Parte 20

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Él agarró mis hombros y gimió en respuesta a cada lametazo, mordisco, y mamada que le estaba dando. Su respuesta caliente me excitó. Me excitó a un grado mayor de necesidad de él. Lo necesitaba, ¡Cuánto lo necesitaba! Gruño profundamente y una de sus manos acaricio mis cabellos. Cerré los ojos y disfrute del momento de saborearlo. Levante la mirada y él me estaba mirando. Sonreí macabramente sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

- ¡Oh, diablos! - gruñó y me llevó hacia sus labios.

Gemí exaltado sobre su boca. Su beso era tan apasionado que juro que en cualquier momento iba a llorar. Con un movimiento, ajeno para mí, giró sobre el colchón. Su perfecto cuerpo quedo sobre el mío. Volví a gemir al sentir su peso entre mis piernas. Se alejó un poco y me miró a los ojos.

- ¿Acaso has hecho algo conmigo de lo que yo no soy consiente? - me preguntó.

Levante unas de mis manos y acaricie su rostro. ¿Cómo iba a hacer para vivir sin él cuando todo esto acabe?

- Tú has hecho conmigo cosas que ni te imaginas - le dije.

Se inclinó y tomó mis labios con cuidado. Los truenos y relámpagos iluminaban la cuidad. No llovía solo por el mal tiempo. Dios esta enojado, lo se. ¿Seré un pecador de por vida? ¿Acaso las puertas del paraíso se cerraran para mí? ¡Que demonios! ¡Esto es el paraíso! Su lengua se mezclo suavemente con la mía. Se alejó despacio de mi boca, llevándose sobre sus labios un leve gemido de mi parte. Comenzó a besar dulcemente mi mentón, para luego mordisquear mi mandíbula y terminar en mi oreja. Subí y baje mis manos por su fuerte espalda.

- Nunca Erick, nunca en mi eterna vida había deseado tanto algo, como te deseo a ti - susurró en mi oído.

- ¿Yo soy tu pecado? - le pregunte.

- Mi más grande pecado, eres tú.

Con un movimiento, hice que girara en la cama, para quedar cómodamente sobre él. Lo mire fijo a los ojos. Aun no comprendo, porque el Diablo es tan lindo. Subió sus manos y las coloco en mi cintura. Lentamente me acomodó sobre él, gemí y apreté con una de mis manos las sabanas ante la sensación de tenerlo dentro. Comencé a moverme para sentirlo más aun. Apretó los dientes y gruñó profundamente, encendiéndome de deseo. Me incline hacia delante y capture sus labios en un tórrido beso. Sus manos acariciaron mi espalda, de arriba a bajo. Con cuidado y ternura. Se sentó en la cama, conmigo encima. Se abrazó con firmeza a mi cuerpo. Rodee su cuello con mis manos y deje que mis gemidos cayeran cerca de su oreja.

- ¿Cuándo te iras? - le pregunte agitado.

- Cuando sea hora - me contestó y comenzó a moverse más seguido.

- No quiero que te vayas - murmure.

- No pensemos en eso ahora, precioso. Déjame saborearte, déjame probarte.

Me aferré más a él, ante la gran oleada de placer que comenzó a recorrer mi cuerpo. Cerré los ojos y deje que el éxtasis consumiera mi cuerpo. Me corrí entre sus brazos, nombrándolo agitado. Gruñó lleno de placer. Se recostó en la cama y volvió a girar para tomar verdadero control de la situación. Volví a gemir al sentirlo más hondo que antes. Era tan grande y dominante, el señor Diablo.

- Oh, Joey - lo nombre levemente. Clavó sus ojos en los míos.

- Gracias por esto, precioso. Gracias por compartir tu cuerpo conmigo - me dijo. Mordí mi labio inferior y sonreí levemente.

- Sería capaz de compartir mi vida contigo - le dije.

Su mirada se torno extrañada, algo lo estaba perturbando. Volví a levantar una de mis manos y acaricie su rostro de nuevo. Un rayo pareció partir la cuidad. Volvió a inclinarse hacia mí y rozo sus labios con lo míos.

- Yo no soy un hombre, precioso- dijo agitado y sin dejar de moverse - Tú vida la debes compartir con un hombre, una persona del reino de dios.

- No me importa que no seas un hombre - dije y mis ojos se humedecieron.

Tome sus labios con desesperación. Sabía que él se iba a ir y me iba a dejar no solo sin alma, sino que sin corazón también. Comenzó a moverse más seguido mientras la temperatura de nuestros cuerpos aumentaba. Bajé mi mano derecha por su espalda, hasta el fin de la misma. El centro de su poder estaba caliente, ardía. Bajé más mi mano, hasta su trasero. Lo acerque más a mí, necesitaba más de él. Sentí otra vez esa gran oleada de placer recorrer mi cuerpo. Volví a correrme al llegar a mi clímax. Se movió más rápido y se unió a mí en ese maravilloso lugar. Ambos gritamos compartiendo el éxtasis del momento. Se dejó caer sobre mí. Lo abrace con fuerza y lo apreté contra mi cuerpo. Su corazón latía con fuerza contra el mío. Su respiración estaba entrecortada como la mía. Con cuidado volvió a besar mis labios y de la misma manera quiso salir de mí.

- No, no - le dije. Me miró extrañado - Quédate conmigo.

- Claro que si, precioso - me dijo.

Sonreí y levante la cabeza para besarlo dulcemente. Aun no había dejado de llover. Parecía que el cielo iba a caerse. Giró sobre el colchón y me dejó descansar sobre su fuerte pecho. Había algo distinto dentro de mí, algo de lo que no estoy seguro. Cerré mis ojos, y dejé que el olor de su cuerpo me invadiera. ¿Qué será de mí mañana? Cuando seguramente, ya no lo tenga.

-Pame Pérez-

El diablo (Joerick) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora