo, causó.

— Eres un idiota, Choi — solté molesta, levantándome y recogiendo el piso de madera para posicionarlo nuevamente frente al atril, el cual, había sido un regalo por parte de JaeBum para mi cumpleaños número quince. — ¿Qué diablos te pasó para entrar de esa manera?

— L-Lo... JAJAJAJAJ— intentó hablar pero se vio interrumpido con su propia risa. Crucé mis brazos bajo mi busto y esperé a que la nutria, se terminara de reír para que me explicara qué era lo que lo tenía tan frustrado hace unos segundos.

Tomó grandes bocanadas de aire para regular su respiración y se dejó caer en la orilla de mi cama mientras, secaba una pequeña lágrima que se había escurrido de su ojo derecho.

— ¿Estás bien?

— ¿Ahora te importa cómo me encuentro? — cuestioné, a lo que él simplemente sonrió inocente y se encogió de hombros. — Sí, estoy bien. Ahora, ¿me dirás la razón por la que entraste gritando como un loco a mi cuarto?

Asintió y, la sonrisa de su rostro, se desvaneció en cosa de segundos. Me senté nuevamente en el banquillo frente a él y aguarde para que hablara, curiosa y algo preocupada por ver aquella expresión afligida.

— ¿Y bien?

Jugueteo con sus manos, nervioso y sus brillantes ojos cafés, se anclaron a los míos.

— Tú... ¿Me enseñarías a conducir? — preguntón con su voz teñida de inseguridad y ruego.

Mis cejas se alzaron con sorpresa para luego fruncir mi entrecejo tras procesar sus palabras.

¿Quiere que le enseñe a conducir?

— Creí que Jae te estaba enseñando.

— Sí... Bueno... — murmuró, desviando la mirada con sus mejillas adquiriendo un color carmín que lo hacía lucir realmente tierno.

— No, no, no... — la reconocible voz de mi hermano mayor resonó en la habitación y desvíe mis ojos para posarlos en JaeBum, quien se encontraba apoyado contra el marco de la puerta con sus manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones rasgados. Una gran sonrisa divertida rompió en sus labios. — Yo ya me rendí con él.

— Creí que Im JaeBum jamás se rendía.

— Hasta ahora. Durante estas semanas me he dado cuenta que YoungJae y los carros, no son compatibles y...

— ¡¡Tú te enojas muy rápido y me pongo nervioso!! — se excusó la tierna nutria.

— ¡¡Es que eres imposible, YoungJae!!

— ¡¡Mentira!! ¡¡Tú eres un mal profesor!!

JaeBum lo miró completamente indignado ante sus palabras.

— ¡¿Yo?! — se señaló a sí mismo. — ¡¡Yo no soy un mal profesor!! ¡¡Lo que pasa es que TÚ eres un terrible alumno y un pésimo intento de conductor!!

YoungJae abrió la boca para contraatacar pero lo interrumpí antes de que toda esta situación, se saliera de control y los mejores amigos, terminaran diciéndose cosas de las que luego se arrepentirían. No quería estar de mediadora entre los dos y, mucho menos, soportar los tensos silencios que se creaban cuando alguno de los chicos discutían.

— Bueno, bueno... ¡Ya! Las peleas de pareja fuera por favor — pedí, señalando la salida.

Ambos me miraron furiosos.

— Sólo lograras perder tu tiempo, Yeiri — advirtió Jae antes de irse, dejándome a solas con el castaño.

YoungJae suspiró pesadamente.

— ¿Me ayudaras?

Fruncí los labios

— ¿Por qué no le pides ayuda a Mark? — interrogué, recordando que el pelirrojo fue quien me ayudó a conseguir mi licencia el año pasado.

— Mark y JinYoung están ocupados con temas de la universidad — explicó, descartando de inmediato a mi segunda opción.

— ¿Jackson?

— Estoy enojado con él. No deja de refregarme en la cara el que él tenga licencia y yo no.

— ¿Yugy?

— No le pediré que me ayude. Me molesta que a cada rato este diciendo: ¡Hyung! ¡¿Por qué no puedes hacerlo?! ¡Es fácil, si yo puedo tú puedes! — dijo, imitando la voz de mi amigo y compañero de clase en la universidad. —, Y que luego me quite del asiento del conductor para mostrarme cómo hacerlo. Y además, su paciencia se va por el caño tan rápido como la de JB.

— ¡¡TE OÍ!! — chilló, mi hermano.

— ¡¡NO ME IMPORTA PORQUE ES LA VERDAD!!

Bufé sonoramente ante lo infantil que sonaron ambos y saqué mi última carta, una que de antemano, sabía que no serviría de nada pero que valía la pena intentarlo, ¿no?

— ¿Qué pasa con Bambam?

Me observó como si se tratara de la cosa más obvia del mundo y yo, fuera una tonta por preguntar. Y él tenía razón, fue una estupidez siquiera mencionar al tailandés.

— Bambam ni siquiera puede pasar la prueba escrita — me recordó.

Sí, YoungJae tenía razón. Bambam iba por su tercer intento con el examen escrito y, realmente, esperaba que esta vez, al menos, lograra pasarla.

— La verdad es que estoy muy ocupada ahora como para ser tú...

— ¡¡Por favor, Yeiri!! — se tiró al piso de rodillas, sorprendiéndome y junto sus manos frente a su cara. Su labio inferior sobresalió en un lindo puchero y me mantuvo la mirada por un tiempo, presionándome en silencio con unos tiernos ojos de cachorrito que él ya sabía, que podían conmigo.

— YoungJae...

— Yeiri...

— Tengo trabajos que terminar y practicar con Yug...

— Eres mi mejor amiga — me recordó y exhalé con fuerza mientras negaba. Si ya era difícil negarse a sus peticiones, que sacara esa carta lo hacía imposible.

— Maldición... ¡Está bien! Te ayudaré a pasar la estúpida prueba — gruñí.

Se colocó de pie de un sólo salto y se lanzó sobre mí. Me tambalee nuevamente en el banquillo y, chillando, enredé mis brazos con potencia alrededor del torso de Choi, temiendo terminar nuevamente en el piso.

— ¡¡Eres la mejor!! — exclamó, apoyando su mentón en mi cabeza.

Mi rostro quedó hundido en su pecho, su dulce aroma se filtró sin permiso por mis fosas nasales y me permití a mí misma, disfrutar de la reconfortante sensación que me transmitía el estar envuelta entre los brazos de Choi YoungJae; mi mejor amigo y el chico con el que tuve mi primer flechazo, el cual, ya estaba superado.... O, bueno, casi superado.

BAD DRIVER » CHOI YOUNGJAE ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora