E P Í L O G O

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Alexa Woods en multimedia.


—Y ésa fue la última vez que vi a Chad Smith— finalizo, dando por concluída mi entrevista.

Lheureux, el gran periodista de la ciudad, me dedica una mirada agradecida. Sé que le estoy suponiendo uno de los mayores logros de su carrera, descubrir los secretos del hombre más codiciado de la industria musical, algo que nadie ha podido lograr hasta ahora.

—Muchas gracias por compartirlo conmigo, Alexa.

Le devuelvo la sonrisa, un poco incómoda por rememorar todo lo vivido tras haber pasado más de una década. Debo recordarme a mí misma que lo hago por una buena causa, no habría recurrido al mayor rival de mi antigua amiga Luisa si no fuera necesario.

Agarro mi bolso y me dispongo a irme cuando una mano me retiene, obligándome a sentarme de nuevo en la silla blanca acolchada de la gran oficina de golpe.

—Si pudieras cambiarlo, si pudieras tomar la decisión de nuevo, ¿volverías a rechazarlo o irías a su lado?

Parpadeo ligeramente desorientada por la nueva pregunta. Creía que ya habíamos terminado.

—No voy a mentir, me encantaría haber corrido a sus brazos en cuanto leí la carta pero si lo hubiera hecho, ¿quién sabe dónde estaría ahora?

El hombre frente a mí me mira sin comprender, por lo que veo la necesidad de aclarar:

—Estoy orgullosa de mi carrera, todo lo que he logrado, he trabajado en grandes editoriales y publiqué mi propio libro. Pero sobre todo, mi organización para investigar más sobre la leisofilia, rara enfermedad que casi se lleva a mi mejor amigo y contra la que todavía está luchando hoy en día. Hemos hecho muchos avances y no cambiaría eso por nada, mucho menos por un amor adolescente.

Lheureux me muestra sus dientes con satisfacción y suelta el agarre, permitiendo mi salida. Apaga la grabadora mientras salgo por la puerta y me encamino hacia mi coche con un nudo en el pecho. A Chad no le gustará nada que haya contado nuestra historia pero no podía rechazar la oferta de Lheureux, va a contribuír mucho para la investigación contra la leisofilia. Logré mejorar y alargar la vida de Sam, podría salvarla.

Llego a casa con temor, porque sé que sabe lo que acabo de hacer. Miro a ambos lados pero no hay rastro de él por ninguna parte. El inmenso silencio me permite escuchar mi respiración e incluso mis latidos, que se realentizan a la espera de encontrarlo.

—No deberías haber hecho eso.

Aparece de la nada. Su voz suena molesta pero me da igual, dejo escapar un suspiro de alivio al verlo y lo abrazo.

—Sam, no me gusta que desaparezcas así. Acabas de darme un susto de muerte.

—Entonces ya somos dos los que hemos burlado a la muerte— bromea.

No me gusta que diga esas cosas, por lo que lo golpeo suavemente en lo que en su día fue un brazo musculoso.

—No vuelvas a hacer esa referencia nunca más— le advierto—. Sabes por qué lo hice. La herencia de Roberta no fue suficiente para la organización, necesitamos más.

Mi mejor amigo me observa con ojos cansados, harto de escuchar las mismas explicaciones una y otra vez, luchando por no poner los ojos en blanco.

—Joder, he vivido diez años más de lo que predijeron los médicos y todo es gracias a ti, Alex. Pero ambos sabemos que mi enfermedad no tiene cura, deja de hacer tonterías para ganar patrocinadores y disfrutemos del tiempo que nos queda.

Lo miro del mismo modo que él a mí, ya no quiero escuchar más sus discursos de "Todos nos moriremos algún día". El solo pensar que en cualquier momento puede dejarme hace que me estremezca.

—No te volveré a perder— sentencio, dando por finalizada la discusión.

Siento cómo me sigue con la mirada mientras abandono la sala.

—¡Él te quería y tú estabas enamorada de él incluso antes de conocerlo! ¡Tal vez si dejaras de ser tan amargada te darías cuenta de que tiraste tu felicidad por la borda una y otra vez!— grita a mis espaldas.

Intenta llegar hasta mí pero su caminar con muleta es demasiado lento para mi paso, por lo que no logra alcanzarme.

Nunca se dará cuenta de que él es mi felicidad. Sam, mi mejor amigo, no Chad. Ninguna persona podría reemplazar a Sam, es desde siempre lo más valioso en mi vida, mi mejor amigo desde que nací, ese chiquillo de siete años me acunaba con curiosidad y junto al que crecí como un hermano mayor. Creí perderlo una vez y no permitiré que pase de nuevo.

Sé que la investigación valdrá la pena, podré salvar su vida y la de muchos otros que sufren leisofilia.

—¿Puedo pasar?— pregunta el médico que contraté para Sam en la puerta.

Le permito la entrada y le indico dónde se encuentra, sin muchas ganas de mantener una conversación.

Un pitido suena en mi móvil, alumbrando el fondo de pantalla que tengo con una foto de Maddie, Sam, Josh y yo en el balcón de mi casa. Me acerco y observo la causa del sonido: Lheureux acaba de publicar la exclusiva.

El mundo ya conoce mi historia.

Estoy un paso más cerca de lograr curar a Sam.

El último veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora