Gracias

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Capítulo III

La boda de Rin y Sesshomaru se efectuaría en unos cuantos días y mi bebé estaba a punto de nacer, esto último me hacía dichosa en gran manera.

Confié en que el futuro iba a mejorar y yo sería por fin feliz, después de los errores cometidos.

Nadie sabía, a excepción de la anciana Kaede,  que el pozo me permitiría irme en la próxima luna llena, llevaría a mi bebé conmigo a casa, con mamá, mi abuelo y Sota, ya mis equivocaciones quedarían por fin atrás.

Vi el exquisito kimono nupcial y me alegre por la joven protegida de Sesshomaru. Aunque aún parecía tan pequeña, sólo quince años pero se veía tan contenta.

Salí a caminar alrededor de la aldea, por consejo de la anciana sacerdotisa, pues el ejercicio ayudaría a que mi bebé se pudiera desplazar hacia abajo y que fuera más fácil mi labor de parto. Me sentía tan cansada y mi pequeño Koichi hacía cada vez más presión lastimándome un poco.

Mi príncipe, ya pronto lo tendría entre mis brazos.

Llegué hasta aquel hermoso prado que estaba frente al lago. Sin pensarlo mucho, me recosté sobre el césped. Mientras una suave ventisca me daba de lleno, atrayendo la fragancia de las flores. Acaricié mi abultado vientre y cerré los ojos imaginando su rostro. Esperaba que se pareciera más a mi que a su padre, sería al menos un consuelo. Pero aunque fuera idéntico al Lord del Oeste, yo lo seguiría amando.

Comencé a tararear una hermosa nana que mamá me cantaba cuando era una niña y sentí como reaccionaba al sonido de mi voz. Me pateaba, se giraba y pronto comenzó a tener hipo. Me incorporé para quedarme sentada sobre la hierba y contemplar mi barriga, el constante vibrar me ocasionaba una risilla tonta.

El sonido de una rama rompiéndose me sacó de mi ensimismamiento, por lo cual me puse alerta. Maldije por lo bajo, había olvidado mis armas.

Un oso estaba detrás de mí y de inmediato recordé que hacerse el muerto ayudaba pero no reaccioné a tiempo y una de sus garras me alcanzó rasgándome la ropa y la piel de la espalda. Me arrojó contra el suelo y un dolor agudo en el vientre me dio de lleno. Aunque traté de proteger mi preciosa carga, no pude lograrlo, caí encima de él y no sentí más sus movimientos.

Comencé a llorar angustiada, aferrándome a mi abdomen con fuerza, clamando al cielo que mi bebé estuviera bien. Aquella bestia intentó atacarme de nueva cuenta pero ya no sentí nada, si mi pequeño estaba muerto yo me uniría con él en el más allá.

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Abrí los ojos, solo para encontrar a Sango, Rin y la miko Kaede inclinadas a mi alrededor. Sus miradas eran de profunda tristeza y yo me preguntaba "¿Porqué?"

De pronto recordé todo.

—¡Mi bebé! — Aúlle angustiada y mis ojos se aguaron. Toque mi abdomen pero ya él no estaba. Trate de levantarme, haciendo que mis heridas se abriesen y sentí la sangre correr de nueva cuenta.

—¡Kagome!— Sango me había abofeteado pero si intentaba tranquilizarme, no le había funcionado.

—¡No entiendes Sango! ¡Quiero ver a mi bebé! ¡Dámelo!— Ella me tomó de los hombros y luego de mis mejillas. Lloraba a mares y me di cuenta de lo ocurrido. Vi a un lado las mantas en las que habían cubierto a mi bebé.

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