♾ Capítulo II "Demonios Americanos"

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Ernesto Pérez, un niño de 10 años, jugando a la orilla del mar en Puerto Rico, entre el sonido de las olas, con espuma de mar y gaviotas surcando los cielos azules del caribe, el pequeño Ernesto puede divisar a lo lejano, en el horizonte una gran nube gris que entre relámpagos y sonidos de truenos, comienza a acercarse cada vez más a aquella playa, Ernesto tan solo da unos pequeños gritos a su madre que se encontraba dentro de la casa que quedaba a orillas del mar.

- ¡Mamá ven a ver! ¡Mamá! ¡Ven pa' que me creas! ¡La nube se acerca date prisa!-

Gritaba el pequeño Ernesto, asustado por lo que sus ojos veían, poco a poco las olas se hacían más fuertes y grandes, Ernesto veía al rededor y se daba cuenta que no había nadie en la playa a esa hora, 5 de la tarde aproximadamente, solo el viento soplaba con gran fuerza, Ernesto no podía moverse por el gran impacto que le causaba ver esa gran nube gris en el horizonte, cuando en ese momento Ernesto puede ver a lo lejano una sombra gigantesca que se acercaba desde lo profundo del mar, en ella un par de ojos rojos como lava ardiente; Ernesto de la impresión no podía moverse, sus ojos se abrieron de par en par, asustado por lo que veía venir, solamente pudo quedase de pie ante tal acontecimiento.
El gran Leviathan, había salido de las profundidades del mar, Jack montaba en su lomo y de un gran salto llegó a la orilla, el pequeño Ernesto quedó petrificado, "ningún ser humano es capaz de ver al Leviathan, con tan solo verlo a los ojos puede matar, por lo espeluznante y terrorífico que es". Muerto del susto, el pequeño niño cae en la arena, como una pequeña hoja que cae de un árbol, mientras tanto aparece sobre los lomos del gran Leviathan el arcángel Rabel, para dar sus últimas recomendaciones y advertencias.

- Amigo Jack, te he traído de vuelta como lo prometí, tan solo espero que ahora puedas cumplir con la promesa que me has hecho, solo déjame recordarte que tienes un límite de tiempo, en tu brazo derecho llevas el conteo de los demonios que irás cazando, pon mucha atención a los números querido Jack, no pierdas el tiempo en cosas vanas, tienes mucho trabajo que hacer, pero si no obedeces mis palabras y te encaminas en senderos vanos y sin provecho, terminandose el tiempo establecido, ten por seguro que el mismísimo Leviathan que te a traído vendrá por tí, pero lo verás tal y como Él es, te devorará y quebrará tus huesos uno a uno, podrás escuchar el sonido de tu cuerpo haciendose pedacitos, e irás directo al infierno, para que esperes en tormento el juicio final, atiende mis palabras Jack Sutherland y cumple con la tarea que te he encomendado... -

- No te preocupes por mí Rabel, no tengo ni la mínima gana de perder mi tiempo, sabes bien que sólo estoy accediendo a tu petición por salvar a Mabell, no tengo otra intención, no te equivoques conmigo-

- Perfecto, entonces no se diga más, vete ya, trae de vuelta a los malditos para que seas bendito Tú,
Tu fama crecerá en todo el mundo Jack Sutherland, serás reconocido por tus proesas, y ante los espíritus serás respetado, pero ten cuidado Jack, puede ser que hayan demonios que no les guste mucho la idea de que exista un cazador, quizá intenten atacarte, por eso debes estar preparado, nos vemos pronto Jack-

De esa manera Jack y Rabel se despidieron, Rabel regresó al abismo y Jack se quedó observando el horizonte.
En ese momento Jack observó que a pocos metros se encontraba el pequeño Ernesto ya sin vida, Jack se acercó al pequeño niño y lo observó detenidamente, en ese instante la madre de Ernesto salió al encuentro corriendo, preocupada por ver a su hijo en el suelo a los pies de un desconocido ( muy extraño) La madre de Ernesto comenzó a dar gritos por ver a su hijo muerto, lo tomó entre sus brazos y comenzó a llorar desconsoladamente.

- No temas mujer- dijo Jack a la madre de Ernesto

- ¿Quién es usted y que le hizo a mi hijo?

Jack SutherlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora