4. Pharah.

385 18 115
                                    

Llevo todo el día reflexionando y he llegado a la conclusión de que hoy no estoy de luto como hija.

No es bonito, ¿verdad?

Nunca comprendí por qué mi madre insistía en que debía mantenerme alejada de los peligros del campo de batalla. Ella evocaba una sólida sensación de inmortalidad; tan fuerte, tan imbatible... Quise emularla; traer a este mundo el bien que le veía propiciar, tener su vigor y su valor. Admiraba hasta rozar el fanatismo su habilidad, su merecida fama, esa capacidad para mediar con las personas problemáticas... y, sobre todo, el gran amor que sentía por todos sus compañeros. No eran agentes, eran familiares.

Aún no puedo creer que pagase mi devoción negándome la posibilidad de unirme a Overwatch.

Es el quid de la cuestión: mi madre saboteó mi sueño. Me dejó claro que yo no podía formar parte de lo que ella había construido, ¡de su legado! Y con los años he terminado desarrollando un irreprimible rencor hacia esa actitud sobreprotectora que cuestiona (o más bien niega) mi competencia. Me río con amargura al pensar que Jack Morrison ha dicho hoy que mi madre estaba orgullosa de mí... Le respondí que no debía de conocerla demasiado bien.

No resulta agradable. Lo sé. Soy... atroz.

Le dije a mi madre miles de veces que Angela era capaz de sanarme cualquier herida, tal y como hizo con Genji. Aunque no creyese en mí podría haber confiado en Singh, en Jack, en Kimiko... ¡sé que habríamos cuidado los unos de los otros!, habríamos sido grandes compañeros en el campo de batalla.

Pero jamás sucedió.

Cuando alcancé la edad adulta me vi en la tesitura de tener que rehacer mi vida en torno a mis sueños fallidos asumiendo de golpe que nada se mantendría tal y como lo había concebido de niña...

—A excepción de Brigitte, claro —me digo mientras cruzo la puerta de mi habitación en el Schakal Hotel. Introduzco la llave electrónica en su ranura. Las luces parpadean en respuesta y se encienden poco a poco, como con pereza. Ajusto la iluminación con el regulador de luz... estaba demasiado fuerte. Entro en el cuarto de baño y acciono el grifo de la ducha. Me miro en el espejo y veo el udyat que me tatué para honrar la memoria de mi madre cuando supe lo que le había sucedido. La he admirado demasiado tiempo como para permitir que mi corazón roto por la decepción olvide lo que una vez significó para mí. Sí, estoy triste y afectada, pero no tanto como sé que debería... porque siento que ha muerto una heroína a la que admiraba, no mi madre. ¡Que su funeral haya tenido lugar en este país parece confirmar que esa figura no guarda relación alguna conmigo!

Me siento una persona horrible. «¿Dejaré de sentirme así alguna vez, Brigitte?». No he tenido el valor de transmitirle mis pensamientos con sinceridad.

Aparto la vista del tatuaje; ya me he castigado suficiente por hoy. Me percato de que tengo un arañazo finísimo en el pómulo, similar a los que deja el papel... ¿me he acercado alguno a la cara? ¿Quizá la carta del local nocturno?

Suspiro. Qué más dará...

Limpio el kohl de mis párpados que ha sobrevivido al funeral con un disco de algodón empapado en agua micelar y me meto en la bañera. Enjabono mi pelo y lo aclaro, le aplico un acondicionador de almendras dulces. Trato de dejar la mente en blanco mientras termino de asearme. Me aclaro con agua fría; es una costumbre que he desarrollado debido al calor de mi hogar en Guiza, pero aquí termino congelada. Me envuelvo en la toalla y me quedo sentada en el borde de la bañera intentando recuperar el calor. Tengo una sensación gélida y vacía en el pecho desde que he vuelto al Schakal Hotel, y creo que no está relacionada con el funeral.

Sedienta [Overwatch].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora