Perdón

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Capítulo I

Lentamente se separó de mi cuerpo.

El corazón me latía a mil por hora pues temía que fuésemos descubiertos, ya que estábamos tan cerca de la aldea de la anciana Kaede.

El cabello se pegó a mi rostro debido al calor y el sudor que emanó de mi cuerpo después de nuestra entrega. Volteó a verme mientras se vestía y yo trataba de buscar a tientas mi ropa.

Como pude me acomodé la vestimenta de sacerdotisa y me fui de allí sin dirigirle la palabra. Sabía que quería decirme algo, pero para mí, sus argumentos eran innecesarios.

Se me dificultaba siquiera mirarle a la cara.

No quise que eso se repitiera, pero fue inútil, no pude resistirme.

Antes de llegar a la villa me detuve un instante mientras mis ojos llorosos me nublaban la vista.

Apreté mis puños con rabia y mordí mi labio inferior hasta hacerlo sangrar. Inuyasha llegaría en solo tres días.

Maldije ese viaje, maldije la hora en que mi amado se marchó en esa aventura, la cual ya había durado más de dos meses.

Me sentía tan sola.

Lo sé, no era una excusa, definitivamente no.

Y por mi debilidad, estúpidamente caí en los brazos de esa persona.

Suspiré y dibuje una sonrisa irónica al recordar el nombre de mi amante. De todos los hombres que había en el mundo, tuvo que ser precisamente él.

—¡Maldita sea! ¿Cómo podré fingir que todo está bien?— Lancé un golpe contra el tronco del árbol más cercano.

Tenía más de cinco años en el Sengoku, y el pozo estaba sellado. Nunca más iba a regresar al futuro y pienso que si lo pudiera hacer, en este preciso instante iría corriendo con mi madre para pedirle un consejo o tal vez, me hubiera largado, en definitiva.

Pero no.

El "hubiera" desgraciadamente no existe, lo hecho esta hecho y no puedo hacer nada para remediarlo.

He estado en sus brazos varías veces en los últimos días. El deseo que me invade es tan parecido a una droga que se adueña de mi voluntad y tristemente no puedo luchar contra ello. Cuando me lo encuentro en el bosque y contemplo sus ojos dorados, es como si me hipnotizara, como si me lanzará un hechizo.

Un gesto.

Un movimiento y sé que me llama, guiándome a aquel lugar donde me entregué a él por primera vez.

No puedo decir que es amor, no lo amo y él a mi, mucho menos.

Pero al estar frente a él, ansío que me tome entre sus brazos, para después sentir sus manos recorrer mi piel mientras el traje de miko cae al suelo. Ese hombre logra que me estremezca en reacción a sus caricias, a sus besos y a su cuerpo.

—Debo detenerlo, me está volviendo loca— Suelto a la nada. La luz de la luna ilumina mi camino, hasta que llegó a las proximidades de aquel pueblo.

Entonces me dirijo a paso lento hacia la cabaña que comparto con Inuyasha. Veo que el fuego de la hoguera alumbra el lugar y sigilosamente y con temblor apartó la cortina de paja que cubre la puerta.

¡Ha regresado!

Siento recorrer un hormigueo por mi columna vertebral y mis rodillas chocan entre sí, poco a poco, pequeñas gotas de sudor perlan mi frente.

¡Aún no era tiempo de que volviera a casa!

Me llevo las manos a la cara, mientras la angustia se apodera de mi ser. Sé que ya notó mi presencia y advierto como él permanece estoicamente sentado. Trae puesto su distintivo traje rojo y el fuego lo ilumina creando sombras distintas y temibles que se pasean por las paredes de la choza.

No me ha dicho nada y ya tengo miedo, ni siquiera se ha girado para verme.

—¿Lo disfrutaste?— Su voz rompió el tenso silencio que se había adueñado de aquel lugar.

—¿Qué?—

—Tienes su aroma por todo el cuerpo, ¿Lo disfrutaste?— Volvió a repetir.

—I-Inuyasha...— Solté su nombre en un hilillo de voz. Tomó la espada y se puso de pie, sus ojos dorados estaban ocultos bajo su flequillo platinado.

Con marcada tristeza, atiné a a fijar mi vista sobre él. Me lastimaba el corazón verlo así y la culpa era toda mía.

—¡Lo voy a matar, Kagome! Y tú y yo, arreglaremos cuentas después de eso—

—Espera, no puedes arriesgarte, de verdad no vale la pena que lo hagas. Fue mi error, perdóname por favor.—

—¿Quieres que te perdone?— Dibujó una sonrisa irónica. —Me es imposible hacerlo...— Me aferré a su cuerpo porque lo amo con todo mi ser.

—Yo...—

—Aléjate, déjame estar solo, no deseo verte en estos momentos—

—No te vayas, por favor, no vayas a buscarlo. Sesshomaru...— Cuando pronuncie su nombre me asió de los brazos con extrema fuerza y sus uñas se clavaron como garfios en mi piel. Pude sentir el dolor punzante de las heridas y mi sangre correr por mis extremidades. Miré angustiada allá donde sus manos me aprisionaban y el haori de color blanco que vestía se tiñó de rojo.

—Kikyo, ella jamás me hubiera traicionado, no de esta manera...— Sus palabras me hirieron, y supe entonces que jamás debí interferir en su relación. Y en cambio, hubiera tratado de purificar la perla y usarla para el propio bien de ellos.

Sé que a pesar del tiempo transcurrido, Inuyasha aún la ama. La llama mientras duerme y eso es demasiado para mí.

Pensé por breves instantes con dolor, todo el pasado.

Lo que yo fui capaz de sacrificar porque él me amara un poquito. Y aunque regrese a esta época y decidimos vivir juntos, siempre sentí que el amor de Inuyasha no era igual al que le tenía a esa mujer. Pero me protegía y me cuidaba. Siempre estaba para mí.

—Perdóname...— Murmuré y mis ojos se llenaron de lágrimas, las cuales recorrieron mis mejillas.

—¿Tú me perdonarías?— ¿Qué si lo haría? ¡Por supuesto que sí! ¿No lo había hecho ya?

Pero parece que lo ha olvidado.

Quería recriminarle y recordarle que él se alejaba del campamento para irse a buscar a Kikyo y que incluso quiso abandonarme por ella.

Y tonta de mí, siempre juré estar a su lado mendigando su cariño, solo para recibir unas cuantas migajas de su parte.

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