Star blossom↝ yuwin

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CAPÍTULO SIETE: EFECTO YUTA
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— ¿Por qué estás sonriendo así? Me das miedo —fingió un escalofrío JungWoo y me di cuenta de la estúpida sonrisa que no podía quitar de mi rostro.
El beso que le había robado a Yuta seguía grabado en mi memoria y no podía quitarme la sensación de plenitud que me había llenado cuando nuestros labios se rozaron.
—Ya basta —JungWoo me empujó con diversión y me trastabillé lo suficiente como para doblarme el pie.
— ¡Oye, vuelve aquí! —grité e ignorando el repentino dolor, comencé a perseguirlo.
JungWoo era como el hermano menor que siempre había deseado tener, lo adoraba.
Corrimos hasta que el pecho nos ardió por la falta de aire y el estómago nos dolió de tanto reír. Corrimos como si no importara nada más que ser felices en ese instante.
Yuta solía llamarme "cachorrito" porque siempre correteaba por los lugares sin pena, porque no tenía miedo a ser feliz por ser yo. Al principio solía enojarme con él cuando me llamaba así, pero al final terminé entendiendo lo que quería decir. Yo era libre, como, bueno, un cachorrito.
Nos encontrábamos descansando de la gran maratón en un parque muy colorido y tranquilo.
JungWoo jugaba con sus manos, abría y cerraba sus dedos, dejando que los cálidos rayos de sol se filtrasen entre ellos.
Yo observaba las sombras y las miles de formas que se creaban entre la combinación de árboles y el atardecer.
— ¿Crees que todos algún día seremos amados? —le pregunté en un susurro a JungWoo.
—Todos somos amados. Quizás no de la forma en que nos gustaría.
Comenzó a tararear una suave melodía que ayudó a que mi corazón se calmara. Y pensé, pensé mucho. Reflexioné sobre lo que sentía y sobre lo mucho que yo deseaba que Yuta me quisiera como yo quería que lo hiciese.
El sol desapareció por completo cuando pisé la calle anterior a mi casa y suspiré.
La luna me saludó como una vieja amiga y el escenario nocturno pareció desplegarse para mí.
La luz de la noche me alumbró el camino hasta mi casa y me sentí protegido de cierta forma.
El trayecto se hizo eterno al recordar a Yuta, su sonrisa, su ceño fruncido cuando hacía algo que lo molestaba, su risa apenas audible...
Observé el cielo y elevé mi pulgar, cerré un ojo y tapé la luna con mi dedo.
Sonreí con alegría al darme cuenta de lo que pasaba.
—Porque incluso las estrellas brillan por ti.
Aquella noche caí en un sueño profundo y reparador, de esos que no tenía hacía años.
A la mañana siguiente me encontré completamente renovado y con ganas de hacer mil cosas.
Más mis planes se vieron truncados al bajar a desayunar.
— ¿Yuta?
El susodicho se volteó con rapidez.
— ¿No es increíble? Hacía tanto que no veía a mi chiquito favorito —mamá apretó sus cachetes y él se encontró levemente divertido—, espero que no vuelvas a abandonar a tu segunda madre, Nakamoto Yuta —murmuró en tono autoritario al mismo tiempo que descansaba las manos en su cintura.
—Prometo no desaparecer más —habló con determinación.
Mi progenitora, que más bien parecía mi enemiga en esos momentos, me guiñó el ojo y salió de la cocina, dejándonos solos.
Me removí incómodo, hacía tiempo que no sabía cómo reaccionar cuando estaba cerca de Yuta y en cierto modo, era triste.
—Pensé que podríamos ir juntos al... —comenzó a proponer pero me le adelanté.
— ¡Sí! Quiero decir, lo siento, continúa... —sentí que el rubor subía por mis mejillas y quise enterrar mi cabeza en la tierra.
Yuta rió. Él literalmente rió. Echó su cabeza hacia atrás y lanzó una carcajada que me sorprendió.
Era raro, nunca lo había escuchado reír así y podía decir que se había convertido en mi cosa favorita del mundo.
—Iba a proponerte saltarnos las clases, ¿eso te parece bien?
Bueno, pero qué estaba pasando. Nakamoto Yuta nunca faltaba a clases, siempre era yo el que lo obligaba (y fracasaba en el intento) a saltarse la jornada escolar.
—Sí, me parece bien —me encogí de hombros—, además, ¿de qué me sirve la historia y la literatura?
Yuta elevó su ceja, divertido.
—Siento que me voy a arrepentir de esto, realmente eres malo en historia.
—Bueno, pero tú me vas a ayudar, ¿verdad?
Asintió y prontamente nos adentramos en una caminata silenciosa.
Saltarse las clases y Yuta juntos definitivamente eran mis cosas preferidas.
Aunque si lo pensaba bien, tenía demasiadas cosas favoritas y todas incluían al mayor de los Nakamoto.
El parque se encontraba desértico por ser horas escolares, así que podíamos pasear con comodidad.
Comencé a caminar en línea recta por una estrecha y me concentré tanto que no oí la advertencia y de no haber sido por Yuta, hubiera caído al suelo.
—Te dije que te ibas a caer, cachorrito —aún me sostenía del brazo.
— ¡No me digas a- —elevé mi rostro listo para empezar una pelea pero Yuta me calló.
Sus labios me silenciaron de la forma más dulce que podría haber imaginado.
Sus ojos se cerraron y yo me tuve que obligar a hacer lo mismo, incluso si quería seguir viendo la hermosura que desprendía Yuta.
Por varios segundos, ninguno se movió.
Yuta soltó mi brazo y sus manos tomaron mi rostro con delicadeza estremecedora.
Mi cuerpo parecía no poder reaccionar por lo que estaba sintiendo y viviendo y me quise golpear.
Comenzó a mover sus labios con lentitud y sentí una explosión de fuegos artificiales dentro de mí, más duró poco porque se separó de mí. Pero yo no quería que se alejara.
Sonrió con amplitud.
—Vamos, cachorrito, hay mucho que hacer hoy —comenzó a caminar con tranquilidad y tuve tanta envidia que lo golpeé en la espalda.
— ¡No es justo! Tú pareces tranquilo y yo estoy por desmayarme, te odio —podía sentir el calor que mis mejillas desprendían.
Yuta se acercó demasiado a mí, tanto que nuestras narices se rozaron.
—Es el efecto Yuta.
— ¿El efecto Yuta? —fruncí el ceño.
Sonrió con suficiencia y depositó un fugaz beso en mis labios, luego salió corriendo.
Mi corazón se aceleró y lo entendí.
— ¡Ven aquí! —grité y comencé a perseguirlo.
Aquella tarde descubrí un nuevo lado de Yuta, uno juguetón y alegre, uno que me pertenecía hacía mucho y del que nunca había sido del todo consciente.