Capricho

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Capítulo X

Ya hemos avanzado muchísimo desde que salimos de las tierras del Oeste, los dos centinelas que me acompañan deben protegerme de cualquier peligro, ya sea de otros humanos o yōkais. Nuestra jornada ha sido tranquila y sin ningún contratiempo. Después de un rato la pequeña aldea que consta de muy pocas casas se hace presente ante mis ojos y me es imposible no sonreír con alivio.

Definitivamente estaré en mi hogar muy pronto.

Hemos rodeado el área que circunda aquella villa para evitar cualquier confrontación con los pobladores, afortunadamente mi hijo sigue aún dormido.

Mientras avanzamos, el pozo devora huesos está más cerca y ya puedo saborear mi victoria, aunque aún estoy un poco nerviosa y preocupada.

—Sé que eres de mucha importancia para Inu No Taisho— Escucho una voz detrás de mi y giro solo para encontrarme con otro demonio y la mujer del padre de Sesshomaru.

¿Estaba muerta, no es verdad? ¡Eso me lo dijo aquel Daiyōkai! ¿Habrá mentido? Mi corazón se acelera por el temor, los guardas que me acompañan se han puesto en posición de ataque. Les veo temblar, definitivamente, aquel ser que está frente a nosotros es muy poderoso. Observó a detalle a la madre de Inuyasha, su rostro antes apacible ha cambiado radicalmente, solo se que un aura maligna la rodea y me mira con odio.

—¡Tú!— Me dice apuntando un dedo hacia mi persona. —Tú me has quitado lo más importante para mi... ¡Me adueñaré de lo que más amas!— Dicho esto se abalanzó sobre nosotros pero solo atiné a cubrir a mi hijo, dándole la espalda. Un fuerte dolor me paraliza y veo los cuerpos de aquellos vigilantes caer cerca de mi,  mi pequeño comienza a llorar, tal vez esté asustado, tal vez... Mis ojos no pueden creerlo, la manta que lo cubre esta cubierta de sangre, roja y brillante.

¡Mi bebé está herido! ¡Oh Kami!

Está herido...

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Los párpados me pesan, creo que he dormido por mucho tiempo ya. No puedo moverme y solo siento como la suave brisa acaricia mis cabellos, en un momento los abro para encontrarme tendida cerca del pozo.

—¡Mi hijo! ¡Agh!— Empiezo a expulsar liquidó vital por mi boca, manchando de más mis ropajes.

—Tranquila, estará bien—

—¡Sango!—

—Shhh, todo estará bien sacerdotisa—

—¿Qué pasa? ¿Porqué no me llamas por mi nombre?— Cuestiono pero no me responde porque se ha centrado más en limpiar la comisura de mis labios.

—La he encontrado dentro del pozo, mi esposo llegará con ayuda... Seguro fueron esos demonios, no debió luchar contra Kyo usted sola...—

—¿Kyo?— Veo a mi mejor amiga, ella luce tan diferente pero me parece extraño que no me reconozca.

—Así es, he encontrado esto entre sus manos, se lo devuelvo, es una gema muy bonita— Dicho esto me regresa aquella piedra de color rosa.

—Shikon— Murmuró más para mi que para ella. Al parecer no sabe que está esfera tiene un gran poder... ¿Donde estoy?

—La sacerdotisa Kikyo y su hermana nos han estado protegiendo por mucho tiempo, no se si haya escuchado de ellas. Los ataques que hacen ese par de monstruos ya han aniquilado parte de nuestra villa, tratamos de sobrevivir como podemos...— Me hace saber.

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