Capítulo quince- "El sueño"

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Son pájaros los que vuelan en tu interior, pájaros con ansias de libertad.
¿Pero qué es ese sonido?
¿Es el que hacen las hojas del libro que tienes entre las manos?
¿Será que estoy dentro de un sueño del que no quiero despertar?

Y te veo durmiendo plácidamente en aquella cama de madera, ésa que era tu favorita.
Te veo durmiendo con una sonrisa en tu rostro, una sonrisa que delata tranquilidad.
Esa tranquilidad que tanto ansiaste durante toda tu vida.
La tranquilidad de saber que ya estás bien, que te sientes libre en tu interior, que puedes volar dentro de ti y que te quieres a ti misma.
Esa sonrisa confiesa que ya no sientes lástima de tu persona, que al fin tienes la suficiente confianza en ti.
Y que no te importa lo que digan, puesto que tú eres feliz contigo.

¿Pero qué es lo que me atrae hacia ti?
Creo que es la cultura que llevas en tu interior, ésa que te ha sido otorgada al leer miles de libros.

Y me imagino a mí misma, sentada en un banco, mientras pienso en mí misma.

Y pienso en Emma Morley, ¿quién era? Creo que lo sabes.
La que, en su momento, fuese la persona que se veía como una triste historia sin poder ser merecedora de un final feliz.
La Emma idealista de veinte añitos, que, si tenía un mal día, podía llamar "burgués fascista" a alguien "pijillo", quien creía en la bondad innata del mundo idealizado que tenía montado en su cabeza, quien soñaba con cambiar la pequeña parte del mundo que le rodeaba, quien amaba por encima de todo, quien era compasiva, quien era buena con la gente menos consigo misma.
Emma... no me digas que no recuerdas quién es, porque yo creo que sí.
¿Pero por qué su nombre me viene a la mente?
Porque ella es una de las dueñas de mi inspiración.
La misma inspiración que poseo en mi alma mientras cuento esta historia.

Y en una calle del maravilloso amanecer de Edimburgo, me imagino a mí misma besando a «mi propio yo» y diciéndole: «volveremos a vernos».
A medida que nos vamos despidiendo, las luces de las farolas de aquella calle van apagándose lentamente mientras se escucha el sonido de personas, que, sin ser conscientes de la belleza que se presenta ante sus ojos, van mirando hacia el móvil o hacia el suelo.
En Edimburgo, poco a poco, se va haciendo de día. Las luces de las farolas van apagándose cada vez más.
Y me imagino a mí misma subiendo aquellas escaleras de "La Plaza de la Pastora" en las que "mi propio yo" está esperándome en el último escalón para sujetar mi mano y decirme: «te quiero».
Y Ryan parece ser que no está por ningún lado.
Simplemente "mi yo", impaciente, esperándome para pedirme perdón por todas las veces que me fallé.
Mientras, en Edimburgo, al haber llegado un nuevo día, las luces de aquella calle ya se han apagado por completo.
De repente un gran aplauso se escucha a lo lejos.

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⏰ Última actualización: Aug 08, 2021 ⏰

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