1. Weirdo

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No sé mucho de música, pero ésa sí la reconozco. Creep, la famosa canción de Radiohead, se
escucha por debajo de la puerta cerrada de la habitación de Tristan.
La voz ronca de mi vecino se mezcla con la de Thom Yorke y el resultado que llega a acariciar mis tímpanos es harmonioso. Más que eso. Hipnotizante. Embriagante. Sexy.

"But I'm a creep,
I'm a weirdo,
What the hell am I doing here ?
I don't belong here…
Pero soy un fenómeno,
Soy extraño,
¿Qué diablos estoy haciendo aquí?
No pertenezco aquí..."

Siguiendo mi camino hacia las escaleras, me vuelvo a hacer la cola de caballo recitando los meses
del año al revés. Intento bloquear los pensamientos que me carcomen por dentro. Evito buscar el
significado de ese coro.

« No pertenezco aquí... »
¿Y si Tristan en verdad piensa
eso? »

Desde la última frase que pronunció en mi presencia, no ha pasado absolutamente nada. Las
palabras que utilizó – « asqueroso », « enfermo » – hablando en indirectas sobre nosotros me hirieron.
Pero poco a poco, mi vergüenza y mi pena se convirtieron en una rabia fría y creciente, que sólo he
logrado controlar evitando a mi enemigo como sifuera la peste.
La semana pasada, estaba haciendo el amor con Tristan Quinn. Esta semana, estamos haciendo la
guerra. Silenciosa, imperceptible, glacial.
– ¡Tristan, tu hermano te esperando para ir a nadar! Grita Sienna en las escaleras de abajo, cuando
yo me encuentro arriba. ¡Y no olvides ponerle bloqueador, yo no tengo tiempo de hacerlo!
– ¡Sí, porque es cierto que tu hotel es mucho más importante que tu hijo! los escucho responder
mientras que apaga su música.
– Y haz que coma sus verduras a mediodía. ¡Las papas fritas no cuentan!
– Como si te preocupara mucho lo que come.
– Ah, e intenta hacer que deje a Alfred durante la siesta. Tiene que aprender a vivir sin ese peluche
ridículo.
– ¡Sí, buena idea! ¡Puedo quemarlo frente a él y traumarlo de por vida! gruñe saliendo al fin del
pasillo.
Su voz profunda y viril envía una descarga de escalofríos por mi columna vertebral. No me volteo.
Avanzo, decidida a no cruzarme con su mirada. Aunque muera de ganas de hacerlo.
– Liv, ¿puedes convencerlo de apresurarse? suspira su madre al verme bajar las escaleras.
– No, Sienna, digo suavemente pasando frente a ella. No puedo convencerlo de nada.
Los ataques desde arriba cesan inmediatamente. Ignoro si Tristan me fusila con la mirada o si está
enojado, apenado, si lo que acabo de decir lo conmovió, molestó o divirtió. Y no me importa para
nada. Lo único que quiero es irme de aquí para ya no sentir a mi corazón acelerándose cada vez que él
está presente.
Finalmente, estoy en esta guerra fría en contra de mi voluntad.

"Porque después de todo, yo soy la única responsable de lo que siento por él.
Sentimientos prohibidos."

                          ***
El mes de septiembre ya comenzó, y sin embargo, las playas de la isla siguen estando abarrotadas.
Para no llamar la atención, estaciono mi pequeña SUV a algunos cientos de metros de mi cala secreta y
recorro el resto del camino a pie. Las piedras se me clavan en los pies, algunas plantas secas me
rasguñan las pantorrillas, pero no me desanimo. El océano turquesa me espera al final de este camino
salvaje.
Una vez en el agua, con los brazos y las piernas separadas, flotando alegremente, olvido casi todo.
¿Todo? El extraño ambiente que reina en la casa - Tristan y yo evitándonos, Sienna y Craig peleándose
más de lo normal, Harry hablando cada vez menos y aislándose, a pesar de la presencia y el cariño de
su hermano. Yo también cuido al pequeño lo más que puedo, pero desde que confesó su « amor » por
mí y la rígida de su madre, ya no es como antes. La reacción de Sienna fue desproporcionada, Harry es
particularmente sensible, y la mezcla de ambas cosas no resultó en nada bueno. Yo creía que un niño de
3 años olvidaba todo de un día para otro. Me equivocaba. Harrison no olvida nada. Nunca.
Algunas carcajadas me llegan desde lejos, pero permanezco sola en medio de esta inmensidad. Me
quedo como una tabla, con los ojos cerrados, luchando sin fuerzas contra las olas que intentan
envolverme. Varias veces, el agua salada me cubre el rostro, pero se quita en menos de un segundo
para dejarme nuevamente a merced de los rayos delsol.
Así es como me siento con él. Con Tristan. Él es a la vez el mar que me atrae, me arrulla, me
acaricia. Y el mar agitado que me atormenta. Que me hace sentir que me ahogo.
Y no estoy segura de querer que eso se detenga.
¿Cómo se le llama a eso? ¿Masoquista?
La temperatura cuando entro al auto, con la piel apenas seca, debe ser de unos cuarenta grados.
Tomo mi teléfono y le echo un vistazo rápido. Un mensaje de voz de Bonnie:
– ¡Liv, ven por mí antes de que haga una estupidez! Si vieras mi habitación en la residencia
universitaria... ¡Es una invitación al suicidio! ¡Y sucede lo mismo con Fergie, no ha cerrado los
ojos en toda la noche por miedo a que su coinquilino le haga cosas mientras duerme! Cosas
sexuales, ¿me entiendes? ¡En fin, deja tus clases a distancia o abandona a tus compañeros en la
agencia y ven aquí!
Al estacionarme en el campus del Florida Keys Community College, constato que mis dos mejores
amigos son unos verdaderos cobardes - y unos drama queens. A mi alrededor pasan los rostros
serenos, sonrientes, amables. Nadie entre los cientos de estudiantes que observo parece estar a punto
de jugar a la ruleta rusa con un viejo revólver, o de saltar del techo del edificio principal. Y cuando
Bonnie y Fergus llegan conmigo, comprendo que todo eso no era más que una farsa. Una mentira para
hacerme venir con ellos.
– ¿Qué pasó? se burla pelirroja dándome un beso en la mejilla. ¡Llevas casi una semana rechazando
nuestras invitaciones!
– Si esto te causa problema, puedes decirlo, me resopla Bonnie avergonzada. Ya sabes, que
nosotros estemos aquí y tú no...
– ¡Basta con eso! suspiro robándole a la castaña su botella de refresco. ¿Puedo? Muero de sed.
– ¿Alucino o traes puesto el bikini abajo de la ropa? se da cuenta Fergus levantándome la blusa.
Tres muchachos que pasan por ahí me silban, así que me sonrojo y empujo a mi mejor amigo - que
al parecer, también se ha convertido en mi proxeneta.
– ¡Mi situación es ideal! tranquilizo a Bonnie riendo. Me encargo de mis clases a distancia por la
mañana y así tengo tiempo de trabajar en la agencia por la tarde y de ir a nadar durante mireceso!
– Sí, es cierto que visto así, tu vida parece una pesadilla, me sonríe mi mejor amiga. Y además,
como jugaste bien tus fichas - es decir, nosotros -, ¡podrás venir a las fiestas de la facultad! No te
cuento cuántos hombres guapos hemos visto hasta ahora... ¡Y las clases apenas acaban de comenzar!
– ¿Y entonces qué sucedió con Drake?
Largo silencio. Me muerdo las mejillas, esperando no haberme equivocado.
– Drake y yo somos una pareja abierta, se defiende ella alzando los hombros.
– Traducción: ¿no te prometió ser exclusivo? pregunto.
– Así es, confiesa. Pero decidí tomarlo bien. Bueno, al menos intentarlo...
– Sabes que no estás obligada a hacerlo. Debe haber algún chico guapo por aquí que te quiera,
sólo a ti, digo mirando alrededor.
– Sí, pero yo lo quiero a él, Liv. Sólo a él.
– Lo sé, murmuro teniendo un flash.
Sus ojos tan azules. Sus labios tan suaves. Su voz tan estremecedora.
– ¿Qué?
– No, nada, respondo sonrojándome. ¿Me llevan a la cafetería?
– Aquí la llamamos elself, me regaña Fergus masajeándose el vientre por el hambre que tiene.
– Y para agradecerte que vinieras a salvarnos, te invito una ensalada, me anuncia Bonnie sacando
su credencial de estudiante de su bolso.
– ¿Desde cuándo comes ensalada?
– Desde que está convencida de que Drake la querrá más si es delgada, me dice Fergus.
– ¡Bonnie Robinson! me ahogo jalándola del puño. ¡No cambies por él! ¡Por nadie! ¡Sólo por ti, si
quieres hacerlo!
– Liv, tú no amas a nadie. No puedes comprender, suspira sin maldad.
OK. Siguiente tema.
Finalmente, la ensalada no estuvo tan mal. Mi mejor amiga no resistió mucho tiempo y las hojas de
escarola se vieron rápidamente recubiertas de queso, pollo, nuez y aderezo César.
1:54 p.m. Mientras me alejo del campus, llamo a mi padre para avisarle que no llegaré a tiempo.
Como mi primer visita está programada a las 3 de la tarde, no se enoja y simplemente me aconseja
manejar con cuidado. Justo antes de colgar, lo escucho agregar precipitadamente:
– ¡Espera, Oliva verde! ¡Si me puedes comprar un slushi verde en el camino, cambiaré mi
testamento y te dejaré cien dólares más! Y tráeme el más grande, ¿eh?
– ¿Otro de tus granizados asquerosos? río en respuesta a sus gritos de emoción. ¿Por qué no
puedes beber té, café o whiskey, como todos los padres que se respetan?
– Porque soy único y formidable. ¡Y porque amo el azúcar, el azúcar, el azúcar!
– ¿Entonces qué te llevó a casarte con una persona tan... amargada? pregunto intentando hacer una
broma.
No lo logré. De inmediato me arrepiento por haber abordado el tema de esa forma. Al otro lado de
la línea, mi padre no dice nada.
– Lo lamento, papá, no quería...
– No te disculpes, pequeña. Ve a comprarme un slushi y te perdono.
– Trato, digo en voz baja. ¿Y, Craig?
– ¿Sí?
– Tú siempre me has bastado, ¿sabes? No podría haber pedido un mejor padre.
– Dos hubiera sido mejor, suspira suavemente.
– No. Tú y tus slushis son todo lo que necesitaba para ser feliz. Y hasta hoy, no necesito nada más.
– ¿Lo prometes?
– Lo juro.
– ¿Por tu vida?
– Sí. Porque me educaste muy bien, río antes de colgar.
Tomo la avenida principal de Key West y bajo hasta White Street, donde me estaciono. A algunos
metros de allí se encuentra una de las mejores reposterías de la isla. que vende tanto especialidades
locales como atractivos turísticos como los granizados. Llego hasta allí caminando, admiro los key lime
pies y otros postres en la vitrina, y luego entro para comprar la famosa bebida. La repostera sirve un
litro de la mezcla color verde menta fosforescente en un inmenso vaso de plástico transparente, le pone
una pajilla y me lo da.
– Qué raro que hayas escogido el verde, pocas personas saben apreciar ese sabor, me dice
tomando el billete que le doy. Seguimos haciéndolo sólo porque nos gusta el color.
– Eso no me sorprende, sonrío pensando el lado extravagante de mi padre.
Saliendo de la tienda, no pongo atención a dónde piso y por poco le tiro todo el líquido helado
encima a un rubio alto con sonrisa encantadora. Drake.
Y a su derecha, Tristan. Con su playera lo suficientemente pegada como para dejar entrever cada
uno de sus músculos.
– ¿Mucha sed, Liv? bromea Drake mirando el vaso gigante en mi mano.
– ¿Qué están haciendo aquí? les pregunto mirando al piso.
Una extraña tensión emana de Tristan, puedo sentirla sin siquiera tener que mirarlo.
– Vamos a la Key West Art School, me explica el más amigable de los dos mostrándome la guitarra
que cuelga de su hombro. Es justo ahí, alfinal de la calle, y ya vamos diez minutos tarde.
– Dar una buena impresión desde el primer día: ¡check! bromeo tontamente para esconder mi
agitación.
Me conformo con sonreír por fuera mientras que otra cosa sucede en mis entrañas. Me sumerjo por
un instante en los ojos de Tristan, antes de salir de ellos para retomar el aliento. Su mirada es magnética.
Imposible de descifrar.
– Debo irme, les digo simplemente. ¡Y ustedes también! ¡Hasta pronto!
– ¡Sawyer! exclama el titán rodeando mi cintura con su brazo.

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