Era una cálida tarde de verano en el sur de Tokio, perfecta para que las personas que descansaban ese domingo quisieran pasar un tiempo de calidad con su familia y de paso convivir con las demás personas del vecindario.
Los padres de Yamada, quién tiene recién 6 años cumplidos hace dos semanas, decidieron pasear por ser motivo de celebración, ambos estaban emocionados por el nuevo trabajo que había obtenido kida Hotaru, el padre de Yamada.
Como una pequeña foto para una postal estaban sumegidos en el paisaje, caminando entre la tenue luz anaranjada y riendo mientras himori, la esposa de hotaru y madre de Yamada hacía algunos chistes en el camino; eran una familia muy unida, los padres amaban con todo su corazón a Yamada y él era feliz por tenerlos siempre cerca. Yamada creció rodeado de pintura y música, ambas artes completamente dominadas por sus padres. Sin embargo, el pequeño solo tenía intereses por la tecnología.
Hotaru era pintor con 27 años y un postgrado en artes plásticas, era un pintor muy bueno de su época, tanto así que sus obras eran muy valoradas en el mercado extranjero. Perteneciente a una corriente cubista y con un talento innato, él era un excelente ejemplo de artista para cualquier persona que quisiera encamimarse por el mundo de la pintura.
Himori por su parte, era una joven compositora de 24 años que estaba empezando a entrarcal munfo de la música clásica. Ella había estudiado música desde hace 3 años y tenía en mente ser la mejor de su generación.
Ambas personas eran muy talentosas, tenían futuros y carreras exitosas que se veían llegar claramente. Y tenían a Yamada, su adoración, el hijo de ambos que lejos de ser un obstáculo se convirtió en una fuerte forma de superar todo.
Mientras caminaban Hotaru alzó al pequeño Yamada entre sus hombros riendo y tomó la mano de Himori, la llevo de la mano hacia un pequeño lugar recreativo donde Yamada pueda jugar tranquilo y ellos puedan conversar sobre lo que se avecinaba para ellos.
El niño, una vez en el suelo empezó a correr hacia los juegosbque se encontraban cerca en una caja de arena inmensa, había varios niños ahí con sus respectivos padres observando sus acciones cada 7 minutos mientras conversaban un poco.
Hotaru y Himori, se quedaron en una banca cerca para tener a la vista a su pequeño y empezaron a conversar entre ellos.
Yamada, mientras iba a un columpio se dio cuenta que una pequeña niña de 5 años estaba llorando en un tobogán a un metro de él. Miró por todos lados esperando a ver a sus padres; Yamada era un niño muy bondadoso y asertivo, por lo tanto, siempre quería ver felices a las personas. Decidió acercarse un poco a ella y preguntarle que es lo que pasaba; sin embargo, cuando ya se estaba acercando a la pequeña notó que había otros niños a su alrdedor.
La infanta con lágrimas en los ojos tenía unos bonitos lentes azules muy llamativos que le gustaron de inmediato a Yamada, situación que parecía no ser la misma que la de los niños a su alrededor, estos la estaban molestando y haciendo llorar porque sus lentes se veían “Ridículos” según ellos; Yamada se acercó un poco y en medio de los 7 chicos empezó a abrazar a la pequeña, diciendole al oído:
—Tranquila, tus lentes son bonitos, a mi me gustan mucho. No les hagas caso.
La niña irrumpió en el llanto y empezó a alzar la voz, esto alteró a los demás niños quienes se fueron corriendo y gritandole adjetivos de muy mal gusto.
—¿Ya se fueron? —preguntó la niña.
—Sí, mejor, así tenemos todos los juegos para nosotros, jajá. ¿Quieres jugar?
La niña después de preguntar dejó de llorar de repente, con uno de sus bracitos secó las lagrimas que tenía y se paró para coger la mano de Yamada.
—Sí, si quiero, me llamo Akame, ¿Tu cómo te llamas?
—Soy Yamada. —respondió él, dibujando una sonrisa en su rostro y enseñando los dientes.
Los niños que habian estado molestandola se fueron a quejarse a las sillas de sus padres, quienes no hicieron mas que ignorar todo y consolarlos para que vayan de nuevo a jugar. Yamada y Akame se habían adueñado del fuerte que estaba encima de las escaleras y toboganes.
—Vamos a defender el fuerte de los malos. —dijo Yamada mientras subía un poco de arena por las escaleras.
Akame subió primero y limpió sus lentes, mientras lo hací quedó mirando a Yamada un momento. Ese niño le había hecho sonreír también, es algo torpe; pero tenía ago que llenaba de confianza a Akame.
Cuando Yamada subió las escaleras y tuvo la arena arriba, vieron que los niños se acercaban corriendo. Los chicos estaban dirigidos por uno de mayora tamaño de 7 años con un poco de sobrepeso.
—Te prometo que siempre te cuidaré. —dijo Yamada sonriendole a Akame.
Ellos llegaron rápidamente hacía la base del fuerte mientras Akame le tomó la mano a Yamada, él se quedó mirando fijamente al niño que estaba al frente del grupo de pequeños.
—Dejanos subir. —dijo el niño que estaba debajo.
—Solo si se disculpan con Akame. —respondió Yamada cogiendobla cubeta con arena.
Akame miró a Yamada mientras decía eso, la estaba defendiendo y ella no sabía que hacer. Yamada y el niño Se quedaron mirando por un par de minutos, el pequeño de abajo había cogido una rama mientras que el de arriba tenía la cubeta lista para tirar. Los demás niños alentaban al gordito diciendole que suba, que lo haga papilla.
Pasaron mas minutos entre las miradas de los chicos hasta que el gordito necesitó parpadear, ellos estaban retandose en un dueño de miradas.
Al ver la derrota el niño soltó una risa y dijo:
—Ganaste. Niña, lo siento, tus gafas no son tan feas.
Yamada sonrió un poco y bajó la cubeta, a la par el otro niño bajó la varilla.
—Nadie le diga nada sobre sus gafas. —les dijo a los demás niños el lider.
Después de eso, todos empezaron a jugar y no hubo ninguna otra discusión.
Akame se quedó al lado de Yamada toda la tarde, lo veía y se reía con él; cuando los padres ya se retiraban y se llevaban a sus hijos, Akame se despidió de Yamada con un abrazo mientras se decía a si misma:
—Espero volver a verlo.
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—¿En qué piensas Aisaka?. —le decía su madre mientras tocaba un ukelele un poco viejo, pero con tonalidad muy dulce
—En nada mamá, te veo y me dan ganas de pintar junto a tu música, nada más.
—Genial, entonces ve a traer el lienzo.
En una escena irradiada por una mañana con poco sol se encontraban Aisaka y su madre conversando, Touka era una mujer de 35 años que tocaba los instrumentos con una delicadeza armoniosa, su voz era la de una tenora cuyos agudos podían llegar muy alto. Aisaka tenía 15 años en esa época y pintaba con acuarelas, ambas eran muy unidas. Mientras Touka tocaba y cantaba Aisaka le hacía los coros y pintaba un poco.
La habitación estaba hecha integramente de madera, habíam unas pinturas tiradas en el piso y varias pinturas en un escaparate que tenían al lado de la cama, Touka estaba echada en la cama junto a un ukulele que tenía siempre al lado derecho y una guitarra a la izquierda, Aisaka tenía al frente de la cama un pequeño espacio para poder pintar con dibujos, pinturas, lienzos, oleos, acuarelas, lapices y pinceles.
—¿Qué deseas que toque ahora? —dijo Touka sonriendo al ver que la mitad de la pintura ya estaba hecha—. Te está quedando preciosa esa playa.
—Gracias, pero siento que le falta otra cosa, ¿Por qué no tocas esa que me gusta tanto?
—Ah ya sé, tocaré esa bonita. —y empezó a tocar y cantar:
I'm lying on the moon
My dear, I'll be there soon
It's a quiet and starry place
Time's we're swallowed up
In space we're here a million miles away.
Aisaka pintaba mientras su madre cantaba de una forma dulce y bella, los trazos los hacía al compás de la música, trazos gruesos con el coro y delgados entre estrofas.
Las tonalidades azules les encantaban a las dos, el mar les traía calma y plenitud; pero sobretodo felicidad y esa era una conexión muy fuerte para ambas. La cuál ayudaba a conectar sus ideas tanto en la música como en la pintura.
Atrás de la cama de Touka estaba una gran pintura sobre la cabecera que había pintado Aisaka, fue un regalo de cumpleaños que expresaba lo más hermoso para Aisaka, era una pintura de su ciudad.
—¿No te parece hermoso que no estemos tan distraídas por el LiFi?, en verdad yo veo muchos beneficios de esa tecnnología; pero siento que las personas no saben mesurarse con ella. —dijo Touka mientras seguía tocando el riff de la canción.
—Estamos en calma supongo y ayuda bastante para estar más tranquilas.
Ambas estaban sonriendo mientras pasaban los minutos entre ellas, y es que su día a dia era masomenos así.
Aisaka dejó de asistir a la escuela y tenía 3 horas diarias de conexión al LiFi para que pueda estudiar y así no atrasarse, era una chica muy aplicada a decir verdad y podía lograr cubrir las necesidades de su madre y las de la escuela a la par. Ella estaba en ultimo año y no podía terminar después que sus compañeros, era una meta que ella misma se había propuesto. Ya habían pasado unos meses desde el fatídico día que Shikuza dejó de estar a su lado y justamente ella había encontrado en el cuidado de su madre y el estudio una buena distracción para no pensar mucho en él; sin embargo, no era secreto que aún le seguía afectando.
—Aisaka, deseo una flor de vainilla, ¿Crees que puedas traérmela?, están atrás en la huerta.
—Si claro, mamá. —responde Aisaka dulcemente mientras deja los pinceles.
La artista dejó el lienzo y se aproximó a abrir la puerta que llevaba a la sala de estar, Era una habitación amplia que tenía una chimenea en medio, 4 sofás de buen tamaño en el centro, las paredes tenían enchapados de madera haciendo que se viera lo más natural posible; en un rincón estaban los instrumentos al costado de un inmenso piano clásico que se encontraba abarcando casi la totalidad de una esquina. Los cuadros de Aisaka adornaban la sala y las escaleras, habían de todo tipo, un autoretrato se encontraba justo en la entrada mientras al costado de la entrada de la cocina se encontraba un bodegón pintado también pot ella; en la parte derecha a los costados de una gran ventana que dejaba pasar toda la luz posible había dos pinturas, a la derecha una de la noche estrellada de van gogh y a la izquierda una de un día soleado hecho por Aisaka.
Aisaka atravesó la sala para llegar a la puerta del huerto, la puerta estaba en la parte trasera de la casa justo en pasando la cocina, esta era preciosa, tenía todo pulcro y limpio, Touka era fanática de la limpieza la cuál siempre facilitó todo en la familia pues le enseñó lo mismo a Aisaka para que ella pueda mantener limpio el ambiente al igual que ella.
A 10 metros de la puerta en el patio estaba una huerta muy bonita, propiedad de los Yoshiko, y muy bien cuidada por Tobura cada fin se semana sin excepción, aquí cultivaban frutos de todo tipo, la investigación de Tobura hizo que pueda hacer una tierra altamentw fértil para casi todos los tipos de alimentos vegetales.
Aisaka siempre venía a jugar aquí desde lps 6 años, su padré le habia enseñado a cultivar flores de vainilla a esa edad, desde ese momento ella se encargaba de la pequeña parte de la huerta que tenía vainilla.
Estaba caminando en un día soleado, miró al cielo y el color rosa del cielo la impactó por unos segundos, se limpió los lentes y se dirigió hacia las flores. —El cielo hoy está precioso—pensó.
Pasó por los zapallitos, sandias y fresas llegando a un pequeño grupo no muy numeroso de flores de vainilla.” Calidad antes que cantidad” era un dicho que siempre se repetía Aisaka cuando recien sembraba las primeras semillas. Arrancó dos de las flores de su parcelita y regresó donde su madre.
La habitación donde se encontraban era el estudio de la familia, estaba al costado de la oficina de su padre; al caer enferma Touka, se convenció a Tobura de bajar su cama hasta ahí y sacar el piano para ponerla en su lugar.
—Aquí tienes mamá, traje 2 por si las dudas. —decía Aisaka medio apurada cuando entró.
Touka recibió una flor de vainilla, la miró, agradeció a Aisaka por traerla y la empezó a frotar en sus manos; le pidió a su hija que se acercara y le acarició las mejillas y los cabellos; cogió la segunda flor y se la puso sobre la oreja izquierda.
—Te queda precioso. —dijo Touka—. Eres hermosa.
—Mamá, ¿Me prometes que siempre estarás aquí conmigo? —le dijo Aisaka mientras soltaba un par de lágrimas.
Touka la abrazó y empezó a acariciarle la cabeza, le besó la frente y la cogió de las mejillas.
—Te prometo que siempre, pase lo que pase estaremos juntas mi Aisaka. Siempre…
Ambas se abrazaron y empezaron a soltar lágrimas, no deseaban que ese momento acabe.
—Mira tu hermosa pintura. Siempre has dibujado y pintado hermoso, eres una gran artista, muy talentosa y capaz de plasmar todo lo que sientes en ese lienzo.
Touka volvió a acariciarle el cabello y le cantó, Aisaka estaba contenta por ese día. Estaba programada una visita al médico para Touka al día siguiente, Touka sabía algo y no quiso alertar ni a su hija ni a su marido, ella fue fuerte estando todos esos meses sin reclamar ni nada, haciendo mas fácil el hecho de que Aisaka pueda cuidarla.
Aisaka entre llantos se quedó dormida en los brazos de Touka, que cogió con las fuerzas que tenía y sin hacer mucha molestia para no despertar a la adolescente, el ukelele para empezar a tocar y cantar la misma canción de hace unos minutos.
There's things I wish I knew
There's no thing I'd keep from you
It's a dark and shiny place
But with you my dear
I'm safe and we're a million miles away.
I'm safe and we're a million miles away…
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Aisaka
Fiction généraleAisaka, una chica de la tierra de una dimensión distinta conoce a Yamada, un estudiante común y corriente; ella trata de superar su pasado, él se convierte en su futuro. Si desean leerla en formato word les invito a visitar el link: https://drive.go...