Capitulo 7

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Me di un baño rápido y salí con el pelo escurriendo, llenando de agua el piso de madera. Me agaché rápido para secarlo y evitar que el suelo se estropeara, pero al levantarme me golpee la cabeza con la esquina de un mueble tan fuerte que este se tambaleo y algunas cosas cayeron al suelo. Solté un pequeño gemido y me lleve la mana a la parte palpitante de mi cabeza. Después de comprobar que no había sangrado, me puse a recoger las cosas del suelo, pero me detuve al ver un collar de alas plateadas entre las cosas que se habían caído. Retuve la respiración en mis pulmones y lo tome rápidamente, asustada de que se hubiera roto pero no logre encontrar ni un solo raspón. Estaba intacto.

Busque un lugar mas seguro para poner el collar, pero al no encontrar ningún lugar decidí usarlo. Me abroche la fina cadena plateada al cuello y lo escondí dentro de mi blusa. Conmigo el collar estaba mucho mas seguro. No podía permitirme perderlo y si alguien intentaba robarlo se las vería con una decena de garras afiladas.

Minutos después, junto con un Derek más calmado, me dirigí a casa de Aaron. Nos detuvimos frente a una casa pequeña pero bonita color crema. En lo poco que había de jardín delantero crecía una hilera de plantas que florecían rosa y blanco y llegaban hasta la altura de la ventana. Desde afuera la casa se veía cómoda y acogedora.

 —Si tan solo así fuera por dentro…—pensé.

Subimos el único escalón que nos separaba de la puerta principal y toque el timbre, para luego escuchar las familiares campanitas haciendo eco por la casa.

Una señora de unos cuarenta años abrió la puerta y pasó su mirada de mi a Derek. Su cara de pocos amigos denotaba que no había estado esperando visitas. Maldije a mi amigo interiormente. Genial Aaron. Lo has hecho de nuevo.

— ¡Aaron! ¡Ven acá!— grito la señor hacia adentro de la casa. Derek y yo dimos un paso atrás ante su mirada fiera, esperando que sacara una escopeta o algo así y nos espantara, pero en cambio, la mujer entro a la casa dejando la puerta abierta. Entramos a la casa y vimos a Aaron sentado en el sillón con una bolsa de papitas en su regazo. La madre y el hijo se peleaban a gritos.

— ¿¡Que te había dicho sobre invitar gente!¡No puedes hacer esto Aaron! ¡Mira como estoy vestida!―gritoneo señalando su conjunto deportivo. — ¿Qué van a pensar de mi?―

Histérica, gritona explosiva. Si tuviera una libreta tal vez podría anotar una lista de cosas de lo que pensaba de ella. La mujer hablaba como si estuviera sola con su hijo.

—No creo que vean nada nuevo. —espetó Aaron, su voz cargada de veneno.

— ¡No me hables así niño!—

— ¡Te puedo hablar como me dé la gana! ¡Soy lo bastante grande para traer a quien yo quiera!—

— ¡No puedes! ¡Te dije ayer que Marco vendría hoy!—

—¡Nunca me dijiste eso! ¿Entonces tu si puedes traer tres hombres a la semana pero yo no puedo traer amigos una vez al mes? ¡Que zorra eres!—bramó mientras Derek y yo mirábamos la escena impresionados. Aaron y su madre siempre peleaban, pero  nunca habían esta vez la furia que ambos emanaban nos podría haber quemado a todos.

La madre de Aaron abrió los ojos, indignada. Levanto la mano para darle una bofetada, pero antes de poder hacerlo, Aaron dio media vuelta y se dirigió al segundo piso. Sus pasos furiosos se oían mientas subía las escaleras. Derek, inseguro ,lo siguió tratando de calmarlo.  Oí como una puerta se cerraba estruendosamente y el ruido ceso junto con los murmullos de protesta de Derek, dejando la casa en silencio.

La señora gruño y se agacho para recoger las papitas del suelo que Aaron había tirado al haberse levantado bruscamente, lo que me hizo darme cuenta de que me había quedado sola con ella. Me agaché para ayudarle a recoger las papitas desparramadas el piso alfombrado. El silencio era incomodo pero no sabía que decir. ¿Qué se supone que debía decirle? Yo era la intrusa aquí.

The Other SideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora