Capítulo 15: Vesania.

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¡Hola otra vez!

Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Alan Ituriel.

¡Créditos por la hermosa imagen a Cats Dont Draw!

Sin más que decir...

Aquí está...


Recuerdo la primera vez que te vi, siempre has sido majestuoso, acostumbrado a lograr tus propósitos con actitudes arrogantes y airadas, así llegaste a mí, solicitando mis virtudes para tus ambiciones y yo acepté gustosa cumplir tus caprichos por el único hecho de parecerme singularmente interesante, desde entonces te he estado observando, desde el primer instante en el que llegué a esta oscura mansión te he estado observando, resultaste ser una gran serendipia en mi vida. En ti encontré todo aquello que mi mente retorcida buscaba, el inescrupuloso ser que adorara el dolor ajeno tanto como yo y como vicio tuviera escuchar la agonía del prójimo, irónicamente tu profunda oscuridad me cegó. Desde hace un largo tiempo que mis ojos te ven con arrobo, una imagen que me volvió servil a tus exigencias, me volví aquella que robaba las almas que tanto deseabas solo para tu deleite, que manchaba sus manos en tu nombre, que serviría su propia sangre en una copa y te dejaría libar, desperdigar o hacer lo que te gustase con ella.

Soy joven y soy hermosa, teñí mi cabello en el afán de reflejar mi locura, afilé mis dientes para resaltar mi fiereza, para verme más peligrosa, digna de ti. No esperaba que de inmediato notaras mi presencia, soy bisoña para alguien como tú, no soy de tu talla, pero deseaba con toda mi alma que en algún momento me convirtiera en aquello que buscabas, que me miraras con alucine y decidieras reconocer un sentimiento afectuoso por mí. Anhelé por largo tiempo hacerte sentir aquella bienquerencia e idolatría abrasiva que yo sentía por ti.

Lastimosamente un día me di cuenta que el alma que creía inexistente en tu ser había sido robada por un par de esmeraldas primorosas. Te vi, te vi ahí, deleitando labios ajenos en una pasarela de sangre, estrechando un carácter endeble y mimando rosadas mejillas, encendidas por ti. Mis piernas flaquearon, mi aliento se perdió en la inmensidad de la habitación y mi corazón se desbarató como un terrón de azúcar.

Por poco tiempo decidí odiarlo, condenarlo a la muerte justa que según mi fracturada alma merecía, pero no pude. Por un instante ambos apelaron silenciosamente a mi cordura rezagada, busqué desesperadamente en aquellas alhajas alguna pizca de ojeriza que justificara mis pérfidas acciones, pero no vi más que un brillo conocido, una ráfaga de limerencia acechante pero ahogada en el orgullo, en el miedo y la inseguridad que su lamentable humanidad manifestaba. No pude hacer nada, patéticas armas atentaron en mi contra al verme reflejada en ese amor a medias, la poca fragilidad que aun poseo me llevó como rio desbocado a ayudarle y a ayudarte a ti, era inevitable, ambos son la única familia que poseo, no pude verlo desarmarse por pequeñeces y fallarle a aquello que tanto amo, admito que lo hice por ti, por verte alborozado.

Si querías despedazarme conseguiste la victoria. Te vi, extraviado y agobiado, el conejo corrió asustado a su madriguera y te dejó pendiendo de un hilo, entre la incertidumbre y el miedo, no sabía que eras tan lábil, aunque por largo tiempo creí ser tu más grande adepta, me di cuenta que apenas te conozco.

Lo permití, nuevamente dejé que me partieras, esa vez decidí ser tu mapa y guiarte a consumar un deseo que te volvería su dueño y propiedad, y así lo hiciste. Lloré, lágrimas negras corrieron por mis mejillas, el maquillaje que con tanta atención me hice quedó arruinado, no podía hacer otra cosa, solo derramar mis lágrimas entre los forasteros gemidos de placer que provocabas en alguien que no podría jamás ser yo. Descansé en el suelo, me abracé a mi único consuelo, rasgué las hojas de una planta con tremendo desdén solo por asemejarse al color de su mirada.

Soy feliz, soy feliz solo por ti, porque tú eres dichoso ahora, se bien que podría recoger mi dignidad hecha girones y armarla a duras penas, no volverte a ver con los mismos ojos y ser indiferente, pero no lo haré, lloraré para que seas feliz, porque no te importo, porque así te gusta, porque soy estúpida. Voy a sonreírles siempre, a ti y a él, con aquella mueca ingenua inmarcesible que me caracteriza, fingiré normalidad para garantizar tu sosiego, lo mereces solo por ser tú.

No sé qué faltó en mí, tal vez debí ser más inteligente, tener más clase, ser más hermosa o cambiar toda mi fuerza por la fragilidad que preferiste, quizá así me habría convertido en lo que apetecía tu corazón. Yo no fui lo que necesitabas y evidentemente ya no lo seré.

No cambiaré, no conmutaré mi castigo por no haber logrado mi objetivo, seguiré ahí para ti y para él, enseñándolos a amarse y ayudándolos a triunfar porque ambos son ridículamente neófitos en cuestiones de pasión, de amor real, no soy una experta pero sé cómo expresar cariño, frases de alabanza. Seré siempre tu más grande admiradora, siempre devota, porque si no soy la demencia personificada, a quien le encanta ser absurda, aquella que besa el suelo por donde caminas, entonces... ¿Quién soy?.

Paper Love and Black Heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora