2. Brigitte.

252 21 79
                                    

Nunca la había visto así.

Mi adorada Fareeha está absolutamente destrozada. Unas lágrimas cristalinas anegan sus ojos... esos ojos cuyos rasgos felinos sólo presentan algunos árabes; la mirada atigrada y desafiante que evoca el peligro del desierto. Calor árido y yermo cercado de kohl. Pero... no, mi Fareeha hoy no es una peligrosa depredadora, hoy es una desdichada gatita que, entumecida por el dolor de estar enterrando a su madre, permite que las formalidades y protocolos del funeral se sucedan a su alrededor. Deseo protegerla de todo esto, escudarla..., pero no es posible. Sólo puedo estrechar su mano de piel dorada y sentir su cabeza apoyada sobre la mía. Cuando solloza me hace temblar.

Supongo que contra algunos dragones no se puede luchar.

El día transcurre muy despacio. En algún momento se me ocurre que Overwatch amaba a Ana Amari, el mundo admiraba a Ana Amari... pero Ana Amari sólo engendró a un ser humano durante su vida: Fareeha, y pienso que ella es la única que tiene derecho a llorar hoy. Esta pérdida es suya, ella es quien se ha quedado sin madre... pero el último adiós a Ana se está dando en Suiza; ha muerto como agente, y está siendo enterrada como agente (aunque de modo simbólico, pues no se pudo recuperar su cadáver del campo de batalla).

Estoy indignada porque creo que Pharah merece mucho más.

Desearía poder concedérselo.

* * * * *

El funeral ha terminado. El día ha terminado. Todo ha terminado.

He logrado arrastrar a Fareeha fuera de la habitación del Schakal Hotel donde se hospeda (Overwatch le ha pagado un buen alojamiento; no le han ofrecido las dependencias que Ana tenía en la base suiza por razones evidentes). La he convencido de que hoy debía emborracharse. Hemos acudido a Brennende Kerze, un local nocturno muy silencioso e íntimo donde ponen velas en las mesas. En cuanto lo veo pienso que es como si se estuviera oficiando una misa, ¡parece la continuación del entierro de Ana! A través de las críticas locales que leí en internet entendí que el lugar era tranquilo... ¡y eso que es a mí a quien se le da bien el alemán gracias a Reinhardt! Le propongo a mi amiga que nos marchemos, pero a ella le gusta este sitio. Pido un par de cervezas en la barra y las llevo hasta nuestra mesa. Fareeha se bebe la mitad de la suya de un trago. No puedo dejar de admirar el modo en que la llama de la vela se refracta en la jarra e incide sobre su piel arrancándole un lustre... cúprico.

Es un momento pésimo para que una apasionada de las armaduras como yo piense en metales.

Tal y como sucedió durante el funeral, Fareeha se arrima a mí y apoya su cabeza sobre la mía. Su densa melena negra es insólitamente suave y fina, y a pesar de su considerable fuerza la percibo tan delicada como un gatito que se frota en busca de caricias.

Es cruel por mi parte, pero no dejo de pensar que mi felina está preciosa bebiendo y llorando con su sencillo vestido negro.

La estrecho contra mí.

Mi mente vuela. Recuerdo cuando nos conocimos en la base de Overwatch de esta ciudad. Ella esperaba a Ana, yo a Torbjörn (volvían de una misión larga), que se retrasaron debido a una tormenta. Esperamos juntas cuatro horas inesperadamente amenas. A la larga fueron tantas ocasiones, tantas coincidencias, tantos días... que resultó inevitable que nos hiciésemos amigas, que compartiésemos nuestro amor por la batalla, las armas y las armaduras, la admiración por el trabajo de nuestros progenitores... ¡Ah! Hemos crecido juntas por pura casualidad.

«Una casualidad maravillosa», me digo.

La observo con afecto y compasión; detesto haberme dejado dominar por la ternura en un momento tan oscuro. Le doy un sorbo a mi cerveza. Me relamo la espuma de las comisuras de los labios.

Sedienta [Overwatch].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora