Nunca más.

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Te miro.
Me miras. Tu mirada refleja felicidad. Felicidad de estar con él.
Mi mirada igualmente refleja felicidad. Felicidad de ser libre.
(Libre no por haber destrozado todo lo que había entre nosotros, sino por haberme deshecho de las cadenas del amor enfermizo que me ataban a ti.)
Bajas la mirada. Porque te sientes culpable, lo sé.
Yo sigo viéndote. Porque me gusta que te sientas así.
(Me gusta porque realmente debes sentirte culpable, no por romperme el corazón, sino por hacerme cambiar rotundamente mi vida para nada.)
Tratas de seguir caminando, pero no puedes, te detienes. Porque quieres hablar conmigo. También quiero irme, pero no puedo, me detengo. Porque quiero escuchar que es lo que puedes decir.
(Quiero escuchar no porque realmente me interese, sino que simplemente prefiero hacer las cosas que pensar en el “hubiera”)
Abres la boca, pero no dices nada. Esperas a que yo diga algo.
Abro la boca, pero no digo nada. Suspiro y me voy.
(Suspiro, pero no por ti, como antes, suspiro porque me duele ver lo orgullosa que eres y lo podrida que estas por dentro, algo que nunca noté estando enamorado)
Te quedas ahí, sin decir nada. Me marcho de ahí, sin decir nada.
(No digo nada no porque tenga nada que decir, sino que me quedo callado porque me doy cuenta que tu felicidad es de mentira, y la mía… la mía es verdadera)
Regreso a ver. Me estás mirando.
Vuelvo a caminar. Nunca más vuelvo a ver hacia atrás.

Te entrego este amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora