Capítulo siete- "La vela consumida"

70 6 0
                                    

Aquella noche me encontraba tan cansada que lo único que mi cuerpo me pedía era dejarme caer en brazos de Morfeo.
Desperté más temprano de lo habitual debido a un rayo de sol que se filtró por la ventana de mi habitación.
-Si no fuese porque ayer me contuve...- me dije a mí misma a la vez que me incorporaba en la cama sintiendo una oleada de calor que recorrió todo mi cuerpo.
-¿Qué te está pasando? Nunca te has comportado así, ni siquiera con Robert.- me pregunté extrañada.
-¿Cómo se sentirán sus frías manos sobre mi piel cálida? ¿Será tan excitante como dicen?- pensé imaginándome aquella erótica imagen mientras me mordía el labio inferior.
Esa mañana me había despertado diferente, me sentía más mujer. Necesitaba llamarlo de nuevo, aunque sabía que si lo hacía podría ocurrir lo que tanto anhelaba, algo que, por mi parte, sería irresponsable.
Pero lo deseaba con todas mis fuerzas... tenía la necesidad de sentir su boca...
Simplemente con ese pensamiento...
Más tarde, lo llamé por teléfono. Muchas veces el corazón prevalece sobre la razón.
-Ryan- dije nerviosa. -¿Te gustaría venir esta tarde a mi casa y tomamos un té?-
-Por supuesto. Voy encantado, si no es mucha molestia, claro.-
-En absoluto. ¿Te viene bien a las 17:30?- le pregunté perdiéndome en las mismas imágenes que volvían a visitarme...
-Sí.-
-Pues nos vemos entonces a esa hora. ¿Te parece?-
-De acuerdo. ¡Hasta luego! ¡Un besito!-

-Un besito...- pensé mordiéndome el labio.
-Ufff... eso es lo único que me haría falta para morir de placer... Un beso en la oreja, un beso en la boca, un beso en el cuello, un beso en mis pechos, un beso en la barriga, un beso en el ombligo, un beso en las piernas, un beso en los muslos... un beso en las ingles... un beso en mis empapadas bragas, un beso en la vagina, un beso en mi máxima humedad, un beso en el clítoris... y también cierta participación de su lengua...- este erótico pensamiento me erizó la piel de tal manera, que comencé a suspirar.
-Ayyy, Ryan...-

Durante toda la mañana, estuve preparando el almuerzo y limpiando mi casa. Y para terminar, coloqué velas aromáticas en la mesa del salón.
Y finalmente dieron las 17:30.
-¿Se puede? No me importa esperar si está mojado.- escuché desde la puerta, ya que la tenía abierta para que la casa se secase más rápido.
-¡Pasa Ryan, pasa!- le saludé mientras terminaba de limpiar parte del suelo del salón.
-No, tranquilo. No te preocupes. Sólo me queda esta parte.- solté un momento la fregona y me acerqué para darle dos besos.
-¿Qué te parece si esperas un momento y ahora me ayudas con el té?- le pregunté volviendo a mi labor.
-El tiempo que sea necesario.
Por cierto, perdona la intromisión, pero estás guapísima. Ese vestido te hace preciosa, más de lo que ya eres.- me respondió con una sonrisa que conquistaba al mundo.
En ese momento no pude evitar sonrojarme.
-Me lo he puesto por lo mismo.- pensé feliz por su cumplido.
-Muchas gracias, Ryan. Para nada, no te preocupes, no es ninguna intromisión, al contrario. Hace tanto que mi marido no me dice algo bonito...- suspiré mirándole con ojos soñadores.
Esa tarde me puse un vestido que había reservado para una ocasión especial.
Era de encaje negro, muy ajustado, cosa que marcaba mi figura. Y a pesar de que no teníamos pensado salir a ningún lado, opté por unos tacones que hacían juego con mi vestido.

-¿Te importa si me baño en un momento? No tardaré nada.
Si no te importa, claro.
Hasta ahora he estado sacando fotos y vengo agotado.-
-¡¡Oh, por supuesto que no me importa!!
Es más, si quieres, te puedo dejar una camisa limpia de mi marido.- dije mordiéndome el labio inferior, pensando en que no volvería a lavarla nunca más...
Deseaba poder conservar su aroma. Al menos en ella...
-Muchas gracias, de verdad. No sabes lo que lo necesito.-
Cuando Ryan salió de la bañera, yo también decidí bañarme. Tanto limpiar me había dejado hecha un asco.
Menos mal que el vestido que me había puesto seguía oliendo perfectamente.
Él se quedó en la cocina preparando algo de comer para más tarde.
Le dije que pusiese el tapón para aprovechar el agua y así, no derrochar tanta. Pero la realidad era otra muy distinta...
Mientras estaba tumbada en la bañera, con la misma agua con la que él se había bañado, pensé que, minutos antes, había estado ahí, desnudo...
Inconscientemente, de nuevo, me mordí el labio sintiendo una oleada de calor que llevó a mis dedos (imaginándome que eran los suyos) a tocar mi clítoris y mi vagina.
Y ese pensamiento me pareció intensamente erótico...

-¿Qué te apetece tomar?- le pregunté sacando de un mueble varios sobres de té y de café y un paquete de azúcar.
-¿Quieres a parte de eso algunas galletas o pastitas?-
-Con un café es suficiente, gracias.-
-Y dime Ryan, ¿qué te trae por este pueblo? ¿Buscas algo en concreto?- me senté a su lado con su café, el mío y varias galletas.
-Pues lo que ya te conté, soy escritor y mi empresa me pide que viaje a ciertos lugares. Y esta vez me ha tocado aquí. Y sinceramente, estaré eternamente agradecido a mi jefe que me haya enviado aquí.- comentó mirándome con esa sonrisa suya que tanto le caracterizaba.
Me había sentado a la vera de él y casi podía sentir su respiración. -¿Por qué lo dices?-
-Naturaleza, una mujer maravillosa, una plaza hermosa...- me acarició suavemente la mano.
-Julia, si no es mucho preguntar, ¿cómo estás con tu marido? ¿Eres feliz junto a él?-
Me asombró que me preguntase eso, ya que no le había hecho mención de aquel inhumano.
-Bueno... a veces sí y a veces no...- no pude evitar que mis lágrimas no fuesen la protagonista en esos instantes.
-No llores, amor. Ha sido fallo mío, no tendría que haberte hecho esa pregunta. Seré idiota.- se culpó a sí mismo a la vez que me abrazaba.
-No, de verdad. No te preocupes, no has hecho nada malo. Soy yo, que estoy hecha un mar de lágrimas, llevo unos días muy sensible.- me aferré con fuerza a su espalda.
Estuvimos abrazados un buen rato hasta que nos separamos.
-Mira, te voy a contar toda la verdad.- le dije con hipidos que no me permitían respirar.
-Si no te apetece porque es un tema muy personal déjalo. No quiero meterme en donde no me llaman.-
-No te preocupes. Quiero contártelo, es una necesidad que siento. Nunca se lo he dicho a nadie y necesito desahogarme.-
-Verás, cuando me casé con él todo era perfecto. Nuestra luna de miel fue mágica.
Pasaron los años y todo seguía igual, nos queríamos mucho. Pero tras un tiempo, se volvió muy agresivo, posesivo, a todas horas controlaba lo que yo hacía, me pegaba y me pega...- el llanto esa vez se hizo aún más fuerte.
-No soy nadie para decirte esto, pero creo que deberías dejarlo o denunciarlo.-
-Por supuesto que eres alguien, y muy importante además.- confesé rozando mi mano suavemente en su mejilla.
-Sé que debería hacerlo, pero... no sé... ¿y si al dejarlo hace algo a mis hijos?- le pregunté angustiada.
-Puedo ayudarte si quieres a denunciarlo. La policía haría su trabajo de arrestarlo y yo os podría llevar a un sitio lejos de aquí o a otro país incluso. Pero claro, supongo que aquí tendrás a tu familia y demás.- me propuso cogiendo la mano que yo tenía aún puesta en su mejilla.
-Pues la verdad es que es una buena idea. Por eso no te preocupes, porque mi familia vive en Chicago.
Sería genial, porque a mi niña, a mi niño y a mí nos encanta viajar, apenas hemos salido de este pueblo.
Y, sinceramente, nos haría falta comenzar una nueva vida y dejar todo esto detrás.- mi alma se inundó de felicidad al imaginar una nueva vida junto a mis hijos lejos de mi marido, si se le podía llamar así...
-Lo siento mucho, no sabía por lo que estás pasando. No es nada comparado con mi problema. Lo siento, de verdad.- se disculpó.
-Nada, no te preocupes. Es normal que no supieras nada. No te preocupes.-
-Ya verás cómo, poco a poco, mujeres y hombres nos vamos a ir uniendo para luchar contra este sector machista que aún prevalece.
El mundo necesita más feministas. Y con esta palabra me refiero a ambos sexos.- me animó poniendo sus manos en mis hombros.
-El mundo necesita más hombres como tú.- me ruborizé al confesar esa realidad.
-Anda ya, hay muchos que piensan como yo. En serio, hay muchos.-
-¡No te quites valor! ¡Eres muy importante, no lo dudes nunca! La primera persona a la que tienes que querer es a ti mismo.- le aconsejé dándole un beso en la mejilla en agradecimiento por todo lo que me estaba ayudando.
-Lo sé, pero cuesta...-
-Ya sé que cuesta, ¿me lo vas a decir a mí?- le dije mientras miraba cómo las velas aromáticas que había colocado en la mesa se iban consumiendo poco a poco.
Consumiéndose al igual que mi persona durante ciertos días de mi vida.

~LA PLAZA DE LA PASTORA~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora