Abrí mis ojos por el ruido del tren. Hace bastante que no me despertaba con este sonido. Parpadee seguido para despertarme mejor. Con pereza me senté en la cama. Mire a mi alrededor y no había nadie allí. Pensé que cuando despertara lo que primero que iba a ver sería a él. Un exquisito olor a huevos y mantequilla lleno mi estomago. Sin pensarlo me puse rápidamente de pie para salir de la habitación. Abrí con fuerza la puerta, para divisarlo del otro lado de la cocina haciendo, lo que se supone debe ser, el desayuno. Esta aquí. Levantó la cabeza y me miró. Sonreí abiertamente y corrí hasta él. Me tire a sus brazos para abrazarlo con fuerza. Coloque mis brazos alrededor de su cuello y lo acerque más a mí.
- Hola - le dije sin soltarlo.
Creo que totalmente anonadado por mi reacción de abrazarlo, se encontró devolviéndome el gesto. Sentí sus fuertes brazos rodearme por la cintura. Mi corazón latía fuerte. Rápido. Cerré los ojos y me encontré acariciando su nuca con una de mis manos.
- Oh, te extrañe tanto - susurre en su oído.
Dulcemente besó uno de mis hombros. Me aleje de él despacio, me sentía un poco idiota por esto, pero no podía ser de otra forma. De verdad lo había extrañado. Me sentía tan mal sin él.
- Jamás nadie me había extrañado - me dijo. Sonreí levemente.
- No lo creo. Para mi que tus hermanos si te deben de extrañar cuando no estas con ellos - le dijo. Asintió divertido.
- Hice el desayuno.
- Me di cuenta - dije y me senté a la mesa.
Colocó frente a mí, los huevos y el pan con mantequilla. Giro para agarrar algo y ponerlo frente a mí. Café. Lo mire y sonreí levemente. Se sentó y empezamos a comer. ¿Cómo habrá hecho para curar las heridas que tenía ayer?
- ¿Vas a decirme la razón de porque te fuiste? - le pregunte. Me miró.
- Necesitaba un poco de mi casa, me estaba volviendo loco aquí.
- ¿No te gusta estar aquí?
- No tiene nada que ver contigo, precioso. Sabes que me encanta estar contigo. Pero necesitaba mi casa, mi lugar.
- Entiendo - le dije. Volvió a comer.
- ¿Cómo te fue con Richard? - me preguntó. Lo mire.
- Tengo que llamarlo - le dije.
- ¿Por qué?
- Ayer tuvo que irse porque internaron a su hermanita y estaba muy mal. Tengo que preguntarle como esta.
- Su hermana murió - me dijo. Baje la mirada.
- ¿Cómo lo sabes?
- Hable con Rachel. La vida de esa niña no sería buena si seguía viviendo.
- Creo que tendré que llamarlo - le dije.
- Lo se. Hazlo - me dijo.
Me puse de pie y fui en busca del teléfono. Marque el número de Richard, pero nadie me contestó. Marque el número de su casa, y allí tampoco. ¡Oh, Dios! Debe estar destrozado. Volví a la cocina y él seguía sentado.
- ¿Qué pasó? - me preguntó.
- Nadie contesta - dije.
- Tal vez no este en su casa.
- Así parece.
Se puso de pie y ordenamos todo. Salimos de la cocina y se sentó en el sillón. Lo mire fijo, él también lo hizo.
- Yo también te extrañe precioso, no sabes cuanto - me dijo. Sonreí dulcemente.
- ¿De verdad?
- Nunca dije tanta verdad junta.
Mordí levemente mi labio inferior y mire a mí alrededor. Es de día. Quiero que sea de noche. Lo volví a mirar.
- ¿Qué sucede? - me preguntó.
- ¿Aun tienes el poder de alterar las horas? - le pregunte. Me miró bien.
- Creo que si - dijo. Sonreí.
- Haz que sea de noche, por favor - le pedí. Frunzo el ceño y se puso de pie.
- ¿Por qué?
- Solo hazlo - dije. Se acercó a mí y me miró fijo.
- Cierra los ojos - me dijo. Asentí levemente y lo hice.
Sentí un pequeño mareo y pronto todo volvió a estar quieto. Aun no abría mis ojos, no iba a hacerlo hasta que él me lo dijera.
- Ahora puedes abrirlos - dijo.
Los abrí y todo estaba oscuro a nuestro alrededor. Era de noche. Sonreí levemente y tome una de sus manos.
- Vamos - le dije. Me miró extrañado.
- ¿A dónde? - me preguntó.
- A despertar lo bueno dentro de ti.
Más que extrañado asintió y salimos de casa. Era una linda noche. Un poco fresca, el cielo negro estaba siendo cubierto por nubes. ¿Estará Dios descubriendo lo que tengo pensado hacer, y por eso se está enojando? No lo se, y no me importa. Lo único que quiero es mirarlo a él. Llegamos al viejo parque que estaba a pocas cuadras de mi casa. Sin soltarnos de la mano caminamos hasta allí. Divertido corrí hasta una de las viejas hamacas y me senté.
- Quiero sentarme contigo - me dijo.
Asentí y me puse de pie. Se sentó en la hamaca. Lo mire fijo a los ojos, me acerque a él y me senté sobre sus piernas, colocando alrededor de su cintura las mías. Comenzó a mecerse. Coloque una de mis manos sobre sus cabellos y lo acaricie suavemente.
- ¿Qué quieres por tu alma? - me preguntó. Baje mi mano por su oreja, y la acaricie.
- Aun no lo se - le dije.
- ¿Cuándo lo sabrás?
- Tal vez, mañana. Pero ahora no hablemos de eso. Solo déjame mirarte y tocarte. ¿Nunca has soñado con no ser el Diablo? - le pregunte.
- No, nunca. Siempre acepte esto que soy y no me quejo - dijo.
- Quiero hacerte un regalo - le dije.
- ¿Qué cosa? - me preguntó. Sonreí levemente.
- Algo dulce, algo raro.
¡Feliz año nuevo!
-Pame Pérez-