3. 32 días

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Treinta y dos días.
– ¿A dónde vas?
– A buscarlo.
– Tristan…
– Sí, Liv, otra vez. Voy a buscar a mi hermano. Y no voy a hacer otra cosa más que eso, si ésa es tu
pregunta. Puede ser que esté loco, puede que él esté muerto... Pero tal vez no. Y si Harry está vivo,
eso quiere decir que está esperando en algún lugar que vayamos a buscarlo. Entonces seguiré. Y no
dejaré de buscar hasta que lo hayamos encontrado.
– De acuerdo, respondo dulcemente. Sólo quería preguntarte si podía ir contigo.
– Ah. Lo siento. Sí, OK.
Tristan se frota la nuca, incómodo por haberse molestado conmigo, pero incapaz de evitarlo. Sé
que se siente solo, incomprendido, que está harto de que le digan que es hora de retomar su vida. De
hacer música. De regresar a la escuela. De organizar un concierto. Pero no ha tocado su guitarra desde
esa noche. No ha vuelto a cantar nada, ni una sola vez. Y entre más días pasan y más se tensa, más se
llena de rabia y pelea. Contra lo que sea. Incluyéndome a mí.
Así ha sido desde hace un mes: durante el día busca y por la noche medita. A veces, cuando
duerme conmigo, me explica sus teorías, lo que ha leído en los foros de padres que buscan a sus hijos
desaparecidos, lo que ha aprendido de los casos resueltos en Florida, lo que imagina en sus peores
pesadillas y todo en lo que sigue creyendo.
A mí, la ausencia de Harry me anestesia. Siento como si viviera en cámara lenta. Como si «
sobreviviera », en vez de vivir. Pero Tristan, por su parte, sigue buscando con la misma intensidad que
el primer día, lucha sin descanso, tal vez hasta con más fuerza cada día. Entre más se aleja Harry, más
se ensaña su hermano. Entre más tiene el tiempo en contra, más se obstina. Termina por rechazar a
todo lo demás y a todo el mundo, todo lo que pueda interponerse en su camino. El camino hacia su
hermano.
Y lo único que yo puedo hacer es tomar el mismo camino y correr tras él, para asegurarme de
que está bien. Y no romper el vínculo.
Un mes. Llevamos más de un mes sin noticias de Harrison, sin una señal, sin un solo rastro suyo.
Ayer, los detectives regresaron a la casa para explicarle a Sienna, con el mayor tacto posible, que las
probabilidades disminuían. Que la búsqueda no podría durar eternamente y que los elementos habían
sido reducidos a la mitad. Que hay miles de niños desaparecidos en los Estados Unidos, que la policía
también debe darle oportunidad a los demás, a los pequeños que escaparon y podrían regresar, a los
que sí podían encontrar. Y que ahora debería considerar unirse a una asociación. Sin embargo, mi
madrastra había logrado ya reponerse un poco. Se había levantado, había aceptado comer. Hasta había
pedido noticias sobre su hotel. Y luego cayó la sentencia. La detective Cruz puso su mano sobre el
antebrazo de mi madrastra y le susurró:
– Lo lamento, seguiremos buscando, pero debería comenzar a hacerse a la idea...
Sienna no la dejó terminar y se arañó nuevamente la cara rugiendo, como una bestia salvaje. Luego
regresó a acostarse, adormecida por su coctel de pastillas mágicas. Y el oficial Boyle le doy un golpecillo a mi padre en el hombro murmurando « Ánimo », sudando bajo sus pequeños lentes y
respirando ruidosamente al momento departir, sin poder esconder su alivio. Tristan, por su parte,
murmuró cien veces « No me importa, seguiré buscando ». Buscó apoyo en mi mirada y sólo encontró
lágrimas. Entonces esta mañana, intento ser fuerte, como él, llena de esperanza y de energía.
– ¿A dónde quieres ir?
– A todas partes. Al parque, a la escuela, con su logopeda, su niñera. Sé que ya han hablado con
esas personas, hurgaron en todos esos lugares, pero hay que continuar, ¡terminaremos por encontrar
algo!
– ¿Crees que alguien terminará por ceder a la larga?
– ¡Claro que sí! A los 3 años, no se tienen amigos secretos. Entonces, quien se lo haya llevado debe
ser alguien conocido. Por lo tanto, lo conocemos. ¿Me entiendes?
– Sí... Porque si pensó en llevarse a Alfred con él, significa que siguió a alguien en quien confiaba,
repito la teoría de Tristan desde hace un mes.
– ¡Así es, Sawyer!
– ¿Pero quién pudo habérselo llevado? No conocemos a nadie que...
– Sí. ¿Ya viste de lo que es capaz tu mejor amigo? Créeme que hay otros idiotas entre las personas
que creemos que son buenas.
– Es cierto.
No me atrevo a decirle que aun así hay una diferencia. Por una parte, un adolescente con
problemas y loco de envidia que intenta sembrar el caos porque se siente solo o para que su padre esté
orgulloso de él. Por la otra, un adulto psicópata capaz de secuestrar a un niño de 3 años y callarse
durante un mes. No estoy disculpando a Fergus. De hecho, ya no le hablo. De todas formas, su familia
se mudó a otro estado desde que confesó lo que había hecho. Pero un hombre que se ensaña con un
niño es otra cosa. ¿Y para hacer qué? ¿Secuestrarlo? ¿Matarlo? ¿O peor? ¿Cómo no pensar en lo
peor?
– Deja de pensarlo, Sawyer. Sé lo que te dices a ti misma. Tal vez ni siquiera fue secuestrado. Se
fue a pasear solo, a mitad de la noche, y un auto lo atropelló. El bastardo escondió el cuerpo y se largó.
O que Harry caminó hasta la playa y se ahogó. O se cayó en alguna parte, se lastimó, y estando
demasiado débil, no logró salir de allí. Pero en cualquier caso, está muerto. Y no quiero que esté
muerto, Liv. Mi hermano no puede estar muerto, ¿de acuerdo? ¡Necesito que lo hayan secuestrado! Y
que el enfermo que lo hizo lo haya mantenido vivo todo este tiempo. Y que no lo haya lastimado. ¡Y
que lo encontremos vivo! ¿OK? ¿Puedes hacer eso por mí? ¿Puedes ayudarme a creer eso, por favor?
– Sí…
– ¡Alguien que necesita desesperadamente un hijo, eso es! Una mamá amable y un papá protector
que se lo llevaron como si fuera suyo. ¡Y lo transformaron en un niño consentido de tanto que lo han
amado! ¡Puede ser que nisiquiera esté sufriendo, Liv!
– Sí, puede ser...
Sus ojos azules desesperados me suplican. Su voz grave, a punto de ceder, me conmociona. Sus
puños apretados me lastiman. Y asiento, sólo para hacerle bien. Me trago las lágrimas y le digo que sí.
Otra vez que sí.
– ¿Nos vamos? murmuro.
– Te sigo.
Él me sonríe, como para agradecerme, pero su hoyuelo no se marca. Sé que en el fondo tiene
dudas. Sé que no sonreirá realmente sino hasta que sepa algo. Durante casi cinco horas, esta mañana,
recorremos la ciudad a pie. Con los ojos buscando por todas partes, la menor señal, la menor huella de pasos, el pedazo de tela a cuadros que podría ser su pijama. Varias veces, creemos ver un pedazo del
peluche verde, pero no es más que un pedazo de hierba, un poco de musgo, una hoja atrapada bajo
una piedra. Incansablemente, Tristan interroga a un desconocido, al guardia de un parque, a un
transeúnte que no hizo nada, a un agente de policía que sólo controlaba el tránsito, a una joven
secretaria que se niega a dejarlo entrar a la oficina del logopeda. Él intenta mantenerse educado pero
pierde los estribos. Acusa a todo el mundo, ya sea de que no saben nada o de que están mintiendo.
Frente a la escuela privada a donde asistía Harrison, se ensaña con los padres y las niñeras que
están esperando, se planta frente a ellos, uno tras otro los interroga y les suplica, y termina por
reprocharles cualquier cosa. No decir nada. No haber visto nada. Sonreír. Compadecerse. No
reaccionar. Hagan lo que hagan, digan lo que digan, los odia igualmente. Sólo porque ellos podrán
volver a ver a sus hijos a la hora de la comida. Van a besarlos, a abrazarlos, a pasar la mano por su
cabello, hacerlos saltar en el aire escucharlos contar lo que hicieron, con su ceceo o tragándose las
vocales, y arrastrando su peluche. Eso me rompe el corazón a mí también. Pero me llevo a Tristan del
brazo para evitar un nuevo escándalo. Hago una barrera entre él que está gritando sandeces y la
multitud enfadada, que comprende su desgracia pero ya no quiere escucharlo. Intento hacerlo entrar en
razón, pero no me escucha. Y cuando alfin decidimos regresar, porque ya está agotado y derrotado, ya
no nos hablamos. El vínculo entre los dos se rompe de nuevo.
                                      ***
Algunos días más tarde, la villa se llena de periodistas, de fotógrafos y de cámaras. Mi padre, con
su traje de trabajo, fuma un cigarro tras otro en el jardín trasero. Me uno a él con dos tazas de café
para darle una.
– ¿Te estás escondiendo?
– No, me encantaría poder ir a trabajar sin que me fusilen.
– Sí, entonces te estás escondiendo. ¿Café?
– No, sólo no quiero dejarlos a los tres en medio de todo esto.
– ¿Estabas al tanto?
– Sí, fue idea de Sienna. Yo no estaba de acuerdo... Pero si eso le hace bien... No pensé que
lograra reunir a tantas personas. Algunos periodistas vienen desde lejos.
– ¿Y Tristan?
– Decidió participar también. ¿Ya no se hablan? se sorprende mi padre.
– Sí, a veces.
– Liv, escucha... El hecho de que no estés buscando a Harry día y noche no significa que no lo
ames. Y no porque Tristan esté dispuesto a todo tú deberías hacer lo mismo. Hay varias formas de
apoyar o de proteger a las personas que... amamos. Varias formas de reaccionar. Y es normal que las...
parejas sufran en una situación así. No sé cómo van las cosas entre ustedes dos... Pero también debes
pensar en ti, no sólo en Tristan.
– ¿Por qué me dices todo esto, papá?
– Porque no me gustan los periodistas, no confío en ellos. Y no quiero que le hagan más daño a
esta... familia. Haré todo lo posible por encontrar a Harry. Pero también es mi deber como padre
guiarte. Y cuidarte. No estás obligada a participar en... esto, si no quieres.
– Nunca habías tenido tanto cuidado con las palabras que dices, le respondo con una sonrisa.
– ¡Ya ves, realmente no estoy hecho para salir en la televisión!
– Te creo.
– ¡Y tú eres demasiado bonita, Oliva verde, te arriesgarías a que te reclutaran para actuar en
películas!
– Está bien, papá, ya entendí el mensaje.
Al interior de la villa, permanezco alejada mientras que Sienna y Tristan están siendo grabados,
sobre el sillón de la sala, ambos con una playera que tiene impresa la imagen de Harry. Mi madrastra
habla con una voz fuerte y segura, a pesar de tener ojeras y los rasgos cansados:
– Mi bebé desapareció desde hace apenas poco más de un mes y las autoridades ya nos quieren
abandonar. Pero nosotros no nos detendremos. Mi hijo mayor sigue buscando a su hermano, e invito a
todos aquéllos que tengan un corazón a seguir haciéndolo. Mandamos a imprimir su foto en las bolsas
de plástico que podrán encontrar en los supermercados a partir de mañana. Para que nadie olvide el
rostro de Harry. Era tan bello...
Su voz se quiebra y Sienna se calla, mientras que Tristan le muestra a la cámara una de las bolsas en
cuestión. Mira hacia el vacío. Y no puedo evitar pensar que él odia tanto como yo lo que acaba de
decir su madre. « Todos aquéllos que tengan un corazón », como si sólo ellos dos tuvieran uno. « Era
tan bello… », como si un niño feo no mereciera que lo buscaran tanto como uno bello.
– Y quisiera decirle a los secuestradores de mi hijo, si existen, continúa mi madrastra después de
aclararse la garganta, que estoy dispuesta a pagar un rescate. Soy dueña de un hotel, aquí en Key West,
que vale varios millones de dólares. Tengo los medios. Entonces, todos los que nos den información
serán recompensados. Y daré todo lo que tengo, hasta el último centavo, para que me regresen a mi
pequeño.
El oficial Boyle le había aconsejado que no comunicara públicamente esa información. Que no
prometiera recompensas ni hablara de sumas de dinero. Ésa es la mejor forma de atraer a los curiosos,
los mitómanos y los interesados. Y la mejor forma para pasar por una madre frívola y mujer antipática
en la televisión, que desprecia a los padres más pobres y piensa que su dinero puede comprarlo todo.
Bingo.
Tristan deja el sillón antes de que ella acabe de hablar. Y algunas cámaras deciden seguirlo a él,
ansiosas por verlo derrumbarse, explotar, desquitarse con algo o criticar a su propia madre. Corro
detrás de él para evitar que algo de eso suceda.
– ¡Nunca debí haber hecho eso! se exaspera cuando llego con él en el pasillo.
– Lo hiciste por Harry.
– ¡Ellos nisiquiera están aquí por él!
– ¡Yo estoy aquí por ti! le digo tomando su brazo.
– Mierda, debí habértelo dicho antes... gruñe dejándose caer contra mí. Me hubieras dicho que no
lo hiciera, ¿verdad?
– Sí, tal vez...
– Ya no sé, Liv.
Tristan lanza un largo suspiro de cansancio y hunde su cabeza en mi cuello. Al fin puedo tomarlo
entre mis brazos. Intento tranquilizarlo, acompañarlo, como él tanto lo ha hecho por mí. Deslizo mis
dedos por su cabello sedoso, acaricio su espalda musculosa, sintiendo cómo crece en mí una poderosa
oleada de amor y ternura que contuve por tanto tiempo.
Y que por fin puedo compartir.
                                     ***
A partir del día siguiente, el video de Sienna es difundido por todas las cadenas nacionales. Todos
decidieron transmitir justo el momento en que se derrumba. Luego en el que Tristan se escapa. Todos
remarcan las torpezas de una y la hostilidad del otro. En los periódicos y en los sitios de Internet, se
pueden leer artículos y leyendas de fotos que insisten hasta en la menor falla:
« Ignoramos por qué no toda la familia estaba reunida ese día. »
« El padrastro y la hijastra no quisieron hacer declaraciones. »
« El hijo mayor no pudo contener su rabia. »
« No parece haber dicho todo lo que estaba en su corazón. »
« Los millones no siempre bastan para regresar a un niño a casa. »
Y ésos sólo son algunos comentarios. Mi padre tenía razón. Algunos periodistas siguen merodeando
la villa, durante los días siguientes. Algunos intentan hacer hablar a Tristan cada vez que entra o sale,
con preguntas tontas acerca de la investigación. Otros me siguen hasta mi auto cuando intento ir a la
agencia. Otros más filmaron cuando mi padre intentó hacer que se fueran, hasta que la policía llegó.
Siento que la situación ya se nos salió de las manos. Y que las respuestas que esperan ya no sólo
conciernen a un pequeño desaparecido.
La semana siguiente, los artículos se multiplican, los periodistas parecen haber hurgado todo,
revuelto todo, y la verdad parece cada vez un poco más deformada:
« El rockstar de la ciudad tiene un temperamento fuerte y no solamente contra la prensa. En
Key West, Tristan Quinn ya es conocido por varias agresiones, a compañeros, a padres de
alumnos y a oficiales de la policía. Varios testimonios reportan igualmente peleas en bares o en
fiestas con alcohol, al igual que problemas con chicas menores durante conciertos ofrecidos por
su grupo, los Key Who. El historial académico del joven no es mucho más brillante: después de
ser expulsado del liceo a los 15 años, fue enviado a un internado privado durante tres años y no
salió de ahí con un certificado. Finalmente podemos informar que su licencia de manejo le fue
retirada, por una razón todavía desconocida. »
¡Son los Key Why, cretino!
¡Y Tristan obtuvo su certificado, sólo que se negó a ir a esa estúpida ceremonia de graduación!
Jamás golpeó a nadie excepto por Kyle Evans, que lo tenía bien merecido. ¡Y si casi nunca conduce es
porque su padre murió en un accidente! En cuanto a las chicas menores, pff...
Todos esos comentarios me hacen hervir por dentro, pero eso no cambiará nada. Mi madrastra no
se salva:
« Sienna Lombardi, la businesswoman viuda y vuelta a casar casi de inmediato. »
« Treinta y nueve años y dos maridos ya, de los cuales uno murió cuando ella estaba
embarazada, y dos hijos de los cuales uno ha desaparecido, una noche en la que ella no estaba en
casa. Estamos lejos de la esposa y madre modelo que aparenta ser. »
Y yo, espero que Sienna esté demasiado cansada como para navegar por Internet.
En cuanto a mi padre, fue inmortalizado agitando los brazos para ahuyentar a un fotógrafo frente a
la villa. Así es la imagen, y la leyenda:
« Craig Sawyer, director de una agencia inmobiliaria en auge, ha triunfado en los negocios.
¡Pero en su vida privada ha perdido el control! »
¿Cómo pueden mirarse al espejo después de hacer un trabajo tan asqueroso? ¡No saben nada de
mi padre!
Finalmente, encuentro un artículo de primera plana, titulado « Quinn-Sawyer: dos familias,
¿cuántos secretos? » e ilustrado por una foto robada de Tristan y yo, abrazados en el patio, el día de
la entrevista de Sienna. Justo debajo de la imagen, esta pregunta: « Aparte de la desaparición de Harry, ¿hay algo más que los una? »
Mi corazón se detiene y siento cómo me sonrojo, hiervo por dentro, no muy lejos de explotar. Los
ataques hacia mi padre, mi madrastra, las mentiras sobre la reputación de Tristan, las indirectas y las
pseudo-frases impactantes las acepto. ¿Pero utilizar un drama familiar para llegar a eso? ¿Ensañarse
con nosotros dos, con Tristan y conmigo, con todo lo que más amo? ¡Hacer a un lado a Harry para
centrarse en esa pseudo-historia de incesto, aparte de todo lo que estamos sufriendo ya! Todo eso me
da náuseas.
Dejo la habitación y corro a la planta baja. Me parece que mi padre ya regresó, pero Tristan
todavía no. Y debo hablar con él a toda costa antes que... Demasiado tarde. En medio de la escalera,
escucho la televisión lanzando horrores. Frente a ella, encuentro a Sienna, de pie, con la mano en la
boca abierta. Y mi padre, detrás de ella, sosteniéndola por los hombros para impedir que se caiga.
Cuando notan mi presencia, sus reacciones son tanto diferentes como extremas. Mi padre palidece,
cierra los ojos y luego camina lentamente hacia mí, como hacia un animal herido al que no se quiere
hacer huir. Mi madrastra, por su parte, se pone a correr y gritar, como si toda su fuerza, toda su voz y
toda su rabia le hubieran regresado de pronto.
– ¡Me quitaste a un hijo aun cuando no tenías derecho! ¡El segundo está desaparecido, por culpa
tuya! ¡¿Y todavía encuentras una forma de manchar el nombre de mi familia?! ¿Qué te he hecho para
merecer esto? ¡¿Qué te hice, Liv?! ¡Craig, di algo! ¿Cuándo van a dejar de destruir todo, ustedes dos?
Mi padre rodea mi hombro con su brazo y me lleva con él, hacia el jardín trasero, mientras que
Sienna llora y vocifera. Una vez fuera, él enciende rápidamente un cigarrillo, con sus dedos
temblorosos, antes de susurrarme:
– No está pensando nada de lo que dice. Es la furia hablando. Y furia no es más que una etapa del
duelo, Liv. Nada más. Tengo que ir a ocuparme de ella.
– Ya sé..., suspiro.
– ¿Segura?
– Sí, papá. Ve, te necesita.
Él tira su colilla, me da un beso en la frente y regresa a la casa.
Tristan, te necesito tanto...

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