2. 17 días

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Diecisiete días. La tierna voz de Harry se calló hace más de dos semanas, la investigación no ha
avanzado en nada y, sin él, sin el pequeño rostro bajo el corte infantil, la villa ya no tiene alma. Aparte
de los inspectores que nos visitan - cada vez con menos frecuencia - y los gratines y otros platos de
lasaña que dejan en nuestra puerta, nada parece moverse entre estas paredes.
Sienna toma medicamentos como si fueran dulces. Craig no deja de fumar. Tristan aprieta la
mordida. Yo cierro los ojos con fuerza para intentar hacer desaparecer la realidad. Pero cuando los
vuelvo a abrir, la pesadilla sigue igual de viva.
Toda la isla parece funcionar en cámara lenta. Los letreros siguen firmemente pegados en todas las
vitrinas, pero nadie se atreve realmente a mirarlos. Los habitantes murmuran el nombre de Harry en
todas las conversaciones, pero en voz cada vez más baja. Por las tardes, las calles se vacían más
rápido de lo normal, ya que todos regresan a sus casas para cuidar a sus querubines.
Ignoro si la gente sigue teniendo fe, pero nosotros sí. Sienna, Craig, Tristan y yo sí. A pesar de
todos los rencores, al menos tenemos eso para mantenernos unidos. El amor que le tenemos al
pequeño. La esperanza que sigue aquí, en nosotros, más fuerte que la duda, que el miedo. ¿Es una
locura pensar que después de diecisiete días encontraremos vivo a nuestro pequeño desaparecido, con
perfecta salud y su sonrisa tímida y conmovedora sobre los labios? Seguramente. Pero no perdemos la
esperanza. Porque es insoportable imaginar lo contrario. Pensar que su vida ha terminado, con tan sólo
3 años. Eso sería demasiado injusto.
Inaceptable.
                                       ***
– Liv, ¿no vas a arrancar?
La voz de Bonnie me saca de mis meditaciones y enciendo por fin el motor.
– Fergus me llamó esta mañana, me dice con una actitud falsamente indiferente.
– No quiero hablar de eso.
– Estaba llorando.
– Puede morirse, no me importa en lo absoluto.
– Eso no es lo que piensas, murmura tristemente.
– Bonnie, ¿en verdad crees que voy a ir a consolar a ese traidor mientras que Harry está...?
Las palabras no salen. ¿Harry está qué? ¿Desaparecido? ¿Aterrado? ¿Entre las manos de un
enfermo? Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Un imbécil escoge este momento para cerrarse en
mi camino y le toco el claxon como loca. Y me paso un alto sin querer, lo cual hace saltar a mi vecina
de al lado cuya peluca ya no está bien acomodada.
– Liv, estaciónate en el acotamiento. ¡Estoy a punto de arrancarme todo el cabello!
– ¡No es tuyo!
– ¡Cálmate o nos vas a matar!
Ella se vuelve a peinar indignada, yo me trago mi rabia e intento relajarme encendiendo la radio. La voz de Ed Sheeran invade la cabina y le cambio esperando encontrar algo más alegre. Fracaso. Una
balada deprimente de Alanis Morissette. Back to Black de Amy Winehouse. The Blower’s Daughter
de Damian Rice.
La canción más triste del mundo...
– ¿El universo está tratando de mandarme un mensaje o qué? gruño cambiando nuevamente de
estación.
– ¡Pon las noticias, eso te cambiará de ideas!
Bonnie tenía buenas intenciones al poner la radio local. Sólo que la entrevista actual es sobre Harry.
Reconozco inmediatamente la voz asmática del oficial Boyle. Y los términos que utiliza – « Las
esperanzas disminuyen » – me dan ganas de soltarme a llorar. Mi mejor amiga y copiloto reacciona y
hace desaparecer la voz cantando. Una canción de Glee : Don’t Stop Believin’…
« No dejes de creer... »
La situación es a la vez ridícula y cruel, pero me hace reír. Finalmente me estaciono frente al
supermercado, saco la llave del contacto y dejo caer la cabeza contra el respaldo. De pronto, es como
si todas mis fuerzas se escaparan.
– ¿Y si mejor nos conformamos con las lasañas?
– Ven a hacer las compras, floja. ¡Logré hacerte salir de esa casa, no me rendiré tan rápido!
Con esto, la tirana con uñas multicolores rodea el auto, me saca de mi lugar, me da un beso en la
mejilla y me toma de la mano para arrastrarme hasta la tienda. Sólo eso. Y me doy cuenta de que es
apenas la tercera vez que dejo la casa desde hace diecisiete días. Pero sobre todo la primera que salgo
sin un miembro del clan Lombardi-Quinn-Sawyer. Por más que Bonnie sea indispensable en mi vida,
sigue sin formar parte de la familia.
Y me siento atrozmente vulnerable sin « los míos »…
En la sección de frutas y verduras, la mayoría de las miradas se concentran en mí, antes de
desviarse rápidamente. Ser el centro de atención cuando una no desea más que pasar desapercibida es
extraño, por no decir oprimente. Esa sensación ya la había vivido, pero por otras razones. Y ahora
siento que la gente me tiene compasión... y que me juzga. A juzgar por su mirada, esa mujer con
sombrero ridículo y nariz demasiado grande para su pequeño rostro piensa que todo es mi culpa. El
hombre que la acompaña y lleva su canasta parece compadecerme sinceramente. Y lamentar tener una
perra por esposa.
Bonnie me lleva enseguida a la sección de comida preparada. Ahí, las miradas se convierten en
murmullos incómodos, a veces acusadores. Los ignoro como puedo, concentrándome en el torbellino
que me acompaña. Ella lanza a mi carrito varios grilled cheese de todos los sabores, pizzas de todos
los colores, ensaladas sin ninguna crudeza. « Comfort food », como ella lo llama. Como si un solo
bocado de esas tonterías fuera a subirme el ánimo.
Harry… ¿Dónde estás?
En los congelados, las lenguas simplemente se sueltan. Como si comprar una cubeta de helado de
cookie dough cuando mi hermano está desaparecido fuera un crimen. Una mujer con vestido negro, la
boca apretada y el andar rígido deja su carrito para caminar hacia mí. Su rostro me parece conocido.
No tengo tiempo para cambiar de pasillo antes que me diga fríamente:
– Como amiga de Sienna, creo que puedo permitirme decirte lo que pienso...
– Por favor, no se moleste, la provoco.
O continúo con este desafío o me derrumbo. Desestabilizada por mi insolencia, ella me mira de los
pies a la cabeza, antes de decirme:
– ¿No tienes vergüenza?
– ¿De existir? No.
– ¡Le destruiste la vida! ¡Sienna nunca volverá a ser la misma!
– ¡Señora, cálmese! se interpone de repente Bonnie.
– ¿Señora? repite la castaña, indignada.
– Créame que yo le iba a decir algo peor, gruño. ¿Puedo seguir con mis compras?
– Espero que te vayas al infierno...
– ¿Sola o acompañada? Digo, para saber con quién voy a ir...
– Ven, Liv, vámonos de aquí.
Una multitud se ha reunido a nuestro alrededor, sin que me dé cuenta de ello. Bonnie se aleja con
nuestras compras, pero yo me quedo inmóvil. De repente, la violencia de la situación me es evidente.
Entonces, mirando a todas las personas que me rodean, una tras otra, suelto con una voz fuerte pero
temblorosa:
– Yo también perdí a Harry, ¿saben?
La mayoría de las miradas rozan el suelo ahora. Algunos me dirigen sonrisas apenadas, otros
fruncen un poco el ceño, convencidos de que soy una manipuladora, que sólo intento ganarme la
compasión de los más ingenuos. Pero no me importa lo que piensen de mí. Sólo quiero que no se
olviden de Harry. Que no lo entierren tan pronto.
– Pueden pensar lo que quieran, decir lo que les venga en gana, yo soy la primera que se reprocha.
Pero lo único que importa es Harry. Que regrese. Que lo encontremos. Y para eso, hay que
concentrarse en él, antes que buscar culpables. ¡O bien encontrar al verdadero! Diecisiete días... ¡Sigue
habiendo esperanza!
Silencio… de muerte. Nadie parece creerlo. Ni siquiera la perra vestida de luto sabe qué agregar.
Entonces le doy la espalda a toda esa gente y dejo elsupermercado sin Bonnie, sin mis compras, y voy
a encerrarme a mi SUV. Para llorar.
                                         ***
La agencia lleva tres semanas funcionando sin mi padre. Craig se dispone finalmente a regresar a la
oficina esta mañana, para continuar con los negocios. A algunos minutos de dejar la villa, me sirve mi
café y, con un brillo de tristeza en la mirada, me anuncia:
– Regresarás a tu puesto esta misma tarde, Oliva verde. Te necesitamos allá.
– ¿Y aquí? ¡También me necesitan! Nunca se sabe lo que...
– No, Liv. Si la investigación avanza y puedes serle útil a Harry de alguna forma, tendrás toda la
libertad que quieras. Pero mientras tanto, tienes que regresar. Hoy. No es negociable.
– ¿En una semana? le digo suplicando.
– No. A las 2 de la tarde. En punto.
– Papá…
– ¡Yo también me siento culpable por retomar mi vida de antes, Liv! se impacienta de pronto.
Me sobresalto al escucharlo así, élse da cuenta de esto y baja ligeramente el tono:
– Yo también quisiera poder ayudar en algo para encontrarlo. Pero todos moriremos a fuego lento
en esta casa si lo único que hacemos es esperar. Entonces haz lo que te digo. Vístete adecuadamente,
regresa a la agencia y oblígate a ti misma a vivir de nuevo.
Sus ojos brillan y me doy cuenta de que ni siquiera él puede contener las lágrimas. De tanto
consolar a todo el mundo, no tiene ni un segundo para pensar en él. Para digerir todo lo que le está pasando al mismo tiempo. Harry. Su matrimonio fracasado. Los terribles errores cometidos por su hija.
– A las 2 en punto, murmuro. Estaré ahí.
Es la sombra de mi padre lo que deja la cocina, luego al villa, con un traje demasiado gris y
aburrido para él. Yme prometo a mí misma que nuca más lo volveré a decepcionar.
                                     ***
Tristan estuvo desaparecido toda la mañana, lo cual no es nada nuevo. Aunque duermo con él casi
todas las noches, en su cama o en la mía, aunque me acurruco contra su piel sin que nada pase,
desaparece cada mañana. Sale en busca de su hermano, frenéticamente, furiosamente, y nada más
existe ya.
Mi padre tenía razón. El trabajo me regresa un poco de paz mental. Cuando contesto el teléfono, mi
voz es más firme, más cálida. Cuando escribo un nuevo anuncio, releo un contrato de renta o respondo
el email de un cliente, mis demonios se tranquilizan por algunos minutos. A estas alturas, ya no estoy
aquí por obligación. Estoy aquí para respirar de nuevo.
Al final del día, tengo una gran recaída en la gran sala de reuniones de la planta baja. Todos
nuestros colegas nos reúnen a mi padre y a mí, de manera solemne. Su intención es buena. Muy buena.
El resultado es catastrófico. Janice toma la palabra y me derrumbo. Su pequeño discurso y el enorme
ramo de flores están dirigidos a Harry. No aguanto hasta elfinal. Salgo corriendo, con el cuerpo saltado
por los sollozos. Una mano me detiene cuando estoy a punto de salir de la agencia. Romeo.
– Liv, lo lamento mucho. Fue mi idea... Quería que supieran que estamos con ustedes.
Su voz dulce y preocupada no logra más que aumentar mi pena. Lloro, hago ruidos extraños,
muecas, intento contener mis sollozos. Y aterrizo entre sus brazos, para mojar con mis lágrimas su bella
camisa blanca. Huele a loción de afeitar. Muy fuerte. Demasiado fuerte. Casi hasta me da náuseas, pero
no me muevo.
– No sé qué va a pasar, pero todo estará bien... me susurra mi nuevo ángel guardián. Eres fuerte,
Liv. Mucho más fuerte de lo que crees.
Nos quedamos en esta posición por varios segundos, hasta que mi respiración regresa a la
normalidad. Un poco incómoda, retrocedo e intento sonreírle a mi colega, quien me da mi bolsa que
recogió de mi oficina.
– Puedes irte. Le diré a tu padre que regresaste.
– Gracias, Romeo.
– Para eso están los amigos, agrega alzando los hombros antes de alejarse.
Un sol intenso me recibe alsalir de la agencia y calienta instantáneamente mis piernas desnudas. Las
lágrimas dejaron su rastro sobre mi rostro. Para intentar calmarme, me amarro rápidamente el cabello,
frente a la vitrina, y noto que alguien me observa. Alguien que me es más que familiar.
¡Tristan!
Me volteo, con el corazón a mil por hora, feliz de verlo a una hora en la que generalmente está lejos
de mí. Pero su mirada es fría. Desconfiada.
– ¿Qué...?
– ¿En verdad crees que necesito ver eso, Liv?
– ¿Qué?
– ¿A ti, en los brazos de ese idiota? silba con una voz glacial antes de regresar a su bicicleta.
¡Detrás de una maldita vitrina! No es lo más discreto...
Corro y me planto frente a su llanta delantera, para impedir que vaya a alguna parte. No sin mí.
– ¡Tristan, no hagas esto!
– ¿En verdad crees que será peor que lo que tú acabas de hacer?
– ¡Fue algo totalmente inocente! ¡Me estaba consolando!
– ¿Porque ahora ése es su papel? ríe amargamente.
– Tristan, basta. Por favor... Es a ti a quien amo.
Mi voz se ha quebrado y su mirada se suaviza. De pronto, sus brazos rodean mi cintura y me atraen
hacia él. Fuerte. Muy fuerte. Huele maravillosamente bien. Necesitaba cruelmente este abrazo, y él
también. Nuestras respiraciones se sincronizan, nuestros calores se mezclan , rápidamente, son nuestros
labios los que se pegan. Sólo por un instante.
– Ven, Sawyer, hay demasiados curiosos por aquí.
Con su pequeña sonrisa retorcida sobre los labios, él me muestra el manubrio y me hace una señal
para que me suba.
– ¿Crees que soy una kamikaze? Soy una hija de papá...
– Confía en mí. Sube.
Tristan estabiliza la bicicleta para que me pueda subir. Haciendo callar mi voz interior que me
ordena no hacerlo, me instalo como puedo, con su ayuda.
– ¡Es difícil! Se me mete al…
Demasiado tarde. La bicicleta ya está en camino hacia un destino desconocido y me aferro como
puedo gritando con cada obstáculo que encontramos. Baches. Una ligera vuelta. Un pedazo de
banqueta que bajamos. Tristan se ríe, a mis espaldas, pero aun así hace lo necesario para que no
corramos ningún riesgo.
Algunos minutos más tarde, mi calvario termina cerca de un pequeño garage. Finalmente bajo del
instrumento de tortura y me masajeo el trasero mientras que Tristan me pide esperarlo allí. Luego
regresa rápidamente, esta vez sobre un scooter. Sonríe al ver mi cara despavorida y luego me lanza un
casco rojo.
– Un amigo me debía un favor... me explica poniéndose elsuyo, negro. ¿Me acompañas, Sawyer, o
prefieres regresar al manubrio?
Estallo de risa - por primera vez desde hace una eternidad - subo detrás de él, me pego
amorosamente a su espalda y arrancamos hacia el gran camino que nos aleja de Key West. No tenía
esta sensación de libertad desde... la desaparición de Harry. E intento ahuyentar la tristeza que quiere
regresar.
Contra su piel, casi lo logro...
Subimos hasta Islamorada, otra isla de las Keys. Quisiera que esta aventura no acabara nunca, pero
Tristan detiene finalmente el motor frente a un restaurante cubano.
– ¿Tienes hambre? me pregunta el titán quitándose el casco.
Sus brazos desnudos y musculosos me parecen más bronceados. No es de sorprender, en vista del
tiempo que dedica a buscar a su hermano, por toda la isla.
– No, respondo finalmente.
– Yo tampoco.
– ¿Entonces?
– Entonces, tenemos que comer.
Él se baja del scooter, desabrocha mi casco y me lo quita. Luego me inspecciona de los pies a la
cabeza, pareciendo preocupado y goloso a la vez.
– Te estás derritiendo, Liv. ¡Ven, te haré recuperar las fuerzas!
Sonrío y tomo la mano que me ofrece. Entramos en el restaurante, donde nadie nos conoce, y
escogemos una mesa en la terraza, con vista hacia el océano. En vez de sentarme frente a él, lo hago a
su lado y no suelto su mano ni por un segundo más.
– Podría estar en cualquier parte... murmura Tristan mirando la superficie del agua.
No espera una respuesta de mi parte. Entonces me conformo con poner mi cabeza sobre su
hombro y mirar hacia la misma dirección, apretando más fuerte su mano dentro de la mía. Mis
camarones con miel llegan, seguidos por su bistec de tiburón. Comemos sin apetito, arrullados por las
notas de música latina que se escapan delsalón del restaurante. Mi teléfono vibra, es un mensaje de mi
padre preguntándome por qué no estamos ni Tristan ni yo en la casa. Le respondo rápidamente
diciéndole dónde nos encontramos, para evitar que se preocupe, luego Tristan toma mi teléfono y me lo
confisca.
Milagro: su sonrisa de niño travieso está de regreso.
Sólo una maldita sonrisa... ¡y todo se ilumina!
– Esta tarde, estamos frente a frente, Sawyer.
– Toda la vida, si quieres, sonrío tiernamente.
Él me observa intensamente de repente. Como si mi última frase lo hubiera conmocionado, aunque
fuera ligera. Le llegó directamente al corazón.
– Te amo a morir, Liv, sabes...
Su voz ronca, quebrada, me conmociona. Y sus ojos. Están clavados en los míos con una emoción
tan cruda, tan sincera. Me cuesta todo el trabajo del mundo responderle sin llorar, pero lo logro.
Murmurándole:
– Y yo te amo como loca. Creo que tú y yo estamos condenados. A amarnos. A pesar de todo...
Nuestras copas chocan y se voltean sobre la mesa cuando se inclina hacia el frente bruscamente
para besarme. Apasionadamente. Río y lloro a la vez contra sus labios. De sorpresa, de placer,
calmada por su pasión, su audacia. Su respiración cálida y dulce se mezcla con la mía y gimo, mientras
que su lengua se pone a acariciar mis labios. Ya no había sentido esa intensidad en él.
No desde...
¡Basta!
¡Deja de pensar!¡Disfruta!

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