Capítulo ocho- "Papeles del ayer"

88 4 0
                                    

El tiempo invitaba a permanecer en casa, una nube presagiaba la tormenta que estaba por llegar.

-Ohhh, qué bien, ha comenzado a chispear. Me encanta la lluvia.- exclamó Ryan mirando por la ventana.
-Sí...- suspiré observando cómo caía el agua a la vez que pensaba en aquella idea que él me había propuesto.
-A mí también. Sobre todo ver una película en invierno con la estufa puesta mientras llueve.- le contesté apoyando mi cabeza en su hombro.
-¿En qué piensas en este instante?- dijo mirándome fijamente con aquella sonrisa suya que tanto me gustaba.
-Pues... la verdad estaba pensando en lo que acabas de proponerme.- le contesté incorporándome en la silla.
-Eso lo debes pensar con detenimiento, estando segura de lo que vas a hacer.- me aconsejó poniéndome un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Lo sé... Es una idea complicada. La más difícil de toda mi vida diría yo...- le comenté mirándole con una mirada que fue testigo de la bonita amistad que fue naciendo poco a poco entre nosotros.
-¿Quieres bailar conmigo?- se puso de pie y me invitó a tomar su mano.
-Claro.- me quedé sorprendida por esa petición, pero le ofrecí la mía sonriéndole.
-Oye... Julia... ¿te importa si ponemos algo de música?-
-¡Por supuesto! Se me había olvidado jajaja.-
Fui al baño donde tenía una vieja radio y puse un canal en el que siempre había música relajante.
-¿Qué te parece esta canción?- le pregunté cuando llegué al salón.
-Preciosa para tener una ocasión especial con una maravillosa mujer.- dijo ofreciéndome nuevamente su mano.
-Oye, ¡qué bien te mueves!- me sorprendió ese talento que Ryan tenía a la hora de bailar.
-De pequeño estuve apuntado a una escuela de danza, me apasionaba y me sigue gustando. Lo que pasa es que ahora tengo muy poco tiempo para practicar.-
-Te entiendo. Es normal, la vida de adulto...- me encantaba que un hombre bailase tan bien como él lo estaba haciendo en ese momento.
-La verdad es que no tienes muy buen ritmo.- me dijo suavemente, sin intención de herir mis sentimientos.
-Jajaja, lo sé, nunca he tenido. Pero me encanta esta canción.- le contesté rodeando su cuello con mis brazos y perdiéndome en su mirada.
La lluvia había cesado, pero más tarde comenzó de nuevo a llover.
En mi casa el ambiente estaba cargado, hacía un poco de calor.
-¿O sería yo, que me había excitado al haber estado rozando mi vestido contra sus partes íntimas por haber bailado tan pegados?- pensé mordiéndome el labio.
No sé cómo ni en qué momento la realidad me dejó de importar... y, sin pensar en nada, le besé...
le besé...
Sus labios, recuerdo, sabían a fresa. Un sabor que me atraía, más si cabe, hacia él...
Ryan, preocupado y asombrado, se retiró un poco de mí.
No dijo nada. Le llevó unos segundos procesar lo que acababa de ocurrir.
Pero algo que no me confesó debió de haber pasado en su interior. Ya que, en ese momento, fue él quien acercó sus labios a los míos...
Bueno... esto ya son cosas más íntimas...
Así que, por si en un futuro lo leéis, no voy a contar todos los detalles.
Sólo os voy a decir que fue una de las mejores noches de mi vida... :)
Hacía tanto tiempo que no tenía un orgasmo tan... cómo describirlo... tan maravilloso...
Ryan sí que sabía satisfacer a una mujer en la cama...
Y eso que estábamos en el 37, que se supone que la mujer no sabía siquiera que existe una palabra llamada sexualidad...
Ya sabéis. En esa época, cualquier cosa relacionada con el sexo, la menstruación, la masturbación... era tabú. La Iglesia... :(

-Bueno, creo que debería irme...- dijo en tono cariñoso y a la vez nervioso por "el delito cometido".
-Por ciento, me ha encantado bailar contigo.-
-Oh, ¿ya te vas? Te iba a invitar a cenar si te apetecía.-
-Te lo agradezco, pero tengo que empezar ya con mi trabajo. Me queda retocar las fotos que le eché a "La Plaza de la Pastora" e inventarme una historia sobre ella.-
-Verdad, ni me había acordado que habías venido aquí precisamente por trabajo. Lo siento si durante estos dos días has perdido tiempo conmigo. Qué vergüenza. Perdona, de verdad, se me había ido el santo al cielo.- le dije realmente apurada.
-Para nada, no te preocupes. Por supuesto que no lo he perdido, al contrario, lo he ganado. Porque así renuevo mi energía y desconecto de todo. Me ha encantado pasar estos dos días contigo, lo digo de corazón. Eres la persona más maravillosa que jamás he conocido.- dijo acercándose hacia mí para darme dos besos, pero yo me lancé y le di un abrazo.
-Y tú eres el hombre más lindo que jamás había conocido.- le susurré en el oído sensualmente.
-Si necesitas ayuda con cualquier cosa de tu trabajo puedes llamarme. Que a mí me encanta escribir, aunque apenas tenga tiempo.- dije abriéndole la puerta.
-No sabía que te gustaste. Pues si me hace falta te llamaré.-
-Adiós, Ryan. Que te sea leve.-
-Adiós, Julia.-
-Cuídate.- pensé para mí misma.

Te fuiste dejándome con la única compañía del aroma que desprendías, un aroma que me acercaba hacia tu cuerpo inevitablemente.
Te fuiste llevándote parte de mi alma, un trozo que, aunque pequeño, se consumió al igual que una vela.
Mi vida en ese momento comenzó a carecer de sentido. Pero si en un futuro nos reencontráramos en nuestras nuevas vidas, te sonreiría con alegría y recordaría aquellos días que pasamos juntos aprendiendo el uno del otro y creciendo en el amor.

-Así que este es el secreto que la abuela tuvo siempre tan escondido...- mi hermano observaba atónito estas hojas como si fuesen un tesoro.
Hojas en las que nuestra abuela guardaba parte de su vida.
Hojas que lloraban por haber sido descubiertas.
-Eso parece... jamás imaginé que hubiese tenido una vida así.- mis dedos, nerviosos, cogieron cuidadosamente otra hoja más antigua aún si cabe.
-¿Qué habría escrito en esta?- le pregunté impaciente.
-¿Crees que finalmente la abuela se iría con ese hombre?- mi hermano estaba empezando a comerse las uñas.
-Pues ojalá que fuese así... No merecía tener a su lado a alguien como su marido. Yo si hubiera sido ella no habría dudado en dejarlo.-suspiré oliendo la hoja. Me encantaba el olor a antiguo de cualquier libro o papel.
-¡Oye, aquí hay una carta!- gritó mi hermano poniéndose de pie.
-¡Léela, léela en voz alta! No me dejes con la intriga.- me senté a su lado.
-¿Qué pone?- en ese momento mis ojos deberían de parecer dos enormes arañas al acecho de su presa.
-Pone... mayo de 1937. Parece que le envió una carta a ese tal Ryan. ¿Crees que se enamoraron y que tal vez...?-
-¿Quién sabe? Quizá. ¿Por qué no? Yo lo habría hecho. Después de estar toda una vida sometida a un hombre...-
-Claro, cariño. Pero estamos en el siglo 21, ahora las mujeres tenéis más libertad a la hora de tomar decisiones. Antes una mujer no se podía permitir eso.-
-Me alegro de no haber vivido en aquella época. Yo no lo habría soportado. No sé cómo la abuela fue tan valiente.- acaricié la carta como si fuese mi propio hijo.
-¡Sigue leyendo, por favor!-

10 de mayo de 1937

Querido Ryan, soy Julia. ¿Cómo estás? Espero que bien. Yo, gracias a Dios, voy tirando. No sé qué hacer con mi marido, porque sigue con la misma actitud del principio. Ayyy, Ryan. Es que me infravalora, menosprecia mi comida, me pega de vez en cuando... Pero me da miedo de que al dejarle pueda hacer daño a mis hijos como acto de venganza. ¿Qué me recomiendas?
Bueno, cuéntame algo sobre ti, que hace mucho tiempo que no sé nada y me pregunto por dónde andarás. ¿Sigues viajando y escribiendo? Por cierto, ¿cómo vas con la timidez y la ansiedad? ¡Seguro que la has superado! Y si no, te puedo enviar técnicas desde aquí para solucionar el problema.
Bueno, ya me contarás. Espero que estés bien. Ojalá nos veamos pronto.
Un beso y un abrazo.
Julia.

-Ayyy Dios mío, ayúdame, por favor. No puedo seguir con esta situación. Dime qué hacer.- una parte de mí, desde que él se marchó a seguir con su trabajo, se hizo de cartón.
-¿Será este mi destino? ¿Tendré que reprimir todos mis sentimientos a partir de ahora?- el viento que golpeaba en la ventana de mi cocina me ponía triste, lo que hacía que mi mente se adueñase de pensamientos negativos y derrotistas.
Para qué mentir, me ponían enferma aquellos días de otoño en los que las calles se vestían de marrón con la caída de las hojas.

Me siento en una silla con la barbilla apoyada en la mano y pienso que simplemente es un mal día, sólo eso. Pienso que sólo me siento así por estar con la regla.
Pero no, a parte de eso es la ausencia de ti la que me hace estar de esta manera.
Una ausencia que no podré soportar por mucho tiempo.

-Mamá, sé que te ocurre algo, te noto triste desde hace un par de meses. Si te apetece podemos hablar.- Emmeline, entraste en la cocina y presenciaste una imagen de tu madre que jamás antes habías visto. Una imagen que te preocupó.
Yo estaba totalmente ida, con surcos de lágrimas que adornaban mis mejillas.

~LA PLAZA DE LA PASTORA~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora