– Siempre es lo mismo, farfulla Betty-Sue. ¡Maldito concurso de pesca! Voy a amañarles sus
anzuelos... ¿Me escuchas, Liv?
– ¿Hmm…?
– Los hombres son unos cobardes... Ensañarse con una criatura, por más pequeña que ésta sea, es
asqueroso. ¡Y además, sólo es para divertirse! ¡Con peces! ¿Has visto seres más inocentes que ellos?
Está a punto de imitar a Nemo para que vea a lo que se refiere. Mi abuela lleva una hora repitiendo
lo mismo. Cada año, a mediados de abril, el Key West Fishing Tournament reúne a los pescadores
amateurs o renombrados de la ciudad. Éstos exponen sus más bellas presas y los más afortunados
ganan premios totalmente inútiles. Los peces multicolor en mal estado a veces son liberados en el agua
y a veces no. Y en ambos casos, Betty-Sue no esconde su enojo - palabra extremadamente educada a
comparación de las que salen de su boca.
Sentada en la vieja mesa de madera cuya pintura amarilla se cae, me tomo mi tercera taza de café e
intento concentrarme en mis notas de derecho inmobiliario. Esto no es fácil cuando el tornado « Green
Peace » arrasa con todo en la casa. Sobre la mesa, dos gatos están acurrucados detrás de mi
computadora, mientras que Lulu, el gran perro blanco con ojos azules, se durmió sobre mis pies.
Paso al capítulo siguiente, Betty-Sue continúa con sus idas y venidas en su vestido naranja
fosforescente, preparando su plan de acción:
– ¡Iré a la zona de pesca y haré un alboroto terrible para que todos los peces huyan!
Marca una pausa. Corta. Demasiado corta.
– Vaya, ¿recuerdas que tu padre viene a cenar esta noche? Intentaré convencerlo de quedarse. Por
siempre.
Le sonrío a mi abuela, perfectamente consciente de su plan maquiavélico. Desde que llegué a su
casa, decretó que su próxima misión consistiría en liberar a mi padre de las garras de Sienna Lombardi.
Como si élfuera su víctima.
– ¡Lo está drogando! vuelve a comenzar ella. ¡No le veo otra explicación!
– Es complicado. Hoy en día parecen odiarse, pero papá realmente la amó.
– ¿Cuándo?
– Muy al principio.
Su mueca escéptica me hace reír.
– Probablemente quiere hacer las cosas con dulzura, tenemos que respetar su...
– ¿Con dulzura? ¿Te parece muy dulce, ella ?
– No, suspiro pensando en nuestros últimos encuentros. ¡Pero papá no está secuestrado, hasta
donde yo sé!
Aunque...
– Aun así, no tiene lógica, murmura mi abuela tomando su bolso de mimbre.
– ¿Cómo?
– El hecho de que élsiga allí, aun cuando ya no se aman. Y que tú estés aquí, mientras...
– Ya sé... digo bajando la mirada.
… mientras que estoy perdidamente enamorada de Tristan.
La puerta se cierra detrás de ella, dejándome contemplar plenamente elsilencio que me rodea. Y la
falta de él que me asfixia. Contrariada, cierro mi computadora y tomo mi teléfono. Su último mensaje es
de hace dos días. Alrecibirlo, creí morir de alegría, de emoción, de alivio. Pero al leerlo...
[Mensaje de Harry: te manda « mucho caliño », te extraña, y Alfred también.]
No le respondí, sin saber cómo interpretarlo. ¿Un simple pretexto para conversar o una verdadera
respuesta esperada por Harry? ¿Prueba de que también el hermano mayor me extraña o, que al
contrario, sobrevive perfectamente sin mí? Lo único que sé, es que mi corazón se acelera demasiado
cada vez que el nombre « Tristan » aparece en mi pantalla. Y que se estruja dolorosamente cuando su
tono es frío, distante.
El plan que había imaginado con esmero junto con Bonnie hace tres semanas parecía simple. Dejar
la villa, nuestra pared compartida, alejarme para que no tuviera otra opción más que regresar. Para que
se diera cuenta de la fuerza de nuestro vínculo.
Todavía creo en eso...
Tonto (adj.) Dicho de una persona: Falta o escasa de entendimiento o de razón.
***
– ¿Pintarme el cabello? ¿Quieres que toda mifamilia me desconozca?
Fergus corre hacia la cocina para escapar de mí, con sus manos protegiendo su melena roja.
– ¡Bueno, entonces sólo un mechón! le propongo alcanzándolo en la alacena.
– ¡Liv, si te importa nuestra amistad, deja esas tijeras!
Lo obedezco riendo, tomo una barra de cereal y le ofrezco la mitad.
– Bueno, imagino que si te visto de cuero de los pies a la cabeza, será suficiente...
– Soy transparente, Liv, nadie me notará.
– Deja de decir eso, digo dándole un beso. Yo te noto.
– Ya sé... ¡Es justo por eso que acepto seguirte en todos tus planes dementes!
– ¡A las personas les encanta disfrazarse!
– Yo no soy como todas las personas.
– No, eso es cierto. Tú eres muy superior.
– Sigue así y puede ser que te deje raparme... sonríe saliendo del armario.
Media hora más tarde, dos extraños vestidos de forma rara nos observan en el espejo. Un chico
con playera de tirantes y jeans holgados, con un gorro al revés sobre la cabeza. Una chica con
demasiado maquillaje, castaña con corte cuadrado - Betty-Sue tuvo su época de pelucas... sintéticas -
y un vestido hippie demasiado amplio para ella.
– ¿Me recuerdas por qué nos estamos humillando así?
Fergus suspira jalando su « playera de rapero has been », como él la llama. Maldice también a
Bonnie por estar clavada a su cama, agripada.
– Necesito verlo... resoplo. Pero no debe reconocerme.
– ¿En verdad crees que valga la pena disfrazarse? ¡Habrá al menos quinientas personas en ese bar!
¡Y Tristan estará en el escenario, demasiado ocupado como para buscarte entre la multitud!
– Uno nunca sabe...
– ¿Y puedes recordarme por qué no quieres que te vea? ¿De qué sirve jugar a las escondidas? No
entiendo por qué no están juntos...
– Quería que viniera a buscarme, murmuro poniéndome mis Converse. Creí que lo haría, pero no lo ha hecho. Y si corro detrás de él, me huirá.
– ¿Entonces?
– ¡Entonces lo extraño demasiado, así que hago lo que puedo!
Que resulta ser hacerme pasar por otra, sólo para tener la oportunidad de admirarlo sobre el
escenario por algunos minutos.
Patético. O desesperado. O un poco de ambas.
– Esto te hará más daño que bien, Liv...
– Eso te lo diré después.
La fachada del pequeño bar frente al mar está iluminada por focos de colores, sus lindas mesas
rojas desbordan de parejas enamoradas o en camino a estarlo. Nadie me voltea a ver mientras que
Fergus, por su parte, hace nacer algunas sonrisas a su paso. Tomo a mi mejor amigo de la mano y lo
llevo al interior. El ambiente cambia totalmente. Todo es más sombrío. Hace un calor atroz. El aire no
circula. La voz de Tristan, al micrófono, me atraviesa. Me recargo sobre la barra que está pegada a la
entrada y no le quito la mirada de encima.
Había olvidado hasta qué grado una sola persona puede afectarte.
Todo vestido de negro, el líder de los Key Why canta con los ojos cerrados y el cuerpo tenso,
cargado de emociones. Cuando Tristan resopla con una voz grave I want you back, espero que esté
hablando de mí. Logro comprenderlo mejor que nadie. Capto el sentimiento que lo inunda, que lo
acecha, que lo tortura.
Me extraña.
Entonces, sin pensarlo dos veces, me apoyo en los hombros de Fergus, estoy a punto de caerme,
pero me subo a la barra. Me arranco la peluca y mi cabello cae en cascada sobre mis hombros. Abajo,
el barman con una actitud do muy preocupada me pide que me baje sin insistir demasiado, y lo ignoro.
Frente al escenario, lo observo, obstinadamente, hasta que la mirada brillante de Tristan se cruza
finalmente con la mía. Y el tiempo se detiene.
Esa sonrisa... Ese rostro... Los extrañé tanto.
El rockstar continúa cantando, pero está fuera de sí. Sus fans creen que está con ellas, pero está
conmigo. Sólo conmigo. Sus ojos siguen clavados en mí hasta la última nota, hasta el último I want you
back. Todo tiene nuevamente sentido. Me siento yo misma. Mi cuerpo se despierta, funciona de nuevo.
La canción llega a su fin, Drake anuncia una pausa de diez minutos mientras que Tristan se baja del
escenario. Un poco enloquecida, sin saber a dónde va, bajo de mi torre de control con la ayuda del
barman.
– Ya regreso, Fergie.
Mi mejor amigo ni siquiera me escucha, hechizado por la pelirroja que acaba de abordarlo.
Atravieso la multitud buscando a Tristan, sin encontrarlo. Pregunto por todos lados, las personas me
indican el camino hasta la sala de al lado. Ignoraba que un bar tan pequeño pudiera tener dos salas.
Pero no importa, me abro camino. Vine por él. Me vio. Me sonrió.
Estoy lista. ¡De verdad!
Continúo abriéndome paso con los codos, sin saber realmente a dónde voy. De pronto lo percibo,
rodeado de sus músicos y de desconocidos, con una cerveza en la mano.
– ¡Tristan!
No reconozco mi propia voz. Su nombre salió de mi garganta de forma imprevisible, violenta,
cruda. Sus amplios hombros se enderezan, sus pupilas azules se clavan en las mías, pero permanece
inmóvil. O casi. Interrumpiendo su conversación, da un paso hacia mí. Uno solo. Sin ninguna hostilidad,
me hace comprender que me toca a mí recorrer el resto del camino. Entonces avanzo, dejando que mis
piernas me transporten hasta él. Hasta lo prohibido. Muero de ganas de encontrarlo, de tocarlo, e oler
su aroma, entonces acelero el paso. Entre más lo miro, más bello me parece. Y todo su lenguaje
corporal me murmura « Bésame si te atreves... ».
¿Cómo no besarte?
Mis labios chocan contra los suyos y lo beso como nunca antes había besado a nadie. Nisiquiera a
él. En este instante, estoy volando. Floto por los aires, con mi boca pegada a la del hombre que amo.
Contengo las lágrimas, gimo, gruño, río. No me importan los rumores, los gritos de emoción, de burla,
los silbidos escandalosos. Beso a Tristan Quinn como si no supiera hacer nada mejor. Deslizo mis
manos bajo su playera y siento su calor, su humedad. Él gruñe y me besa con más pasión. Con un ardor
intenso, una fuerza que me arranca una lágrima. Sólo una. De alegría.
– Qué asco... murmura una chica rozándonos.
No separo mis labios de los de Tristan, pero echo mi brazo hacia atrás con un gesto colérico, un
poco al azar. Entro en contacto con la zorra y la empujo para que desaparezca lo más pronto posible.
Ella me insulta y yo sólo río. Divertido por mi audacia, Tristan me abraza con más fuerza. Sin romper
nuestro beso, enreda sus manos alrededor de mi cintura y me levanta, para que llegue a su altura. Estoy
alcanzando el nirvana. Ya no tengo miedo. Ni vergüenza.
Lo tengo a él. Y eso es todo lo que importa.
Mis pies regresan al suelo, mis dedos se pierden en su melena rebelde. Tristan me muerde el labio,
luego retrocede para retomar el aliento:
– Mierda... ¿En verdad acabas de hacer eso? ¿De mandar a todo el mundo al diablo por mí?
Su voz ronca me hace estremecer. Sonrío antes de perderme en sus ojos claros.
– Sisupieras cuánto te amo, Liv Sawyer…
Mi corazón estalla en un millón de partículas. Me lanzo de nuevo contra él, lo beso
apasionadamente, temblando y demasiado conmovida como para responderle cualquier cosa. Mi Te
amo , lo quiero tan perfecto que para decirlo, primero tengo que deshacerme del nudo que tengo en la
garganta. Nuestros labios se rozan, nuestras lenguas se acarician... y de pronto, todo se detiene.
Demasiado pronto para mi gusto.
– ¡El concierto continúa! grita Elijah jalando a Tristan del brazo.
– ¡Otro escenario nos espera dentro de una hora, amigo! agrega Drake haciéndole una señal para
que se apresure. ¡Ésta no es la mejor noche para recrear una novela romántica!
Tristan voltea hacia mí, sus sonrisa retorcida está de regreso. Más insolente o más temible no se
puede.
– ¿Continuará, Sawyer?
Asiento tontamente y él regresa al escenario, con su voz prendiéndole fuego a todos los cuerpos
aglutinados y sudorosos. Esta vez, susurra un cover de I Put a Spell on you.
« Te lancé un hechizo. »
Hmm. ¿Alguien aparte de mí tiene calor?
Apenas si percibo las miradas de soslayo y las sonrisas crueles cuando regreso con Fergus. No
escucho los insultos, y si algunos probablemente tienen la palabra « incesto » en la punta de la lengua,
no me la regalan esta noche. O tal vez estoy demasiado contenta como para escucharla... Le impido a
mi mejor amigo que se ahogue con su tercer trago, le confisco su identificación falsa y lo saco del bar.
Dejo que la voz cálida y profunda de Tristan se ahogue poco a poco mientras que me alejo y preparo
mi próximo gran golpe.
Me ama. No lo estoy soñando. ¡ME AMA!
Me cuesta trabajo quitarme la sonrisa ingenua durante las horas siguientes. Me cuesta conciliar el sueño esa noche. Me cuesta concentrarme durante las visitas guiadas, responder a las preguntas de los
potenciales clientes al día siguiente. Me cuesta esperar a que las manecillas lleguen finalmente a las 8 de
la noche.
Mi espía me informó bien. Betty-Sue y todas esas personas que viven en su cabeza son unánimes:
papá y Sienna salieron esta noche, cada uno de su lado. Con mi maleta en los pies, toco la puerta de la
villa a las 8 :30 en punto, esperando no encontrármelos. Confirmación: me los encuentro, pero a la
inversa.
Ojos azules. Boca insolente. Figura de mariscal de campo. Cabello despeinado. Manzana de
Adán prominente. ¿Ya hablé de sus ojos?
La mezcla perfecta entre intensidad y malicia es el secreto de Tristan Quinn.
– ¿Qué estás haciendo aquí, Sawyer?
Mientras me sonríe, pasea su mirada por todo mi cuerpo. Pongo mi índice sobre mis labios y le
hago comprender que no agregue nada más. Doy dos pasos hacia atrás y saco la pancarta que
escondía a mis espaldas. En el anverso, le doy tiempo para leer: « ¡ESTOY LISTA! »
Como si estuviera incómodo, o sorprendido, el titán inclina su cabeza hacia el frente y hunde las
manos en su cabello. Luego se endereza y me mira insolentemente, cruzando los brazos sobre el torso.
Aprovecho esto para voltear la pancarta y mostrarle elreverso: « ¡TE AMO, QUINN! »
Abajo, escrito con letras más pequeñas: « Entonces, ¿quieres amar a una hija de papá loca por ti? »
Él estalla de risa, suelto el cartón y recorro la distancia que nos separa. Me lanzo a sus brazos
mientras que él me hace girar por los aires gruñendo en mi cuello.
– Carajo... murmura abrazándome. ¡Vas a volverme loco!
– Tal vez sea por eso que me amas, ¿no?
Suspira, me susurra algunas palabras de amor y me dejo llevar por su cuerpo ardiente. La escena
no podría ser más perfecta. Río a carcajadas cuando Tristan de repente da la media vuelta, toma mi
bolso y lo lanza al interior de la casa. La puerta se azota detrás de nosotros.
– ¡No irás a ninguna parte, Sawyer!
Me extiende la mano, me le escapo y corro hacia las escaleras. En mi carrera loca, casi tiro a Harry,
quien está sentado en el primer escalón, con la pata de Alfred en la boca.
– Liv, regresaste. ¿Ya no te irás?
– No, pequeño, me quedaré con ustedes, le sonrío tiernamente.
Tristan se nos une y el niño aterriza en los brazos del mayor, en dirección a su habitación. De
camino, lleno a Harry de besos obligando al gigante a inclinarlo hacia mí. Éste grita de risa y pide más.
Tristan, por su parte, hace como si estuviera celoso:
– ¡Apenas la acabo de recuperar y otro más joven y apuesto que yo ya me la quiere robar!
– Eso no pasará... nunca, le susurro al oído.
Su mirada se cruza con la mía, por un ínfimo instante, y lo que leo en ella me hace sonrojar.
Imágenes de nosotros, desnudos, ardientes e insaciables me vienen a la mente.
– ¡Es la hora de dormir, Don Juan!
Tristan acuesta rápidamente a Harrison, le da un beso en la frente y enciende su lámpara de noche.
– ¿Ustedes también se van a dormir?
– Hmm… Buenas noches, little bro’.
La mirada que me lanza... Decidida, hambrienta, salvaje. Todo mi cuerpo tiembla de ansias por él.
Todo pasa muy rápido, como en una escena acelerada. Excepto por un detalle: lo deseo tanto que
podría gritar.
Febriles, nos lanzamos al pasillo para llegar a la madriguera de Tristan. Una vez que llegamos a la habitación con paredes obscuras, llena de pilas de discos, de partituras y de instrumentos de música, mi
cuerpo toma realmente consciencia de la falta que le hizo. Tristan probablemente se da cuenta de lo
mismo, en el mismo instante. Mi pulso se acelera, mis mejillas se encienden bajo el efecto de su mirada
ardiente. La puerta de su habitación se cierra repentinamente detrás de nosotros, azotándose sutil y
ligeramente. Dejo que mi espalda choque contra la madera fresca y jalo a Tristan del cuello para
aplacarlo contra mí.
– Deja de mirarme y bésame. Ya esperé demasiado tiempo...
Sus labios se estiran en una sonrisa diabólica, se resiste a mi ridícula toma de poder y pone sus dos
manos sobre la puerta, a cada lado de mi cabeza. Estoy atrapada. Sabe que eso me vuelve loca, ése es
justamente el efecto que busca. Su respiración se mezcla con la mía, nuestros pechos se elevan al
unísono. Luego el insolente acerca lentamente su boca a la mía. Su voz ronca se eleva y resuena en
todo mi cuerpo:
– Amo mirarte, Liv... ¿Eso te causa problemas?
– ¿Así de... intensamente? murmuro perturbada. ¿Como si vieras mi cuerpo desnudo a través de mi
ropa?
– Exactamente.
Esa voz, por la que haría lo que fuera...
Sus ojos claros se ensombrecen cuando se posan sobre mi boca entreabierta, dispuesta a todo.
Con él. Para él. Un beso, eso es todo lo que pido.
– ¿Entonces, Sawyer, quisieras que te bese? sonríe de nuevo.
A manera de respuesta, intento robarle ese maldito beso, pero el niño travieso me esquiva. Fiel a él
mismo, decidió improvisar y ser el amo del juego. Atrapada entre sus dos brazos, no tengo más opción
que quedarme tranquila en mi lugar, contra la puerta.
¿« Tranquila »? No lo creo, no…
– ¿Quieres jugar, Quinn? Entonces juguemos...
Con mi mirada insumisa clavada en la suya, comienzo a desabotonar mi camisa azul cielo.
Lentamente, insolentemente, botón a botón. Los ojos del playboy pasan de mi boca a mi escote, sin
saber dónde detenerse. Rápidamente, mi falta de sostén se vuelve evidente y su cuerpo se tensa, cerca
del mío. No necesito bajar la mirada para saber que un bulto se está formando bajo sus jeans.
– Mierda, Liv…
Tristan suspira profundamente, se muerde el labio, luego quita una mano de la puerta pasarla
enérgicamente por su cabello. Aprovecho esta abertura y salto hacia el frente, presionando finalmente
mis labios hambrientos contra los suyos. Él no lucha, recibe mi boca, mi lengua, mis gemidos, mi deseo
y me carga entre sus brazos para aplacarme contra la pared de al lado. Ahí, se separa de mí por un
instante para jalar mi camisa con un movimiento brusco y hacer saltar todos los botones restantes.
Suelto un grito agudo, más excitada que nunca por su audacia. Muy orgulloso de su gesto, la bestia me
libera de la tela, luego regresa a besarme mordiéndome el labio inferior. Todo mi cuerpo se estremece.
Mis pezones están duros como piedras y él los calienta con sus palmas sin dejar de besarme.
Y el torbellino comienza…
El beso se intensifica, deslizo mis manos por su nuca y lo volteo, para que ahora élse encuentre de
espaldas a la pared. No hay ninguna razón para que sólo él tenga el control.
– Nunca te das por vencida, ¿verdad? ríe suavemente entre mis labios.
– No.
– Tienes razón. Así es mucho más excitante...
Algunos segundos más tarde, me empuja de nuevo y choco contra la superficie fría. Con nuestras manos impacientes y nuestros labios soldados, Tristan y yo damos vueltas y vueltas en la habitación,
golpeándonos contra la cama, tropezando con un montón de revistas, un amplificador, una Gibson. Yo
pierdo mis sandalias, él se quita los tenis, yo gimo, él gruñe. Siento su erección contra mi pierna
mientras que acaricia mis senos, roza la piel de mi vientre, mis costados, mis caderas. Lo deseo
peligrosamente.
Casi sin aliento, termino por romper esta unión y le paso la playera por encima de la cabeza. Sus
labios se pierden a lo largo de mi hombro desnudo, desabotono sus jeans para deslizarlos por sus
piernas. Hago lo mismo con sus bóxers grises, los cuales le jalo hasta los tobillos. Tristan se deshace de
ellos, luego se queda quieto. Respira un poco más fuerte cuando siente mi mano llegando a su virilidad.
Algo violento, apasionado y demente se apodera de mí. Al contacto con su sexo, la sangre en mis
venas se convierte en lava. Lo tomo con la palma de mi mano, lo rozo, lo acaricio, lo presiono
ligeramente. Tristan suelta una grosería, pero su erección se tensa un poco más contra mi palma, como
sisu cuerpo y su razón se batieran en duelo. Lo acaricio de arriba a abajo, experimentando un inmenso
placer al interior de mis muslos. Está duro, extremadamente duro. Apetitoso, también.
Entonces, mientras que sus ojos me observan sin perderse el menor de mis movimientos, me
arrodillo en el piso. Con su mirada sorprendida, velada por el deseo, Tristan deja escapar, con su voz
profunda:
– ¿Liv?
– ¿Tristan? le sonrío mirándolo desde abajo, de manera atrevida.
– ¿Estás segura?
Es inútil responderle. Jamás le he hecho una felación a nadie, nunca he sentido ganas de hacerlo,
pero con él es diferente. Todo es diferente. Acerco mis labios a su sexo y le rozo la punta. Es suave.
Caliente. Él se tensa, me mira con sus ojos brillantes, dudando entre animarme o levantarme del piso
para detenerme en seco. Sin embargo, tiene tantas ganas como yo de probar este nuevo placer...
– No estás obligada a hacerlo... murmura.
Para hacerlo callar, para que deje de protegerme de él, de mí, pongo mis dos manos sobre sus
flancos y lo meto en mi boca. Mi primera vez. Una extraña sensación me sumerge. El sabor salado de
su piel se expande por mi lengua. Voy un poco más lejos, para explorarlo, tomándome mi tiempo para
no arruinar nada. No soy más que una principiante, todavía tengo mucho por aprender.
Desde abajo, los hombros de mi amante me parecen mucho más inmensos. Su belleza me
impresiona, las curvas de su cuerpo, tan perfectamente dibujadas, me impactan, mientras que él inclina
la cabeza para saborear mejor mis caricias. Me guío por mi instinto, sin buscar más que su placer... y el
mío.
Poco a poco, mi boca progresa, se vuelve más precisa y más aventurada también. Ahora, ella es la
que sabe. Hasta dónde llegar, cuándo rozarlo, cosquillearlo, aspirarlo, succionarlo. Mis manos se unen
a la danza y, rápidamente, Tristan se tensa, grita, me mira con ternura, luego con fervor, palpita contra
mi palma y en mi boca.
– Liv, ¿quieres matarme...?
Su voz no es más que un resoplo ronco, apenas audible. Una ola de calor me atraviesa, sube y baja
por todo mi cuerpo, como si su placer y mi deseo se mezclaran en mis venas. Y de repente, Tristan se
encuentra a mi altura, de rodillas. Me acomoda sobre el piso frío para saltarme encima.
– Ya verás, Sawyer…
Muero de ganas por que cumpla con sus amenazas. Tristan me muerde el cuello, los costados, río
de excitación, lista como nunca para abandonarme a él. Ahora nos encontramos en condiciones iguales:
ambos perfectamente desnudos. Su mirada asesina me examina, hasta el mínimo recoveco, luego se
pone sobre mis muslos. O justo al lado. Ahí donde estoy empapada.
– Sería hora de que me muestres lo que sabes hacer, rockstar, le sonrío insolentemente.
– ¿No te acuerdas? Hace poco, gritabas mi nombre...
Su comentario da en el blanco. Me excita. Mis muslos hormiguean frenéticamente. Ya no lo deseo,
sino que lo necesito. En mí.
– Sí, justamente, hace mucho de eso... murmuro.
Tristan besa mi ombligo, pasa su lengua por un lunar cerca de mis labios, separa mis muslos y roza
mi clítoris. Me arqueo, gruño algunas palabras inaudibles y él aspira mi botón para después hundir su
lengua en mí. Jadeo, me aferro a un pedazo de alfombra que se encuentra cerca de ahí, gimo cuando
sus dedos se ensañan con mis pezones.
– ¿ Realmente habías olvidado todo eso? susurra mi verdugo desde mi entrepierna.
– Cállate y trabaja.
Mi gruñido lo hace reír suavemente y su respiración contra mi carne me lleva un poco más hacia los
confines del placer. Me agito, su boca me recubre, caliente, húmeda.
Enloquecedora.
– ¡Más!
Cuando estoy a punto de explotar, Tristan detiene sus caricias y sube por mi cuerpo para besarme
salvajemente. Una vez más, no puedo reprimir un gemido, sobre todo cuando su virilidad llega a
acomodarse entre mis muslos. Sin penetrarme, el insolente se pone a ondular con la cadera,
imprimiendo idas y venidas a lo largo de mi piel ultra sensible. El roce de su sexo contra el mío me
vuelve loca. Demente. Psicópata. Me transformo en una bestia salvaje. Clavo mis uñas en su espalda,
respiro a mil por hora, me arqueo hasta casi romperme la columna para sentirlo mejor contra mí. Ya no
tengo ni una onza de paciencia.
– ¡Tristan! ¡Vente! ¡En mí! le suplico de repente.
Su boca se aplaca sobre la mía mientras me penetra bruscamente. Mi grito se ve ahogado por sus
labios. Sus asaltos son rápidos, profundos, ardientes. Mis muslos se abren un poco más a su paso, mi
pelvis ondula, animo cada uno de sus vaivenes, cada una de sus puñaladas. Tristan me toma, una y otra
vez, y las sensaciones salvajes me invaden. Animales.
No hay nada mejor que esto. El abandono total. La osmosis de nuestros cuerpos. La fuerza
de nuestro deseo. El poder de nuestro placer.
Su respiración se enloquece un poco más. Nuestras pieles golpean la una contra la otra,
produciendo un ruido perfecto. Lo siento entrando con más profundidad, creciendo en mí,
contrayéndose más. Tristan me susurra que nunca había estado tan empapada, que había soñado un
millón de veces con esta escena, durante nuestra separación, que ninguna antes de mí había tenido este
efecto en él.
Estoy a punto de decirle al oído que lo amo, locamente, apasionadamente, perdidamente, cuando
todos mis músculos se tensan, desde mi mandíbula hasta los dedos de mis pies. Mi piel, al contacto con
la suya, se regocija, arde, se liquidifica, el orgasmo me atraviesa, me corta el aliento. Mi boca se abre,
se vuelve a cerrar en el vacío. Ya nisiquiera soy capaz de gritar su nombre, tan grande es el placer que
me transporta.
Luego Tristan me acompaña en las alturas, hundiéndose una última vez en mí para explotar. Si
nuestro encuentro fue salvaje, brusco, intenso, este punto final es un poco más... tierno. Atento. El chico
que habita mis noches y mis días se acuesta a mi lado, con la respiración entrecortada. Me acaricia la
mejilla y luego gira mirostro hacia él.
– Jamás había conocido esto... murmura. Jamás, antes de ti.
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Juegos Prohibidos La Saga Completa
RomanceA los 15 años conocí a mi peor enemigo. Sólo que Tristan era también el hijo de la nueva esposa de mi padre. Y eso nos obligaba a vivir en la misma familia, aunque no tuviésemos ningún vinculo de sangre. Entre nosotros, la guerra estaba declarada. Y...